En el coraz¨®n de las tinieblas
La depresi¨®n para quienes aman este pa¨ªs era el martes algo m¨¢s que una inclinaci¨®n de la naturaleza: casi una obligaci¨®n moral de sensibilidad ciudadana. Aquellas "?felices pascuas!" con que Alfons¨ªn salud¨® a sus compatriotas al regreso de su aventura en Campo de Mayo, aquel "la casa est¨¢ en orden; vayan a besar a sus hijos" quedaba demolido por el comandante Jorge Alberto Dur¨¢n que sublevaba su V Regimiento de Ingenieros de Salta, otra vez con la pamema de que se alzaba no contra el Gobierno constitucional pero que desconoc¨ªa al nuevo jefe de Estado Mayor Jos¨¦ Caridi, sustituto del retirado general H¨¦ctor R¨ªos Ere?¨².La jornada del lunes fue nuevamente infernal y todos los pol¨ªticos, los periodistas nacionales, los corresponsales, nos dec¨ªamos en privado lo que nos neg¨¢bamos, por voluntarismo o por prudencia, a admitir p¨²blicamente o por escrito: que el Ej¨¦rcito de Tierra argentino estaba sublevado por acci¨®n u omisi¨®n. Eso s¨ª, llen¨¢ndose la boca de unas extra?as manifestaciones de fidelidad constitucional dobladas por no menos raras afirmaciones de que cada alzamiento era una cuesti¨®n interna y privada del Ej¨¦rcito.
Gobierno debilitado
As¨ª las cosas, nada ha vuelto a la normalidad por m¨¢s que durante media jornada de ayer ninguna unidad del Ej¨¦rcito de Tierra haya decidido alzarse en armas. Pero los uniformados de tierra han logrado sembrar la confusi¨®n y debilitar notoriamente al Gobierno constitucional. Pasado el ojo del hurac¨¢n, los militares argentinos no se sienten para nada frustrados y sonr¨ªen de oreja a oreja. Es cierto que no quer¨ªan derrocar al Gobierno -todav¨ªa no pueden- pero han querido empujarlo y manosearlo. Y lo han conseguido.Han logrado, cuando menos, extender la confusi¨®n sobre supuestas concesiones del poder civil hacia los sublevados de la Semana Santa. Uno de los argumentos esgrimidos y aireados por enviados especiales bien intencionados pero desconocedores de la pol¨ªtica argentina reside en la presentaci¨®n hoy, jueves, de un dictamen de Juan Octavio Gaona, procurador general de la Naci¨®n, sobre la obediencia debida y sus alcances. Siempre suponi¨¦ndose que este dictamen mejorar¨ªa la situaci¨®n procesal de numerosos militares.
El dichoso dictamen no tiene nada que ver con los ¨²ltimos acontecimientos militares. El dicho dictamen se plante¨® dentro de la causa seguida contra el ex general Ram¨®n Camps, el carnicero de Buenos Aires, ex jefe de la polic¨ªa bonaerense durante la dictadura. Sus subordinados y procesados, el comisario Miguel Etchecolatz, el m¨¦dico policial Jorge Berg¨¦s y el cabo primero de la polic¨ªa federal Norberto Cozzani, a trav¨¦s de sus abogados defensores, solicitaron este dicho dictamen en procura de una exculpaci¨®n por obediencia debida. El procurador Gauna, que tiene ojos y o¨ªdos, aceler¨® su dictamen, que a¨²n ignora este corresponsal, por si as¨ª pod¨ªa contribuir a la pacificaci¨®n de los ¨¢nimos castrenses.
Pero sea como fuere y por m¨¢s que la ciencia jur¨ªdica del procurador Gauna sea mucha, se ignora c¨®mo se podr¨¢ conciliar la obediencia debida con la aplicaci¨®n de corriente alterna a los fetos de las embarazadas. No ser¨¢ este dictamen el que salve a determinados militares y polic¨ªas de la c¨¢rcel por comisi¨®n de delitos aberrantes contra las personas.
La segunda iniquidad difundida ha consistido en que el presidente Alfons¨ªn negoci¨® y pact¨® con el ex teniente coronel Aldo Rico, en Campo de Mayo, ofreci¨¦ndole promesas y perdones. Esta versi¨®n interesada pretende rebajar hasta la situaci¨®n de mero teatro el gesto imprevisto del presidente de exigir personalmente la rendici¨®n incondicional de los sediciosos.
Tambi¨¦n han logrado los rebeldes otra parte de sus objetivos. El presidente, por la cadena nacional de radiotelevisi¨®n, se ha visto obligado a dar explicaciones sobre sus actos en Campo de Mayo y se ha tenido que rebajar hasta pedir a sus edecanes presentes y testigos de su conversaci¨®n con Aldo Rico la corroboraci¨®n de sus palabras. "Ser¨ªa demencial", dijo Alfons¨ªn, "que yo hubiera negociado con Rico la composici¨®n de la c¨²pula del ej¨¦rcito".
