Estado de la imperfecci¨®n
El estado natural de la democracia es la imperfecci¨®n. A veces -muy pocas- alcanza la gracia; cuando los ciudadanos adictos la aceptan como imperfecta y asumen que es un r¨¦gimen en construcci¨®n continua cuyo edificio jam¨¢s estar¨¢ terminado: un sistema sin final posible.El misterio de esta infinitud es que la democracia se invent¨® para permitir la existencia de una din¨¢mica de vida que se produce fuera de su control de gobierno, y a veces contra ¨¦l: la sociedad produce unos cambios casi biol¨®gicos que la van modificando y conformando, que son igualmente continuos e imprevisibles ("dos y dos son cuatro hasta nueva orden", dec¨ªa Einstein) y que hacen antiguo lo reci¨¦n legislado. Todo Gobierno es conservador, en el sentido de que traza un cuadro de actuaci¨®n largo y trata despu¨¦s de que la sociedad se asimile a ¨¦l; se resiste a los cambios. Es rato que tenga la plasticidad suficiente para cambiar; cuando se ve obligado, no suele reconocerlo sino que prefiere distorsionar su lenguaje para incluir el cambio de una manera sem¨¢ntica, y no pol¨ªtica o social. A veces acude al silencio, a la ignorancia deliberada de lo que est¨¢ ocurriendo, y acepta el cambio social en forma de tolerancia, de permisividad o de no aplicaci¨®n de las leyes. Cuando m¨¢s aumenta ese paquete muerto, m¨¢s dif¨ªcil es su situaci¨®n o su credibilidad: se distancia de la sociedad.
Lo que se llama aqu¨ª din¨¢mica de vida es algo que coincide en parte con lo que se define como aceleraci¨®n cient¨ªfica y como aceleraci¨®n hist¨®rica. La figura consiste en que cada hallazgo de la ciencia capaz de percutir sobre la sociedad produce un n¨²mero n de inventos paralelos y de modificaciones sobre los que ya se ten¨ªan como adquiridos, los cuales a su vez producen otros y repercuten sobre otros; estos hechos son capaces de variar el sentido de la historia -hasta el punto de darle otro sentido, susceptible de variar a su vez r¨¢pidamente- y de la manera de enfrentarse a ella o de querer dirigirla.
Hay dos mezclas diab¨®licas en todo ello. Una, que no estamos seguros de que el hallazgo reci¨¦n hecho y los cambios a que d¨¦ lugar van en el buen sentido; pueden ser errores de una enorme fecundidad, capaces de producir cat¨¢strofes. La otra mezcla es la de la acumulaci¨®n que se produce: la intromisi¨®n de lo actual, o de lo ¨²ltimo, no invalida enteramente lo anterior, sino que se acumula a ello. Da la misma forma que un o¨ªdo afinado puede recibir hoy con el mismo placer a Penderecki, a Chopin y las reconstrucciones de los troveros medievales, un pensador pol¨ªtico puede recibir hoy mensajes v¨¢lidos de todos los siglos. Esta no es una cuesti¨®n meramente abstracta, sino que se plantea en la vida cotidiana. Creo que era Jung quien dec¨ªa que el progreso es como un el¨¢stico: su origen est¨¢ perfectamente fijo en los or¨ªgenes del hombre -?quiz¨¢ antes de ¨¦l?- y su punta avanza vertiginosamente, sin romper la cinta. En nuestro globo coinciden hoy grupos de civilizaci¨®n prehist¨®rica con creadores y protagonistas de vuelos espaciales. Y en un pa¨ªs: una Espa?a jurdana es simult¨¢nea a otra tecnol¨®gica. Todo puede reunirse en una misma ciudad. Pero la limpieza te¨®rica de esta cinta cronol¨®gica no existe: cada sector influye decisivamente sobre los otros y no les permite nunca ser due?os de la raz¨®n, ni siquiera de la fuerza. Quiz¨¢ uno de, los ejemplos m¨¢s visibles de la historia reciente haya sido Vietnam: bamb¨² afilado contra helic¨®pteros con misiles y herbicidas, representando, al mismo tiempo la prehistoria y la modernidad, pero tambi¨¦n ideolog¨ªas -modos de vida- contrapuestas y, sin embargo, capaces de modificarse mutuamente (Vietnam cambi¨® la sociedad americana). Ahora mismo estamos viendo cruzarse formas medievales de pensamiento, guerra y conducta en el Oriente ¨¢rabe, con lo que se supone que es la ¨²ltima t¨¦cnica.
