Reagan pasa a la ofensiva anticip¨¢ndose a la batalla final del 'esc¨¢ndalo Irangate'
Ronald Reagan se juega su presidencia en el juicio p¨²blico y televisado al pa¨ªs que ma?ana inicia el Congreso, y que durante tres meses tratar¨¢ de descubrir, al igual que ocurri¨® hace 14 a?os con el caso Watergate, qu¨¦ sab¨ªa y cu¨¢ndo supo el presidente sobre la venta de armas a Ir¨¢n y el desv¨ªo ilegal de fondos a la contra. Reagan, convencido de que la mejor defensa es un buen ataque, pas¨® ayer a la ofensiva con un discurso pronunciado en Nueva York en apoyo de su pol¨ªtica hacia Centroam¨¦rica. Reagan recalc¨® que abandonar a la contra "ser¨ªa la mayor victoria de la pol¨ªtica exterior [sovi¨¦tica] desde la Segunda Guerra Mundial". Pero el presidente, consciente de que el Irangate puede arruinar el futuro de la ayuda a los rebeldes antisandinistas, trat¨® de redefinir una pol¨ªtica hasta ahora puramente militar.
Nuevas revelaciones ponen en cuesti¨®n la idea de que el presidente actu¨® ¨²nicamente como una persona descuidada de los detalles y distante, que dej¨® hacer, delegando excesivamente y fue enga?ado por sus subordinados, tal como lo present¨® el informe de la comisi¨®n Tower.El ex embajador en Costa Rica, Lewis Tambs, dijo ayer que la ayuda que prest¨® a la contra desde su puesto en San Jos¨¦ fue por ¨®rdenes de altos funcionarios de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la CIA. Cit¨® espec¨ªficamente a Elliot Abrams, brazo derecho del secretario de Estado, George Shultz, para la pol¨ªtica hacia Latinoam¨¦rica en el Departamento de Estado. "Ahora la gente que nos dio ¨®rdenes est¨¢ tratando de presentarnos como unos incontrolados. Esto es una locura", declar¨® Tambs a The New York Times.
Tambi¨¦n se ha descubierto en los ¨²ltimos d¨ªas que la Administraci¨®n de Ronald Reagan consigui¨® que China y Polonia enviaran armas a los rebeldes antisandinistas. Un ex ayudante personal del presidente recib¨ªa 20.000 d¨®lares al mes de los hombres de Oliver North para que facilitara entrevistas con Reagan a los millonarios que daban dinero para la contra.
El presidente se defiende afirmando que ¨¦l s¨®lo les agradec¨ªa su contribuci¨®n financiera para pagar anuncios en televisi¨®n en apoyo de su pol¨ªtica contra Nicaragua, pero desconoc¨ªa que su dinero se empleara para armar a los rebeldes.
"El presidente sab¨ªa mucho m¨¢s de lo que dice, y no era el espectador confuso que presenta la Casa Blanca", seg¨²n se desprende de sus notas personales puestas a disposici¨®n del Congreso y de nuevos testimonios, afirma el presidente del comit¨¦ especial de investigaci¨®n del Senado, Daniel Inouye. No era un actor perif¨¦rico, estaba activamente implicado y estimul¨® a sus subordinados a ayudar a la contra cuando el Congreso lo hab¨ªa prohibido, a?ade Inouye.
Once senadores y 15 miembros de la C¨¢mara de Representantes sumar¨¢n sus esfuerzos a partir del martes, en sesiones conjuntas, para descubrir si el presidente y su Administraci¨®n violaron la ley de una forma deliberada o simplemente todo fue, como trata de presentarlo la Casa Blanca, un caso de infinita incompetencia.
Las audiencias del Congreso dirigir¨¢n tambi¨¦n sus esfuerzos a demostrar que la Administraci¨®n enga?¨® al Parlamento y utiliz¨® abusivamente a la CIA y al Consejo de Seguridad Nacional en operaciones encubiertas y posiblemente ilegales, poniendo en manos de la iniciativa privada la pol¨ªtica exterior norteamericana. El primer testigo ser¨¢ un personaje que hasta ahora no ha hablado y al que se considera crucial en la creaci¨®n de la red privada de ayuda a la contra: el general retirado de la Fuerza A¨¦rea Richard Secord.
Esta semana se confirm¨® que el Irangate fue m¨¢s que un error, fue tambi¨¦n un crimen. El fiscal especial del caso, el juez Lawrence Walsh, dict¨® el primer procesamiento en el esc¨¢ndalo por violaci¨®n de leyes penales, contra Carl Channell, bajo la acusaci¨®n de conspirar para defraudar al fisco, solicitando ayuda privada, exenta de impuestos, para armar a la contra.
Conspiraci¨®n criminal
El teniente coronel Oliver North, el ejecutor de la venta secreta de armas a Jomeini y del desv¨ªo de fondos a los rebeldes nicarag¨¹enses, ha sido citado por Walsh como c¨®mplice de Channell. El fiscal especial, que trabaja paralelamente a la investigaci¨®n del Congreso, est¨¢ persuadido de que podr¨¢ probar la existencia de una conspiraci¨®n criminal a los m¨¢s altos niveles del Gobierno.
La Casa Blanca reaccion¨® inmediatamente el pasado jueves afirmando que Ronald Reagan "no forma parte de esa conspiraci¨®n".
El esc¨¢ndalo, que ha paralizado una presidencia que hab¨ªa vivido una imagen de ¨¦xito ininterrumpido durante seis a?os, ha vuelto a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos despu¨¦s de una tregua producida por el cansancio de una historia que ya tiene seis meses y que no originaba nuevas revelaciones de peso.
El almirante John Poindexter, ex consejero de Seguridad Nacional y principal arquitecto del desv¨ªo de fondos a la contra, declar¨® el s¨¢bado a puerta cerrada ante los abogados de los comit¨¦s parlamentarios.
Poindexter, que ha conseguido una inmunidad limitada para contar todo lo que sabe, es el testigo clave de los que acusan al presidente de estar ocultando su participaci¨®n en el esc¨¢ndalo. Al parecer, el almirante ca¨ªdo en desgracia ha dicho a sus amigos que est¨¢ dispuesto a declarar que siempre actu¨® bajo estrictas ¨®rdenes de Reagan, al que al menos en dos ocasiones cont¨® que se estaba desviando dinero procedente de Ir¨¢n para armar a la contra, algo que el Congreso hab¨ªa prohibido.
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