El Palma abandona Chile tras ser 'bendecido' por Pinochet
El Papa puso fin ayer en la ciudad de Antofagasta, a 1.360 kil¨®metros de Santiago, a la dif¨ªcil etapa chilena de su octava gira a Pinochet agradeci¨® la visita, se inclin¨® ante la figura del Papa y le dese¨® "que Dios bendiga sus pasos". En un momento, Pinochet intent¨® besar la mano del Papa, pero ¨¦ste lo evit¨® y se adelant¨® a estrechar su mano.
La ceremonia de despedida del Papa de tierra chilena cont¨® con la presencia tanto de Pinochet y su s¨¦quito como de todos los obispos del pa¨ªs, algo que no hab¨ªa ocurrido durante su llegada. Dentro del acto protocolar¨ªo, Pinochet y el Papa fueron estrechando las manos de cada uno de los obispos, incluso las de monse?or Carlos Camus, el prelado que hace unas semanas justific¨® a los miembros del comando que en septiembre del a?o pasado intent¨® asesinar al dictador chileno.Ante Pinochet, cuyos partidarios aseguran que se encuentra feliz por la visita del Papa, y que vest¨ªa su uniforme blanco de gala, Juan Pablo II hizo un a?adido al discurso preparado en Roma para incluir el eslogan acu?ado aqu¨ª en Chile y que fue el que grit¨® en el parque de Santiago en medio de la batalla que se hab¨ªa organizado durante la misa de beatificaci¨®n de sor Teresa de los Andes: "?El amor es m¨¢s fuerte!". Exhort¨® al mismo tiempo a todos los chilenos a afrontar sus problemas "con ¨¢nimo sereno y positivo, con voluntad de encontrar soluciones por el camino del dialogo, de la concordia, de la solidaridad, de la justicia, de la reconciliaci¨®n y del perd¨®n", y a construir las bases de la futura convivencia "sobre el amor cristiano".
Horas antes de la despedida oficial, que se produjo a las 12.30 hora local (18.30, hora peninsular espa?ola), el Papa hab¨ªa oficiado su ¨²ltima misa sobre suelo chileno en un terreno arenoso y des¨¦rtico entre la ciudad y el aeropuerto que fue necesario reforzar con una sustancia especial. Desde all¨ª hizo una solemne cu¨¢druple bendici¨®n para alcanzar los cuatro puntos cardinales del desierto.
Los habitantes de las cuatro regiones del norte chileno le ofrecieron al Papa productos genuinos de estas tierras, desde cobre -una de las mayores riquezas del pa¨ªs- hasta tejidos de artesan¨ªa hechos por los pastores.
En la homil¨ªa de la misa, dedicada a una reflexi¨®n teol¨®gica sobre la Iglesia, dijo que su visita a Chile hab¨ªa tenido como finalidad contribuir -"con mi oraci¨®n, mi mensaje, mi aliento y el apoyo de la Iglesia univer sal"- a la "nueva evangelizaci¨®n de Chile".
Encuentro con los presos
Antes de la misa, Juan Pablo II se reuni¨® con unos 300 presos comunes en el patio de la c¨¢rcel de Antofagasta. El grupo de una docena de presos pol¨ªticos detenidos en este local hab¨ªa sido trasladado, al parecer, a otro recinto de detenci¨®n.
El Papa lanz¨® un discurso dirigido a todos los presos de Chile, a los que dijo: "S¨¦ que viv¨ªs en una situaci¨®n dif¨ªcil y dolorosa. El Papa, que a diario os acompa?a con su pensamiento y con su oraci¨®n, invoca para vosotros la ayuda de Dios". Les record¨® las palabras de Jes¨²s: "Mi yugo es suave y mi carga ligera", y les exhort¨® a acudir a ?l para "ser aliviados".
A?adi¨® el Papa que "Cristo es el ¨²nico que puede dar sentido a vuestra vida" y que en ?l se encuentra la liberaci¨®n completa, ya que ?l es, dijo, "quien nos libera de la esclavitud radical, origen de todas las dem¨¢s que es el pecado".
Un preso, Samuel la Rosa Rojas, vestido con gran elegancia, con traje gris, se dirigi¨® al papa Wojtyla en nombre de todos sus compa?eros diciendo: "Santidad, quienes hemos infringido la ley de los hombres, hemos perdido parte de nuestras vidas castigados por una sociedad inclemente de la cual formamos parte, y en consecuencia tambi¨¦n hemos contribuido a su degradaci¨®n".
Tras haber recitado las palabras del Padre Nuestro "perdona nuestras ofensas, as¨ª como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", hizo votos para que las oraciones del Papa por ellos puedan servir "para que este mundo que hoy gime con dolor de parto vea nacer de su dolor un mundo m¨¢s humano".
Al acabar subi¨® hasta la tribuna del Papa e hincando la rodilla le bes¨® la mano. Despu¨¦s le entreg¨® varios regalos, entre los que destacaba un gran crucifijo de madera construido por ellos. Juan Pablo II les dio las gracias diciendo: "Estos dones hablan de vuestro dolor, pero m¨¢s a¨²n de vuestra fe y de vuestra esperanza. Y ¨¦sta es mi esperanza para todos los presos de Chile".
Los presos acabaron cant¨¢ndole la canci¨®n Mensajero de la vida, testigo de la paz. El Papa se mezcl¨® despu¨¦s entre ellos, la mayor parte jovenc¨ªsimos, estrechando sus manos mientras le rodeaban como un escudo los guardias en uniforme.
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