Las drogas sin p¨¢nico
?Interesa realmente el tema de las drogas a nuestra sociedad? La respuesta parece que deber¨ªa ser estruendosamente afirmativa: constantemente o¨ªmos hablar del problema de la droga -as¨ª, en singular mayest¨¢tico y un¨¢nime-, se la declara el mayor enemigo de la humanidad en nuestro tiempo, se promulgan tremendas categor¨ªas penales contra ella, los cruzados de la causa que la combaten abarcan desde los helic¨®pteros americanos que bombardean las plantaciones de coca en Bolivia (con el benepl¨¢cito, esta vez de la progres¨ªa clarividente) hasta comunidades ciudadanas exasperadas. Psiquiatras, polic¨ªas, curas obreros y de los otros, magistrados, etarras, farmac¨¦uticos, todo el mundo nos habla sobre el feroz asunto. Los pol¨ªticos de todas las tendencias nunca olvidan el tema y cada cual se propone a sus electores como el intocable Elliot Ness destinado a acabar con la plaga.Salvo honrosas excepciones, al seminario de Cuenca no asisti¨® nadie de quienes institucional o vocacionalmente deber¨ªan haberse sentidos concernidos por este debate. Parece pues de nuevo obligado repetir la pregunta: ?interesa realmente el tema delas drogas? ?Quiere alguien discutir cu¨¢les son, por qu¨¦ lo son, desde cu¨¢ndo lo son, c¨®mo son? ?Es adecuado preguntarse c¨®mo comenz¨® su prohibici¨®n, para qu¨¦, en nombre de qu¨¦? ?Es oportuno indagar qu¨¦ problema suponian antes de su prohibici¨®n y que problema han llegado a constituir despu¨¦s de esta? ?O el caso ha sido ya sentenciado sin necesidad de oir a las partes ni examinar la evidencia disponible? El primero de los ponentes del seminario conquense fue el profesor Albert Hofmann, el eminente qu¨ªmico suizo que descubri¨® la dietilamida de ¨¢cido lis¨¦rgico -mundial mente popularizada bajo las siglas LSD- cuando investigaba las propiedades curativas de los alcaloides derivados del comezuelo del centeno para la casa Sandoz de B¨¢silea. Llamado por el poeta y Mi¨¦dico Walter Vogt, el ¨²nico invento alegre del siglo XX", el LSD es lo que el doctor Hofmann d¨¦nomina una sus tancia enteog¨¦nica (literalmente interiorizadora del dios) como otros productos naturales utilizados en rituales cham¨¢nicos: as¨ª ciertos hongos mexicanos del tipo psilopybe o -las semillas de ol¨®li¨²qui. El efecto de estas sus tancias consiste en ampliar el registro perceptivo del hombre, re vel¨¢ndole nuevos aspectos de una realidad hasta entonces m¨¢s reducida por nuestras determinaciones sensoriales. La r¨ªgida contraposici¨®n sujeto/objeto se transforma al oscilar los l¨ªmites de 16 que podemos ver, o¨ªr, tocar y gustar; la sensaci¨®n oce¨¢nica as¨ª inducida puede dar lugar aexperiencias de ¨ªndole religiosa, de tipo est¨¦tico o a una profundizaci¨®n de la capacidad introspectiva. El LSD es la m¨¢s activa de todas las sustancias psicotr¨¢picas conocidas, no produce adicci¨®n y no se le conoce dosis por alta que sea de resultados directamente letales. Aunque el m¨¢s popular de sus propagandistas fue el superficial Timothy Leary, esp¨ªritus mucho m¨¢s selectos, como Huxley o J¨¹nger han considerado esta droga como un potenciador-excepcional de las capacidades humanas. En posteriores estudios en colaboraci¨®n con Gordon Wasson, el profesor Hofffiann ha cre¨ªdo posible relacionar el LSD con el brebaje kykeo? que beb¨ªan los iniciados de- Eleusis durante la ceremonia de los misterios.
Cl¨¢sicos y droga
El segundo de los ponentes y director de este encuentro fue el profesor Antonio, Escohotado, autor de una monumental historia de las drogas, a trav¨¦s de las distintas ¨¦pocas y culturas. El ponente examin¨® la actitud ante las drogas de los autores cl¨¢sicos de la antiguedad, que nunca consideraron moral ni socialmente provechosa la abstinencia, sino que recomendaban la sobria ebrietas, es decir, el uso regulado por la fuerza espiritual que busca -con riesgo propio- el conocimiento y la exaltaci¨®n. S¨®crates en el Banquete plat¨®nico es quiz¨¢ el model¨¢paradigm¨¢tico de esta embriaguez l¨²cida. Escohotado analiz¨® despu¨¦s las circunstancias hist¨®ricamente ambiguas de la interdicci¨®n del ¨®pio en China y prob¨® con datos fehacientes que fue esta persecuci¨®n la que dispar¨¦ el aumento de consumo, regularizado despu¨¦s cuando ¨¦ste fue autorizado. Uno de los aspectos m¨¢s interesantes de la intervenci¨®n de Escohotado fue su insistencia en subrayar que hoy, a causa del prohibicionismo reinante, ninguna de las drogas que se consumen es lo que su nombre indica, por lo que resultan o totalmente inocuas o incontrolablemente peligrosas.
A continuaci¨®n intervino Thomas Szasz, uno de los intelectuales m¨¢s notables de nuestros d¨ªas en el campo de la investigaci¨®n m¨¦dica y de la reflexi¨®n sobre la sociolog¨ªa de la medicina. Profesor de psiquiatr¨ªa en la Universidad de Nueva York, autor de obras que se recomiendan por su t¨ªtulo mismo, como El mito de la enfermedad mental, ?tica del psicoan¨¢lisis, La teolog¨ªa de la medicina y de un tratado sobre drogas ceremoniales, Szasz es un tipo de intelectual desconcertante para los gustos clasificatorios europeos: un liberal radical, de gran preparaci¨®n t¨¦cnica y human¨ªstica, algo as¨ª como un cruce entre Russell y Foucault. Su conferencia vers¨® sobre La moralidad del control de las drogas, precedida por una frase de Casanova como p¨®rtico: "En manos del sabio, el veneno es medicina; en manos del est¨²pido, la medicina es veneno". En la medieval etapa teocr¨¢tica, los s¨²bditos aceptaban la uni¨®n entre Iglesia y estado; hoy aceptamos la uni¨®n entre medicina y estado. La palabra droga no es un t¨¦rmino cient¨ªfico, sino una consideraci¨®n pol¨ªtica. Las drogas no son ante todo un problema a resolver sino un. derecho a reivindicar. El Estado no tiene m¨¢s legitimidad para prohibir ideas pol¨ªticas, libros pornogr¨¢ficos o doctrinas religiosas que para vetar determinadas sustancias llamadas drogas. La noci¨®n fundamental en el planteamiento de Sz¨¢sz es la casi sonrojante olvidada de responsabilidad. la aut¨¦ntica degradaci¨®n moral y pol¨ªtiea no es consecuencia del abuso de ninguna daflina droga, sino de la delegaci¨®n culpable de nuestra responsabilidad de seres aut¨®nomos en manos del Estado. No hay peor adicci¨®n que ¨¦sta ni de m¨¢s aciagas consecuencias, como est¨¢ a la vista de quien quiera ver.
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