El 'Libro tibetano de los muertos'
Dir¨ªase que gentes que habitan un lugar as¨ª est¨¢n destinadas a ver la existencia con m¨¢s claridad que nosotros y a dar respuestas m¨¢s acertadas. ?Quiz¨¢ por eso cuando uno lee el Bardo t'os sgrol cree percibir las diferentes dimensiones del ser con m¨¢s hondura que antes, como si ese libro tuviese la virtud de acentuar los enigmas, multiplicar los caminos y amplificar la visi¨®n del dilema del pr¨ªncipe dan¨¦s? ?Y quiz¨¢ por eso tambi¨¦n uno se horroriza ante la magnitud tr¨¢gica de sus respuestas? ?C¨®mo ver¨¢n el mundo los que elaboraron ese manual de difuntos? Para ellos, la muerte no es lo mismo que para nosotros, ni lo mismo los muertos, ni lo mismo los animales todos. Para ellos, un perro sarnoso y callejero tiene m¨¢s alma que para nosotros, tiene m¨¢s culpa, m¨¢s karma, y es m¨¢s desdichado y m¨¢s consciente de su triste situaci¨®n en la rueda de las transmigraciones, pues ese erro mudo ser antes un hombre, pudo ser antes un b¨²falo, un dios, un demonio o una bestia de una especie muy inferior a la canina.Otro ¨¢mbito, que a menudo ignoramos, est¨¢ continuamente osteniendo la vida en su conjunto; sin ese otro ¨¢mbito, sin ese otro poder que empuja desde las sombras, la vida misma no ser¨ªa posible. Nacen, los que a nacer aspiran, porque antes fueron seres que ansiaban tener carne (tener forma) y se meten en la matriz de una hembra, y si esos seres no empujasen, literalmente, desde la noche, nada vivir¨ªa.
Como los otros budistas, los tibetanos piensan que la muerte, su difuso mundo, su dimensi¨®n intermedia, es la ra¨ªz misma de la vida, es, por decirlo de alg¨²n modo, el n¨²cleo centr¨ªfugo, hirviente, de la vida. Plat¨®n tambi¨¦n lo cre¨ªa as¨ª y as¨ª lo refiri¨® en el Fed¨®n, que bien podr¨ªa llevar el subt¨ªtulo de Libro griego de los muertos, pero Plat¨®n, como Pit¨¢goras, representa una de las primeras y m¨¢s logradas s¨ªntesis de dos mundos, y m¨¢s de la mitad de su filosof¨ªa es de ra¨ªz genuinamente oriental.
Pero volvamos al T¨ªbet. Seg¨²n el Bardo tos sgrol, la existencia intermedia, o per¨ªodo que va desde el fin de una de nuestras vidas al comienzo de otra, dura 49 d¨ªas, y lo conciben como un infierno, adem¨¢s de como un continuo espejismo. Decimos "desde el fin de una de nuestras vidas al comienzo de otra", pero debemos aclarar que eso es, adem¨¢s, en el peor de los casos, ya que en el mejor de los casos esa existencia intermedia tendr¨ªa que consumarse no con la reencarnaci¨®n, y por consiguiente con el re torno al cielo k¨¢rmico del dolor y la abyecci¨®n, sino con la pura y simple aniquilaci¨®n, con la inmersi¨®n en la luz incolora que Juan de la Cruz y Molinos llama ron "el m¨¢s profundo centro", con la disoluci¨®n en el ¨¢lito unificador, espina dorsal del cosmos, trasl¨²cido jora donde desaparecer para siempre y para siempre abolir todos nuestros residuos k¨¢rmicos. Pero, claro, esa luz, que aparece con frecuencia en la existencia intermedia, no siempre la vemos y no siempre la reconocemos, y como consecuencia de ello y del miedo que nos provoca, solemos volver a la vida y duran te los ¨²ltimos d¨ªas de la existencia intermedia buscamos desesperadamente una matriz, cualquier matriz, en la que poder cobijarnos. Quiz¨¢ el momento m¨¢s inquietante del Libro tibetano de los muertos sea precisamente ¨¦se, el de la b¨²squeda de la matriz y la reencarnaci¨®n, cuando el muerto, tras 49 d¨ªas de viaje bajo el cielo invariablemente ros¨¢ceo de la otra vida, quiere ya volver a ser de carne y empieza a percibir miles y miles de parejas que copulan y que con sus jadeos le llaman desde la tierra. El que va a nacer elige una de esas hembras gimientes y se hunde en sus entra?as. Es la nueva ca¨ªda, la nueva inmersi¨®n en el dolor, y, sin embargo, a¨²n no est¨¢ todo perdido, seg¨²n el Bardo tos sgrol, ya que incluso en ese estadio a¨²n podemos salirnos de la matriz, antes de ser paridos, y alcanzar la verdadera aniquilaci¨®n...
Cuando uno concluye la lectura del Bardo se queda un tanto perplejo, y no puede evitar preguntarse hacia d¨®nde mira, al final de los finales, esa ideolog¨ªa de las tierras altas. Si se supone que lo id¨®neo es perderse en la luz de la aniquilaci¨®n para no volver al ciclo de las desdichas k¨¢rmicas, cabr¨ªa suponer que un d¨ªa todos los que mueren deciden no volver a reencarnarse, no volver a empujar desde la sombra. uj
?Qu¨¦ ocurrir¨ªa entonces? ?Cesar¨ªa la vida? ?Toda la vida? ?Absolutamente toda? ?Hacia d¨®nde apuntan las l¨²cidas y terribles visiones del budismo? ?Hacia ese hoyo de anti-vida que, al parecer, se abre en el seno mismo de la vida? ?S¨®lo hacia ese hoyo? ?S¨®lo hacia ese fondo?
Babelia
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