Los j¨®venes y el muro
LAS MANIFESTACIONES juveniles en Berl¨ªn Este han sido sin lugar a dudas los hechos m¨¢s significativos que en tomo al muro se han producido en los ¨²ltimos d¨ªas. Se repitieron tres veces y llegaron a sumar varios millares de j¨®venes que quer¨ªan escuchar unos conciertos de rock que, se desarrollaban en Berl¨ªn Oeste. La polic¨ªa quiso cerrar el paso a los grupos que iban hacia las zonas en las que se o¨ªa el concierto, se produjeron choques, y de los j¨®venes surgi¨® el grito: "?El muro debe caer".As¨ª, el deseo de escuchar un concierto de rock ha dado lugar a gritos y manifestaciones que ponen en causa una cuesti¨®n como el muro de Berl¨ªn, que se suele enfocar dentro de los grandes problemas de la pol¨ªtica mundial. Es una manera mucho m¨¢s directa de abordar el tema del muro, lig¨¢ndolo a un inter¨¦s inmediato. Los j¨®venes est¨¢n hartos del muro, no ya en nombre de grandes principios, sino porque es algo absurdo, y que adem¨¢s les obstaculiza el escuchar la m¨²sica que les apetece.
En el mismo per¨ªodo, y esta vez en Berl¨ªn Occidental, han tenido lugar nutridas manifestaciones juveniles y choques con la polic¨ªa, motivados por unas disposiciones oficiales que pretenden obligar a los ciudadanos a registrarse en unas condiciones que muchos consideran atentatorias a los derechos humanos. En este caso, la reacci¨®n juvenil se produce contra una intromisi¨®n abusiva del Estado en la vida individual, tendencia muy fuerte en la RFA y en otros pa¨ªses occidentales. Poco despues, el 11 de junio, numerosos j¨®venes de Berl¨ªn Oeste se manifestaban contra la visita de Reagan.
Analizando el trasfondo de estas manifestaciones juveniles, en el Este y en el Oeste, aparecen rasgos comunes interesantes. En torno a temas distintos, se perfila un com¨²n rechazo de los "grandes principios", tantas veces cargados de hipocres¨ªa, con los que las autoridades, aunque sea en nombre de ideolog¨ªas contrarias, justifican acciones que entorpecen el derecho de los ciudadanos a decidir sus preferencias individuales.
En ese orden, el viaje del presidente Ronald Reagan a Berl¨ªn Oeste ha sido un ajemplo perfecto de instrumentaliz aci¨®n del problema del muro para objetivos que no tienen nada que ver ni con esa ciudad, ni con Alemania, ni con las exigencias de una pol¨ªtica internacional responsable. Esa visita ha sido un montaje para la televisi¨®n, con el muro y la Puerta de Brandenburgo para dar garra a la propaganda del presidente. Alemania solamente ha aportado decorado y extras. Los organizadores del show conociendo el sentir de los berlineses, rodearon a Reagan de un verdadero cord¨®n sanitario. En el acto en el que habl¨®, los asistentes fueron cuidadosamente seleccionados.
La permanencia hoy del muro de Berl¨ªn, levantado en 1961, carece de justificaci¨®n y es un atentado constante a la pol¨ªtica de distensi¨®n. Incluso las razones invocadas para edificarlo pierden vigencia. Un ejemplo claro es que, en 1986, unos 500.000 alemanes del Este tuvieron permiso para visitar el Oeste; y el n¨²mero de los que aprovecharon la ocasi¨®n para no volver ha sido ¨ªnfimo. Sin embargo, no es con ceremonias como la de Reagan como se podr¨¢ avanzar hacia esa meta.
En las manifestaciones de los j¨®venes de las dos partes de Berl¨ªn -con diferencias obvias y una represi¨®n mucho m¨¢s dura en el Este- se refleja una tendencia de amplios sectores de la juventud a rechazar la mitificaci¨®n de la pol¨ªtica exterior, que hace de ¨¦sta un dominio reservado de pol¨ªticos, militares o diplom¨¢ticos. Una voluntad de colocar los problemas internacionales a niveles m¨¢s pr¨®ximos y humanos. El piloto que aterriz¨® en la plaza Roja de Mosc¨² ha trivializado los mitos de la sofisticaci¨®n militar. Otros j¨®venes piden que se derribe el muro en nombre del rock. Son aires sanos que piden una Europa en la que el rock se pueda escuchar sin muros ni fronteras.
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