Reagan vuelve a perder credibilidad tras las declaraciones de McFarlane
La credibilidad del presidente norteamericano, Ronald Reagan, ha sufrido un nuevo deterioro tras las declaraciones ante el Congreso de su ex consejero de Seguridad Nacional Robert McFarlane. Por primera vez desde el inicio de las audiencias p¨²blicas y televisadas, un funcionario de la Casa Blanca ha tenido que dimitir por su participaci¨®n en la entrega de dinero a la contra. Se trata de Jonathan Miller, intendente de la mansi¨®n presidencial, que convirti¨® en met¨¢lico y entreg¨® al l¨ªder antisandinista Arturo Cruz cheques de viaje que le dio el teniente coronel Oliver North.
El cerco del Irangate se estrecha alrededor de la Casa Blanca y se acumulan testimonios sobre ilegalidades y un posible cuadro de conspiraci¨®n a cargo de miembros de la Administraci¨®n. Reagan, que esta semana llam¨® por tel¨¦fono a McFarlane para decirle que su testimonio "est¨¢ arrojando nueva luz", contin¨²a imperturbable. Ayer, el presidente declar¨® que no ve ning¨²n signo de que "haya sido mortalmente herido" por las revelaciones producidas hasta ahora. "No creo que la gente est¨¦ descontenta de lo que hemos estado haciendo", agreg¨®.Los repetidos intentos de McFarlane de aceptar toda la responsabilidad no son aceptados por los investigadores del Congreso. "Aprecio su voluntad de asumir toda la responsabilidad, pero no puedo aceptar su respuesta. Como consejero de Seguridad, usted era el portavoz del presidente. ?l tambi¨¦n debe ser responsable", afirm¨® el congresista Lee Hamilton, presidente del comit¨¦ investigador de la C¨¢mara de Representantes, al concluir el interrogatorio de casi 20 horas a que fue sometido esta semana McFarlane. ?ste respondi¨® a Hamilton: "Expresa usted elocuentemente un sentimiento colectivo. No tengo nada que replicar".
Sin embargo, los comit¨¦s de investigaci¨®n no parecen, tras dos semanas de interrogatorio, querer apretar demasiado a Reagan. Los republicanos, por motivos pol¨ªticos partidarios, y los dem¨®cratas, porque no se atreven a ir hasta el final con un presidente muy popular (la Casa Blanca dijo ayer que su ¨ªndice de popularidad est¨¢ otra vez por encima del 50%) y no quieren ser acusados de acabar con otra presidencia. "Nuestro objetivo no es el presidente", advirti¨® ayer Daniel Inouye, presidente del comit¨¦ de investigaci¨®n del Senado.
McFarlane, un ex marine atormentado que s¨®lo hace tres meses intent¨® suicidarse para expiar su culpa por el mayor desastre de la presidencia de Reagan, s¨®lo ha protegido a ¨¦ste a medias. Revel¨® que el presidente orden¨® que no le faltara nada a la contra, cuando el Congreso hab¨ªa prohibido la ayuda. Confirm¨® que la Casa Blanca enga?¨® al Congreso, tanto sobre la venta de armas a Ir¨¢n como sobre la operaci¨®n de ayuda a los antisandinistas. Ha dicho que Reagan, personalmente -y tambi¨¦n ha implicado en esto al vicepresidente, George Bush-, aprob¨® un plan de rescate con el pago de "sobornos" para liberar a rehenes norteamericanos en L¨ªbano.
Tambi¨¦n ha revelado, en contra de lo defendido hasta ahora por la Casa Blanca, que los saud¨ªes dieron m¨¢s de 30 millones de d¨®lares (unos 3.750 millones de pesetas) a los antisandinistas, curiosamente poco despu¨¦s de que el presidente se entrevistara con el rey Falid. Reagan, personalmente, "no recuerda" dos entrevistas que mantuvo con el monarca. Si al comienzo de la semana no estaba a¨²n claro que la Administraci¨®n solicit¨® dinero para armas a terceros pa¨ªses, ahora es ya evidente. Incluso parece que lo hizo el propio presidente. Su portavoz asegura que, incluso si esto es cierto, no era ilegal emplear ese dinero en armas.
Dos personajes secundarios, Richard Owen y Gaston Sigur, han seguido a McFarlane como testigos, ofreciendo detalles que desmontan la tesis de que North era un Rambo incontrolado. "Nunca pens¨¦, ni por un minuto, que North actuara por su cuenta", declar¨® Gaston Sigur, funcionario del Departamento de Estado y ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional (NSC). Sigur ha contado c¨®mo prepar¨® entrevistas con representantes de terceros pa¨ªses a los que North solicitaba ayuda para los contra. "No recuerdo", ha explicado, "que McFarlane me dijera que no solicit¨¢ramos dinero".
Owen relat¨® c¨®mo, en una noche lluviosa de 1985, esper¨® en una acera de la Casa Blanca con un sobre con dinero, que entreg¨® a un l¨ªder indio nicarag¨¹ense -al parecer, Brooklyn Rivera- que pas¨¦ con su coche sin parar. Era el pago para que se uniera a la contra y abandonara las negociaciones con el Gobierno sandinista.
La DEA y el rescate
La operaci¨®n de rescate de rehenes, aprobada personalmente por el presidente y repetidamente negada por ¨¦ste, utiliz¨®, sin permiso del Congreso, a la agencia norteamericana antidroga, la DEA. Se emplearon 500.000 d¨®lares para sobornos y otros 1,5 millones para pagos de rescate, pero nunca se logr¨® la liberaci¨®n de un reh¨¦n. La DEA ha admitido a los investigadores del Congreso, seg¨²n declaraci¨®n del senador Paul Trible, que puso dos de sus agentes a disposici¨®n de la Casa Blanca y m¨¢s de 30.000 d¨®lares iniciales, que luego fueron aumentados con dinero procedente de la CIA.El resto del dinero fue transferido, asegur¨® Trible en el Congreso, desde cuentas bancarias controladas por North y Secord en Suiza, y sirvi¨® para pagar a confidentes y agentes de la DEA en Europa y Oriente Pr¨®ximo.
Dos ciudadanos norteamericanos detenidos el pasado octubre en Madrid con millones de d¨®lares formaban, al parecer, parte de esta operaci¨®n. El Ministerio de Justicia reconoce que dos agentes de la DEA fueron transferidos al NSC, pero s¨®lo para suministrar informaci¨®n, no para ejecutar una operaci¨®n de rescate. Estas dos personas han declarado a puerta cerrada ante los comit¨¦s del Congreso y ante el fiscal especial.
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