El aceitero Juan Miguel Bengoechea contradice ante el tribunal las declaraciones que hizo en el inicio del Sumario
La declaraci¨®n de Juan Miguel Bengoechea, el aceitero donostiarra que import¨® 600.000 kilos de colza desnaturalizada desde Francia, fue el primer testimonio de uno de los acusados que se oy¨® en el llamado juicio del siglo, obre el s¨ªndrome t¨®xico. La vista de la causa estuvo rodeada de grandes medidas de seguridad, que, sin embargo, no impidieron los incidentes ocasionados por afectados por la enfermedad que deseaban entrar en la sala, ni que algunos acusados fueran apedreados, al salir del auditorio a mediod¨ªa, por un grupo de exaltados. Bengoechea aleg¨® estos incidentes para negarse a declarar en la jornada de la tarde. Por la ma?ana, respondiendo al fiscal, contradijo las declaraciones que ¨¦l mismo hab¨ªa hecho en el inicio del sumario.
El juicio comenz¨® a las nueve y media de la ma?ana y, con un descanso a la hora de la comida, concluy¨® a las ocho de la noche. Presidi¨® la vista el magistrado Jos¨¦ Antonio Jim¨¦nez Alfaro, de 56 a?os; acompa?ado de los otros dos miembros del tribunal: Siro Garc¨ªa P¨¦rez, de 50 a?os; y Javier G¨®mez de Lia?o, de 38 a?os. Tras las cortinas laterales del escenario o estrado se colocaron el presidente de la Audiencia Nacional, Fernando de Mateo, y el presidente de la Sala de lo Penal, Alfonso Villag¨®mez. Entre los observadores jur¨ªdicos presentes, que ten¨ªan reservado un sector del aforo, Figuraba el presidente del Consejo General de la Abogac¨ªa, Antonio Pedrol. Durante la mayor parte de la sesi¨®n, la sala, de 700 localidades, estuvo repleta. Media docena de los acusados llevaban gafas oscuras y algunos se han dejado crecer la barba.El ambiente dentro del auditorio fue en todo momento de serenidad, perturbada aisladamente en algunos momentos por personas del p¨²blico que sufr¨ªan desmayos. Dos mujeres situadas en los asientos destinados a los enfermos del s¨ªndrome t¨®xico siguieron los primeros minutos de la sesi¨®n entre sollozos.
Bengocehea respondi¨® al fiscal en la sesi¨®n de la ma?ana. El aceitero, de 46 a?os, licenciado en Derecho, intent¨® explicar que ¨¦l se enter¨® en mayo de 1981 de que su aceite desnaturalizado para usos industriales en la siderurgia era destinado por sus clientes de la empresa Raelca a las ensaladas y las sartenes de miles de familias. Para ello tuvo que contradecir las declaraciones que hizo en los inicios de la instrucci¨®n del sumario.
Efectivamente, el 1 de julio de 1981 hab¨ªa declarado en la comisar¨ªa de Ir¨²n, que se hab¨ªa enterado en abril del destino final que ten¨ªa su aceite. Y al d¨ªa siguiente lo ratific¨® ante el juez. Entre aquella declaraci¨®n y este Juicio la investigaci¨®n judicial ha confirmado un dato importante: la empresa de Bengoechea vendi¨® aceite de colza desnaturalizado a Raelca el 11 de mayo de 1981. Es decir, que, de ser cierta aquella declaraci¨®n, hizo esa venta cuando ya sab¨ªa el peligro de aquel comercio. Bengoechea aleg¨® ayer que se hab¨ªa equivocado en sus dos primeras declaraciones.
El fiscal, Eduardo Fungairi?o, de 40 a?os, disminuido f¨ªsico a causa de un accidente de circulaci¨®n, centr¨® gran parte de su interrogatorio en demostrar que Bengoechea conoc¨ªa el destino final del aceite:
-?Y en una carta que le env¨ªa Raelca no ve usted en el membrete donde dice "Raelca, almac¨¦n de aceites envasados"?
-No.
-?Y nadie se lo advirti¨®?
-No.
Juan Miguel Bengoechea fue escueto en numerosas respuestas.
Otro aspecto en el que se extendi¨® el fiscal, dentro de esa misma l¨ªnea de argumentaci¨®n, fue la visita que Jos¨¦ Miguel Bengoechea realiza a la factor¨ªa de Raelca en mayo de 1980:
-?C¨®mo es posible que al visitar la empresa de Alcorc¨®n usted no se percatara de que all¨ª no hab¨ªa ninguna acer¨ªa?
