?Qu¨¦ debe hacer Europa?
Hace 30 a?os, el 25 de marzo de 1957, seis naciones europeas firmaron el Tratado de Roma, que posteriormente dio lugar a la Comunidad Europea, como primer paso hacia la creaci¨®n de un continente unificado. ?Cu¨¢nto se ha conseguido desde ese momento y qu¨¦ debe hacer ahora Europa occidental?Las aspiraciones iniciales de Jean Monnet, el padre de la Comunidad, eran casi ilimitadas: esperaba crear unos Estados Unidos de Europa que pudieran competir como potencia econ¨®mica y pol¨ªtica con Norteam¨¦rica, y donde la soberan¨ªa de las naciones fuera reemplazada por la autoridad supranacional de la Comunidad. Monnet cre¨ªa, seg¨²n sus propias palabras, que "las realidades cotidianas posibilitar¨¢n la formaci¨®n de una uni¨®n pol¨ªtica".
Pero sus metas pronto se vieron frustradas, en parte, por el nacionalismo de su rival franc¨¦s, el general De Gaulle, pero, sobre todo, por la falta de una aspiraci¨®n y de un objetivo pol¨ªtico com¨²n en Europa.
Grandes decisiones
El Tratado de Roma nunca se habr¨ªa firmado (me dijo el primer presidente de la Comunidad Europea, profesor Hallstein) de no haberse producido de antemano las dos grandes conmociones sufridas por Europa Occidental: la nacionalizaci¨®n del canal de Suez, que amenaz¨® los suministros energ¨¦ticos, y la invasi¨®n sovi¨¦tica de Hungr¨ªa, que amenaz¨® las fronteras. "Los hombres toman grandes decisiones tan s¨®lo cuando se enfrentan directamente a la crisis", dijo Monnet.
Pero desde 1957, los europeos occidentales no se han enfrentado a ninguna crisis suficientemente seria que los empujara a una unidad pol¨ªtica m¨¢s completa. Y mientras tanto, cada pa¨ªs ha conseguido su propia pol¨ªtica, tanto energ¨¦tica como de asuntos exteriores o econ¨®mica.
La situaci¨®n actual entristecer¨ªa a la mayor¨ªa de sus fundadores, en especial a Monnet. Su burocracia en Bruselas se encuentra inmersa en los intrincados detalles de la armonizaci¨®n, y atascada en una extravagante pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n. Su Parlamento carece de fuerza y voluntad pol¨ªtica para controlar a los bur¨®cratas.
La Comunidad ha conseguido algunos logros importantes. Ha reunido a dos enemigos mortales, Francia y Alemania, en una relaci¨®n que hace impensable la guerra. El desarrollo del Sistema Monetario Europeo (al que el Reino Unido, con toda seguridad, se unir¨¢ pronto) ha proporcionado la base de una pol¨ªtica econ¨®mica concertada y m¨¢s estable.
La rutina de las conferencias europeas ha impuesto a los Gobiernos, incluso a la se?ora Thatcher, la comprensi¨®n de sus intereses comunes. Y la ampliaci¨®n para abarcar casi toda Europa occidental, incluidas Espa?a y el Reino Unido, ha proporcionado un mercado com¨²n mayor que el de cualquiera de las superpotencias.
Pero la Comunidad ha perdido casi todo su ¨ªmpetu pol¨ªtico. "Es algo parecido a un hombre en bicicleta", dijo el profesor Hallstein hace 25 a?os: "o se mueve o cae". Se ha ca¨ªdo. Su fuerza motriz no es la comisi¨®n supranacional, sino los miembros nacionales del Consejo de Ministros, que toman las decisiones mediante complejas negociaciones y conversaciones.
Pero actualmente las naciones de Europa Occidental se enfrentan ahora a una serie de retos externos que pueden empujarlas hacia una unidad pol¨ªtica. Est¨¢n viendo c¨®mo su tecnolog¨ªa e industria est¨¢ siendo r¨¢pidamente superadas por las firmas japonesas y norteamericanas, que son mucho mayores y est¨¢n mejor organizadas. Se enfrentan a los peligros de las explosiones y del terrorismo de Oriente Pr¨®ximo, agravados por las aventuras norteamericanas.
Una defensa com¨²n
Pero, sobre todo, se enfrentan a una crisis sobre la defensa futura de Europa. Mientras Mosc¨² toma nuevas iniciativas sobre el control de armamento y Washington est¨¢ paralizado por los esc¨¢ndalos del Irangate, Europa Occidental tiene que estar sentada observando c¨®mo su propia seguridad futura es lanzada sobre su cabeza entre las superpotencias.
Es la necesidad de una defensa com¨²n lo que ahora proporciona el reto clave de la unidad pol¨ªtica europea, y esa necesidad est¨¢ ligada a sus necesidades industriales y tecnol¨®gicas; en los aspectos aeroespacial, electr¨®nico e inform¨¢tico, se busca una sola norma com¨²n que rivalice con el Pent¨¢gono y d¨¦ el impulso necesario para combinar los recursos.
Cuando en 1957 se form¨® la Comunidad Europea, se la mantuvo alejada del sistema defensivo de la OTAN, establecido ocho a?os antes bajo el liderazgo de Norteam¨¦rica. Pero esas dos instituciones ya no pueden seguir divorciadas. La voluntad norteamericana de defender a Europa ya no puede darse por garantizada en la pr¨®xima d¨¦cada, cuando los europeos occidentales est¨¢n tratando de formar su propio sistema de defensa com¨²n, que incluye una disuasi¨®n europea.
La Comunidad Europea ya no puede mantenerse alejada, si quiere ser realista, del tema de la defensa. Su pol¨ªtica exterior difiere cada vez m¨¢s de la de Washington en zonas vitales del mundo, incluyendo Oriente Pr¨®ximo y Am¨¦rica Central. Los esc¨¢ndalos del Irangate han demostrado lo ¨ªntimamente relacionados que est¨¢n esos dos temas pol¨ªticos. Adem¨¢s, Europa no puede conseguir el impulso pol¨ªtico necesario para combinar su tecnolog¨ªa sin un impulso previo para combinar su defensa. Pero Europa Occidental seguir¨¢ afrontando la cuesti¨®n clave durante la pr¨®xima d¨¦cada. ?Se enfrentar¨¢ a una crisis externa lo suficientemente seria sin la cual, como dijo Monnet, los hombres no toman grandes decisiones?
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