Presumiblemente el Gobierno cometi¨® un error admitiendo la solicitud de pase a retiro del general H¨¦ctor R¨ªos Ere?¨². Hubiera sido m¨¢s inteligente sostenella y no enmedalla y mantenerle en su cargo por algunas semanas o meses. Pero desde meses atr¨¢s Ere?¨² era un cad¨¢ver militar y en estado de avanzada descomposici¨®n. Permanec¨ªa encerrado en su despacho del edificio Libertador como un zombi, sin comunicaci¨®n con los jefes de los cuerpos de ej¨¦rcito, absolutamente alejado de los cuadros medios de su tropa y, adem¨¢s, enfrentado hasta el punto de no dirigirse la palabra con el brigadier del Aire Ram¨®n Crespo, su par en la Fuerza A¨¦rea y quien mejor pod¨ªa ayudarle.
A R¨ªos Ere?¨², m¨¢s que al intocable Alfons¨ªn, le estaban montado un golpe por su supuesta pasividad y entreguismo ante los juicios militares, y se daba cuenta, y ante el peligro inminente qued¨® en estado catat¨®nico. Es verdad que exist¨ªa un clamor en el Ej¨¦rcito contra su persona -el cl¨¢sico traidor vendido al poder civil- pero su sustituci¨®n por el general Jos¨¦ Segundo Dante Caridi no se ha llevado a cabo por ning¨²n pacto ni concesi¨®n gubernamental a los sublevados. Tal es as¨ª que la broma militar emergi¨® nuevamente el pasado martes.
El enfado castrense por la designaci¨®n de Caridi no obedece s¨®lo a su reconocida lealtad por las instituciones democr¨¢ticas -aunque tiene pendiente una causa por violaci¨®n de derechos humanos en los tribunales de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, que deber¨¢ atender en los primeros d¨ªas de junio- sino que su nombramiento no obliga, por menor antiguedad en el mando, al retiro del general Alais, comandante del II Cuerpo de Ej¨¦rcito y encargado por el Gobierno de reprimir a Aldo Rico, atrincherado en Campo de Mayo.
Alais, 100 kilos en uniforme de combate, estuvo haciendo turismo por los alrededores de Campo de Mayo asegurando prepotentemente que iba a tomar la escuela de infanter¨ªa. ?l sab¨ªa que sus subordinados no ten¨ªan la menor de las intenciones de disparar un solo tiro contra las tropas de Aldo Rico, pero se pavone¨® atendiendo a los periodistas, sorbiendo mate, y ganando tiempo hasta lograr hartar al presidente y a sus propios conmilitones. Dante Caridi le ha pasado a retiro, por decisi¨®n propia, junto a otros dos generales.
El pivote de esta semana de pasi¨®n ha girado sobre el ex comandante Barreiro y sobre Aldo Rico, con el resto de las Fuerzas Armadas silenciosamente c¨®mplices. Barreiro es un nazi, desagradable hasta f¨ªsicamente, el gran interrogador de La Perla, el chupadero principal de C¨®rdoba. Oficial de inteligencia, dirig¨ªa los interrogatorios y dio picana personalmente y descapuchado. Tiene un sumario a sus espaldas por seis presuntos homicidios y quienes le conocen le tienen por capaz de lograr la erecci¨®n y la eyaculaci¨®n observando una sesi¨®n de tortura.
Aldo Rico es otra historia y otro personaje. Este hijo de asturianos emigrados super¨® por poco los ex¨¢menes de la escuela militar de la naci¨®n tras haber trompeado a un superior. Hiperactivo, se gradu¨® con los rangers estadounidenses.
En las Malvinas llev¨® a cabo acciones m¨¢s arriesgadas. Combati¨® permanentemente tras las l¨ªneas inglesas y despu¨¦s de la rendici¨®n del general Men¨¦ndez exigi¨® el fusilamiento del gobernador general de las islas y de sus tres generales inmediatos subordinados. Las condecoraciones que se le otorgaron por su desempe?o en la campa?a fueron congeladas por la ¨²ltima Junta Militar y desheladas y otorgadas por la Administraci¨®n democr¨¢tica de Alfons¨ªn.
Pero se lo pidi¨® el cuerpo y en una noche baj¨® con dos regimientos de infanter¨ªa desde su guarnici¨®n de Misiones, en la frontera brasilera, hasta Buenos Aires, Campo de Mayo y la Escuela de Infanter¨ªa en la que se atrincher¨®.
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