El decorado de la sangre, en el primer gran ¨¦xito de Luchino Visconti
La ca¨ªda de los dioses supuso el primer gran ¨¦xito comercial de Luchino Visconti en Estados Unidos y tambi¨¦n -es posible establecer un nexo entre lo uno y lo otro- el inicio de una serie de filmes en los que se entremezclaba nazismo, homosexualidad, decadencia, sadomasoquismo y ¨®pera.Que las imitaciones o continuaciones no fueran demasiado distinguidas no debiera pesar. sobre la obra de Luchino Visconti pero lo cierto es que, pasado el impacto de la novedad, resulta dif¨ªcil afirmar que La ca¨ªda de los dioses es distinta o mejor que Portero de noche, por poner un ejemplo obvio.
En ambos casos, el nazismo es la formulaci¨®n pol¨ªtica de una sexualidad pervertida, aunque la Cavani se atreve a dar un paso que para Luchino Visconti resulta excesivo: la reconciliaci¨®n de v¨ªctimas y verdugos en un campo de concentraci¨®n voluntario, en Dachau transformado en las cuevas del sado.
La ca¨ªda de los dioses
Director: Luchino Visconti. Int¨¦rpretes: Dirk Bogarde, Ingrid Thul¨ªn, Helmut Griem, Helmut Berger, Umberto Orsini, Nora Ricci y Charlotte Rampling. Gui¨®n: Nicola Badalucco, Enrico Medioli y Luchino Visconti. Fotografia: Giuseppe Rotunno. Decorador: Pasquale Romano. Vestuario: Piero Tos? y Vera Marzot. Producci¨®n ¨ªtalo-suizo-alemana occidental, 1969. T¨ªtulo original: The damned, G?tterdgmmerung o La caduta degli dei. Reposici¨®n en Madrid, cinestudio D¨²plex 2.
Incesto, homosexualidad, pai dofilia o travestismo son fen¨®menos que Luchino Visconti muestra como fascinantes degeneraciones, el no va m¨¢s de la decadencia elegante.
Manera oper¨ªstica
Su familia Krupp es una mezcla de Budd¨¦nbrooiks y Macbeth, dos obras que el cineasta italiano siempre so?¨¦ con llevar a la pantalla, y el drama est¨¢ organizado de manera oper¨ªstica, en d¨²os y coros, y, seg¨²n cuenta Gaia Servadio, el director citaba continuamente a Parsifal como referencia del clima que pretend¨ªa lograr.Todo esto, en manos de un cineasta cu¨¢quero, hubiera resultado terrible, realmente angustioso, porque en la mirada de la c¨¢mara habr¨ªa existido una real condena moral -tan fan¨¢tica como se quiera, ¨¦sa es otra cuesti¨®n-, pero en las de un arist¨®crata refinado y culto, homosexual, que se vanagloriaba de sus ra¨ªces germ¨¢nicas -"Soy un alem¨¢n. Me gusta la cultura alemana, la m¨²sica alemana, la filosof¨ªa alemana, y los or¨ªgenes de la familia Luchino Visconti son alemanes" (entrevista con Mark Shivas, citada por Gaia Servadio)-, suena a falsedad complaciente, a estupenda reconversi¨®n de los bebedores de cerveza en devotos del Krugg mill¨¦sim¨¦, de las marchas militares en sones. wagnerianos.
La grandeza del Berl¨ªn o el Nuremberg kitsch ideado por Albert Speer, aunque rezume "sangre y sacarina", seg¨²n f¨®rmula de Hermann Broch, tiene muy poco que ver con la de Shakespeare, de la misma manera que los atletas griegos de Leni Riefenstalil en Olympia s¨®lo tienen en com¨²n con las esculturas de la Grecia cl¨¢sica el proponer un cuerpo humano ideal.
Para Luchino Visconti debiera ser moralmente reprobable, pol¨ªticamente equivocado y art¨ªsticamente ineficaz el caracterizar negativamente a unos personajes a partir de sus preferencias en la cama.
Y, sin embargo, eso es precisamente lo que hace, con gran elegancia y con el habitual talento -de ¨¦l y de sus colaboradores-, a la hora de crear decorados y figurines, como si en realidad lo que le preocupara no fuese tanto explicar las relaciones entre la alta burgues¨ªa alemana y el nazismo como apabullar a los granjeros de Iowa, ese mismo p¨²blico que dec¨ªa despreciar al reivindicar como t¨ªtulo internacional el alem¨¢n G?tterdammerung frente al estadounidense The damned.
Vista hoy, cuando ya no basta con nombrar a Luchino Visconti para que todos nos sintamos como los campesinos de Norman Rockwell, La ca¨ªda de los dioses revela la inviabilidad de aplicar la misma f¨®rmula cualquier tema, pues si la ¨®pera italiana est¨¢ba a tono con la hero¨ªna de Senso, con Allida Valfi como Tosca, el delirio wagneriano nunca lo han merecido SS, camisas pardas ni aprendices de brujos que se al¨ªan con populistas sanguinarios.
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