Ning¨²n Gobierno democr¨¢tico es ajeno a todo este conjunto. Una dictadura es capaz de hacer una mayor abstracci¨®n y de aceptar la idea de que todas las diferencias hist¨®ricas actuales forman parte de un orden; puede hacerlo hasta un pensamiento liberal que crea en los merecimientos y las recompensas o hasta en la justicia distributiva darwiniana de la supervivencia del m¨¢s apto (asumiendo el error de m¨¢s apto = m¨¢s fuerte). Pero en la pol¨ªtica pr¨¢ctica, una democracia est¨¢ forzada a integrarlo todo, aunque no quiera. Un pa¨ªs medio como el nuestro puede sentir la llamada tecnol¨®gica de Jap¨®n o de Estados Unidos, pero est¨¢ expuesta a la presi¨®n de la vieja hambre isl¨¢mica y africana, y todas las re¨²ne dentro de su territorio.
Por eso la perfecci¨®n de una democracia est¨¢ en su imperfecci¨®n; es decir, en la capacidad pl¨¢stica para asumir que el edificio no se terminar¨¢ nunca. Un gobernante que piense en t¨¦rminos de cuatro, ocho o 16 a?os es alguien que, insensiblemente, est¨¢ tratando de detener el tiempo tal como es ahora para desarrollar sus proyectos a partir de ¨¦l, como si todo lo dem¨¢s no estuviese en ebullici¨®n. Pero ?puede hacerlo de otra manera? La alternativa es gobernar al d¨ªa; pero la mec¨¢nica, el tempo de producir medidas de gobierno, es m¨¢s lento que la din¨¢mica de vida, aunque no se una su conservadurismo de estado a esta lentitud. Sobre todo es una ¨¦poca en la cual los gobernados son perfectamente sensibles a lo imprevisible del futuro; saben o perciben que la din¨¢mica de vida, la aceleraci¨®n hist¨®rica y cient¨ªfica, va a cambiar en cualquier sentido inesperado. Se sabe, porque la invenci¨®n de un insecticida poderoso modific¨® toda la mortalidad en ?frica, vari¨® su demograf¨ªa y la mentalidad adecuada a la media de vida humana, y algunas personas ven en ello la causa original de la presi¨®n que acab¨® con los imperios coloniales y modific¨® enteramente la situaci¨®n de Europa y, con ella, la del mundo. Puede ser una visi¨®n muy parcial. Pero se puede sospechar ahora, dentro de lo imaginable -porque una de las incertidumbres del futuro es lo que en ¨¦l est¨¢ aquello para lo que no tenemos hoy capacidad de imaginaci¨®n-, un chip cualquiera puede cambiar todas las formas de trabajo, la relaci¨®n de ¨¦ste con el capital, y todo el sistema de mercados y de centros hegem¨®nicos geogr¨¢ficos: puede influir en la vuelta de las revoluciones o en su destierro definitivo. O en no se sabe qu¨¦.
El ciudadano imperfecto se conforma con el presente; quiere ver una democracia tan imperfecta como ¨¦l, construyendo cada d¨ªa el edificio que no se acabar¨¢ jam¨¢s, incluso destruyendo sus partes in¨²tiles y ornamentales, o pasadas ya antes de inaugurarse. Al contacto de esta din¨¢mica de vida hemos visto, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª -preferentemente aqu¨ª, porque la acumulaci¨®n hist¨®rica ha sido m¨¢s r¨¢pida-, destruirse partidos en el poder y en la oposici¨®n. Lo que a veces ha parecido un misterio no ha sido m¨¢s que una contradicci¨®n entre la din¨¢mica de vida real y la lentitud ideol¨®gica para adoptarla. Hubiera sido m¨¢s veloz Su¨¢rez en su transici¨®n (adoptando la din¨¢mica de la sociedad circundante), y no habr¨ªa terminado en el infierno de la oposici¨®n sin esperanzas. Como Carrillo, como Fraga.
Aqu¨ª ya no hacen falta profetas ni mes¨ªas, ni predicadores de futuro, aun a corto plazo, sino administradores democr¨¢ticos de todo este caos imperfecto; gentes capaces de confesar -orgullosamente- que es el tiempo el que les muda, el que les hace ver cada d¨ªa como algo nuevo. Menos dotados para el poder y la gloria y el nombre en los libros de bachillerato, m¨¢s aptos para comprender el d¨ªa a d¨ªa. La din¨¢mica de vida, de otra forma, se va haciendo sin ellos. Como ordenada por un Gobierno fantasma.
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