La 'amenaza' rusa
En los 42 a?os de historia nuclear, ahora es posible, pr¨¢cticamente por primera vez, anticipar de manera racional algunas medidas de desarme nuclear y no meras limitaciones al incremento de los arsenales nucleares. Poco tiempo antes de que finalice el mandato del presidente Reagan (enero de 1989), probablemente habr¨¢ un acuerdo para desmantelar los misiles de corto y medio alcance que hoy amenazan a Europa desde las bases sovi¨¦ticas y americanas. Un acuerdo de este tipo no va, de ninguna manera, a desnuclearizar a Europa, ya que a¨²n quedar¨¢n varios miles de cabezas de otros tipos prontas para ser disparadas desde ambos lados de la cortina de hierro. Sin embargo, tanto psicol¨®gica como pol¨ªticamente ser¨¢ de gran importancia que por primera vez los dos arsenales capaces de destruir a la humanidad reduzcan ligeramente su tama?o.De todos modos, a¨²n tan exiguo proyecto est¨¢ levantando una serie de angustiosas advertencias sobre la gran superioridad num¨¦rica de los ej¨¦rcitos sovi¨¦ticos y sus armas convencionales, una superioridad que ciertamente les facilitar¨ªa la ocupaci¨®n de Europa occidental una vez eliminados los misiles de corto y medio alcance. En el presente art¨ªculo quisiera valorar, sobre un fundamento hist¨®rico, la verosimilitud de una aventura militar semejante.
En los primeros 20 a?os del siglo XVIII, el zar Pedro el Grande luch¨® por establecer la soberan¨ªa rusa en lo que ahora son las rep¨²blicas sovi¨¦ticas de Estonia, Letonia y Lituania. Medio siglo m¨¢s tarde, la zarina Catalina la Grande (1762-1769) extendi¨® el poder ruso a las costas septentrionales del mar Negro e intervino en las tres particiones que destruyeron el reino de Polonia y dividieron su territorio entre Rusia, Prusia y Austria. A lo largo del siglo XIX, la Rusia imperial y el imperio de los Habsburgo eran constantes rivales en los Balcanes: reduciendo la presencia turca en la Europa suroriental y protegiendo a los nuevos y peque?os re¨ªnos de Bulgaria, Ruman¨ªa y Serbia. En 1914, estos imperios sellaron su propia destrucci¨®n aventur¨¢ndose en una guerra mundial con el fin de salvaguardar sus conflictivos intereses pol¨ªtico-militares en la pen¨ªnsula balc¨¢nica.
Despu¨¦s de derrocar a la dinast¨ªa de los Romanov y crear la URSS, en noviembre de, 1917, los bolcheviques firmaron por separado una paz con la Alemania imperial (el tratado de Brest-Litovsk), con el ardiente deseo de que pronto todos los poderes imperialistas se destruir¨ªan entre s¨ª y las revoluciones irrumpir¨ªan en los pa¨ªses industriales m¨¢s avanzados de Europa, principalmente Alemania y el Reino Unido. Ese deseo result¨® ser s¨®lo una ilusi¨®n. En efecto, despu¨¦s de la rendici¨®n de Alemania, en noviembre de 1918, las potencias imperialistas vencedoras, Reino Unido, Francia, EE UU y Jap¨®n, enviaron tropas a Rusia, en un vano intento (1919-1921) de destruir la revoluci¨®n comunista en su origen. La Rusia sovi¨¦tica sobrevivi¨®, pero en Occidente no triunf¨® ninguna revoluci¨®n y, a finales de 1928, Josif Stalin tom¨® la hist¨®rica decisi¨®n de construir el socialismo en un pa¨ªs.
En los casi 60 a?os transcurridos desde esa decisi¨®n, los sovi¨¦ticos han utilizado continuamente a los partidos comunistas occidentales como portavoces propagand¨ªsticos e instrumentos de oposici¨®n pol¨ªtica en los parlamentos y sindicatos occidentales, pero en ning¨²n momento han tenido la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de llevar a cabo una invasi¨®n militar.
