Concluye la mayor feria norteamericana del libro
12.000 libreros se dieron cita en Washington
En la ¨²ltima noche de la mayor feria del libro norteamericana (la American Booksellers Association, ABA), que se clausur¨® el lunes, los organizadores ofrecieron un baile en The Dakota, una monumental sala a la que acudieron unos 12.000 libreros. Fue como esas fiestas del Misuri con refresco de ponche para la celebraci¨®n de la recogida o venta de las cosechas. Una forma muy norteamericana de hacer y de entender el sentido de los negocios, no importa lo sofisticado que sea aquello que se intercambie.
Durante los cuatro d¨ªas de la feria, por sus pasillos ha discurrido un personaje dif¨ªcil de encontrar en otras partes. Se trata de una librera cuarentona que arrastra un carrito como de la compra en el que carga la informaci¨®n, cat¨¢logos, prepublicaciones, agendas, que cree ¨²tiles. Con ello volver¨¢ a su ciudad de residencia, probablemente en un Estado apartado de los centros de producci¨®n intelectual, y s¨¦ valdr¨¢ de esta visita a la feria para orientarse durante el a?o. Este personaje con aspecto de campesina y andar taciturno suele ser un vendedor cualificado, formado en escuelas para libreros y atento a actualizar sus conocimientos de organizaci¨®n, promoci¨®n o gesti¨®n tan pronto encuentra una oportunidad como esta convenci¨®n.El contacto entre editores y libreros a trav¨¦s de esta feria gigantesca no es s¨®lo una especie formal de relaciones p¨²blicas. Los libreros compran sobre cat¨¢logos novedades que aparecer¨¢n de tres a seis meses m¨¢s tarde, y las tiradas las deciden los editores bas¨¢ndose en el inter¨¦s que despiertan sus ofertas.
Los libreros act¨²an, pues, a modo de un sondeo directo del mercado y decidiendo directa o indirectamente sobre la producci¨®n. As¨ª un fen¨®meno general pero muy patente en esta feria, y espectacularmente norteamericano, es la profusi¨®n de libros que no provienen tanto de un escritor profesional como de un personaje popular, sea quien sea. Desde un delincuente a una visionaria, desde un cantante a un lanzador de jabalina, pueden encontrar mejores condiciones para el ¨¦xito literario que el m¨¢s afamado escritor.
Dif¨ªcil equivalencia
Sin duda en Estados Unidos existen centros de producci¨®n editorial de clase muy variada, y la producci¨®n de las universidades no encuentra f¨¢cil equivalencia en otros pa¨ªses. Pero siendo esto as¨ª, lo cierto es que el comercio del libro parece imponer un tipo de producto muy ajeno a quien considerara la escritura como el veh¨ªculo m¨¢s selectivo de la comunicaci¨®n cultural. El ¨²ltimo n¨²mero de la revista New Republic, repartido en los d¨ªas de la feria como un extraordinario dedicado al fen¨®meno de la edici¨®n, contiene un f¨²nebre ensayo de Ted Solotaroff, veterano editor de Harper and Row, sobre el porvenir de los libros. En su opini¨®n, la formaci¨®n de grandes conglomerados en el mundo de la edici¨®n y sus rapaces motivaciones est¨¢n acabando con la creaci¨®n de cultura. Es un planteamiento apocal¨ªptico que no parece, sin embargo, alcanzar una total confirmaci¨®n.El vicepresidente de la feria, mister Kadrak, comentaba que los avances tecnol¨®gicos permiten m¨¢s que nunca la rentabilidad de productos en peque?a escala y que pocas editoriales poderosas renuncian hoy a diversificarse en l¨ªneas y colecciones diferentes. Pero siendo as¨ª, es tambi¨¦n cierto que ese librero norteamericano de aspecto rural, centinela del gusto que hace ¨¦xitos de venta, marca m¨¢s de lo que parece el rumbo de una promoci¨®n editorial que est¨¢ llenando las estanter¨ªas del mundo.
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