-Pens¨¦ que el aceite lo destinar¨ªan a ¨¢cidos grasos.
Una posterior indicaci¨®n, seg¨²n la cual el aceite de colza hab¨ªa sido importado como lubricante, lleva a Bengoechea a esta contestaci¨®n: "Mi visita fue en 1980, y yo 10 meses despu¨¦s no sab¨ªa si hab¨ªan cambiado la f¨¢brica".
Bengoechea contest¨® a m¨¢s de 30 preguntas del interrogatorio -que dur¨® m¨¢s de hora y cuarto- con una misma frase: "No lo recuerdo". Esta expresi¨®n produjo en las tres primeras ocasiones murmullos de los asistentes, pero luego se hizo reiterada.
En muchos casos pod¨ªa comprenderse la falta de memoria, pues el fiscal ped¨ªa datos, fechas, kilos de aceite vendido. Pero en otras ocasiones la contestacion ten¨ªa dif¨ªcil concordancia con la pregunta:
-El aceite que vend¨ªa a 80 pesetas [explicaba Bengoechea] en lugar de 73 era porque lo entreg¨¢bamos en bidones y no con cisternas.
-Eso no lo hab¨ªa dicho usted en sus declaraciones anteriores-, le espet¨® el fiscal.
-Es que no me lo preguntaron.
-Yo ahora tampoco se lo he preguntado, pero usted lo ha dicho. ?No consider¨® entonces interesante aportar este dato?
-No lo recuerdo.
Algunos abogados de la acusaci¨®n particular preguntar¨ªan m¨¢s tarde si era normal vender en bidones y no en cisternas un aceite destinado a usos industriales en la siderurgia.
El aceitero respondi¨® a todas las preguntas del fiscal en la sesi¨®n de la ma?ana, pero se neg¨® a contestar las de los letrados de la acusaci¨®n particular, aconsejado por su defensor y debido a que a la salida y a la entrada de los acusados -en el descanso para la comida- algunos afectados que se encontraban en la calle les hab¨ªan arrojado piedras.
Bengoechea vest¨ªa ayer con una chaqueta marr¨®n claro bajo
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la cual le abrigaba un jersey granate de cuello cerrado. Durante todo el interrogatorio se mostr¨® sereno y apenas hizo gestos. Contest¨® con voz m¨¢s bien baja, pero clara. Sus respuestas rara vez tuvieron m¨¢s de dos frases.
?nimos exaltados
Los ¨¢nimos estaban exaltados entre las personas enfermas del s¨ªndrome t¨®xico que se desplazaron hasta el auditorio de la Casa de Campo habilitado para este juicio. El conflicto inicial surgi¨® por la falta de espacio para todos ellos y por desacuerdo con el reparto que acordaron el tribunal y la mayor¨ªa de los abogados acusadores.
Los acusados salieron de la sala sobre la una y cuarto de la tarde debidamente custodiados; pero -seg¨²n alegaron despu¨¦s algunos afectados-, el hecho de que dos de ellos -Adela Jarauta y Enric Salom¨®- salieran mostrando con dos dedos de la mano derecha la se?al de la victoria supuso una provocacion "inadmisible". Y empezaron a producirse las agresiones y el lanzamiento de objetos.
La jornada de la tarde se inici¨® con las protestas de los defensores en torno a los incidentes registrados durante el descanso. Pero no intervino Vicente Vi¨¦itez, letrado a quien hab¨ªa golpeado una piedra. La protesta fue realizada por los defensores de tres de los principales implicados.
Bengoechea escuch¨® imp¨¢vido en la sesi¨®n de la tarde las preguntas de los letrados que representan a los afectados por el sindrome t¨®xico, algunas de las cuales conten¨ªan acusaciones expl¨ªcitas. No contest¨® ninguna. S¨®lo se limit¨® a reconocer algunos albaranes extendidos por su empresa en 1981 en relaci¨®n con el comercio del aceite.
Los letrados de la acusaci¨®n pidieron que se leyes en algunas partes del sumario, especialmente las declaraciones de Bengoechea efectuadas durante los primeros meses.
La b¨²squeda de los textos correspondientes en un sumario de m¨¢s de 250.000 folios, que ocupaba una estanter¨ªa situada tras el tribunal, result¨® laboriosa en algunos momentos, porque los abogados no dispon¨ªan de copias con el n¨²mero del -folio y no pod¨ªan facilitar la labor de los funcionarios.
Lo que se ha dado en llamar "el juicio de este siglo" quedaba lejos sin embargo de la era de la inform¨¢tica.
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