En los tres ¨²ltimos siglos, las tropas rusas han luchado en Europa, al oeste de Polonia, en dos ocasiones; las dos veces respondiendo a la urgente invitaci¨®n de sus aliados occidentales. En los a?os 1813-1815 ayudaron al Reino Unido, Austria y Prusia para derrocar a Napole¨®n, el megal¨®mano iluminado, y en 1944-1945 cooperaron con el Reino Unido y EE UU para destruir a Hitler, el megal¨®mano fan¨¢tico. Los l¨ªmites de la ocupaci¨®n militar sovi¨¦tica en Europa central se establecieron en 1945, por medio de negociaciones entre los sovi¨¦ticos y las potencias aliadas en la guerra contra Hitler. La presencia de bases y tropas sovi¨¦ticas en la Europa oriental y de bases y tropas de EE UU en la Europa occidental son el resultado de acuerdos establecidos durante la II Guerra Mundial. Ambas fuerzas siguen estando presentes como socio mayoritario en las alianzas de la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Observados sin paranoia, los antecedentes hist¨®ricos son muy claros y, desde un punto de vista europeo occidental, tranquilizantes. Los gobernantes rusos, imperiales o sovi¨¦ticos, han estado siempre preocupados por sus fronteras b¨¢lticas, polacas, balc¨¢nicas y turcas que miran hacia Europa, pero nunca han aspirado a actuar militarmente al oeste de Polonia. El temor real de invasi¨®n lo han tenido ellos: las experiencias de Napole¨®n, las intervenciones antisovi¨¦ticas de 1919-1921 y la invasi¨®n de Hitler. Sus fronteras con China, India, Pakist¨¢n, Afganist¨¢n, Ir¨¢n, Turqu¨ªa y Polonia siempre han sido zonas de fricci¨®n militar, independientemente de qui¨¦n gobernaba cada uno de esos pa¨ªses en cualquier momento dado. Esa situaci¨®n de tensi¨®n general tambi¨¦n existe hoy y significa que los dirigentes sovi¨¦ticos tienen tantos problemas a lo largo de sus fronteras como para pensar en una ocupaci¨®n de Europa occidental o de Amerika.
Junto con las evidencias hist¨®ricas que he resumido, hay otra muy buena raz¨®n para que Occidente haga acuerdos de desarme con el actual Gobierno sovi¨¦tico. No quisiera exagerar el alcance de los cambios iniciados por Mijail Gorbachov. La URSS todav¨ªa es una dictadura centralizada y burocr¨¢tica. Pasar¨¢ mucho tiempo, si alguna vez sucede, antes de que los pueblos sovi¨¦ticos, gocen de libertades personales y existan organizaciones pol¨ªticas y sindicales libres, tal como ¨¦stas se entienden en Occidente. Pero con Gorbachov como personalidad dominante, el Gobierno sovi¨¦tico est¨¢ exhibiendo signos de flexibilidad que pocos a?os atr¨¢s no pod¨ªan ni siquiera so?arse: autorizaci¨®n para iniciativas econ¨®micas privadas en peque?a escala por primera vez desde 1920; la liberaci¨®n de algunos prominentes prisioneros pol¨ªticos; ofertas absolutamente cre¨ªbles de desarme nuclear; un debate abierto, aunque no exento de censura, con pol¨ªticos e intelectuales europeos y americanos. Ciertamente, el despotismo ilustrado de Gorbachov es preferible al sadismo paranoico de Stalin o al corrupto inmovilismo de Breznev. No tenemos manera de saber cu¨¢n profunda o permanentemente ser¨¢ capaz Gorbachov de reformar las instituciones sovi¨¦ticas, pero, en nuestro propio inter¨¦s, debemos reforzar su prestigio, al tiempo que damos los primeros pasos hacia el desarme nucler. Y, en base a unos esclarecedores antecedentes hist¨®ricos, no hay ninguna raz¨®n para temer la invasi¨®n sovi¨¦tica de una Europa pr¨®spera e internamente pac¨ªfica.
Traducci¨®n de Carlos Scavino.
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