El secuestro como protesta
EL SECUESTRO de empresarios o directivos por parte de trabajadores es un hecho que sobresale entre todos los que han contribuido a dar una imagen violentaa la ola de conflictos sociales y laborales que ha sacudido Espa?a en los ¨²ltimos meses. Junto a los cortes de carreteras y v¨ªas f¨¦rreas, el incendio de veh¨ªculos y la colocaci¨®n de barricadas, entre otras acciones de fuerza, la detenci¨®n ilegal de empresarios se ha configurado como un instrumento para llamar la atenci¨®n de los poderes p¨²blicos sobre empresas en reconversi¨®n o sobre reivindicaciones laborales.Desde que el 11 de marzo pasado fuera retenido por la fuerza el gerente de Forjas y Aceros de Reinosa, Enrique Antol¨ªn, poco despu¨¦s de ser designadoconsejero del nuevo Gobierno vasco, la misma escena se ha repetido con cadencia preocupante en el conflictivo escenario laboral de los ¨²ltimos meses. Y en alguna ocasi¨®n, el procedimiento ha sido imitado con ¨¦xito fuera del marco laboral, como es el caso de la retenci¨®n por los vecinos de Aldead¨¢vila (Salamanca) del vicepresidente de la diputaci¨®n salmantina, en protesta contra el proyecto de instalaci¨®n de un laboratorio de re:siduos radiactivos. La prudencia pol¨ªtica a que sin duda obliga el ¨¢spero fondo social en que florecen estos hechos induce a calificarlos eufem¨ªsticamente de retenci¨®n, cuando, en s¨ª mismos considerados, ofrecen tina n¨ªtida apariencia delittiva, lo mismo que la llamada retenci¨®n policial encubre casos de detenci¨®n ?legal, o la retenci¨®n revolucionaria, de la que sin el menor pudor habla Herri Batasuna refiri¨¦ndose a los secuestros de ETA, oculta, ni m¨¢s ni menos, que la extorsi¨®n y el crimen.
Es cierto que estos tres tipos de retenci¨®n, fuera del nombre y del intento de camuflaje que revelan sobre la verdadera naturaleza de los hechos, tienen poco en com¨²n entre s¨ª, salvo la apelaci¨®n a la violencia para la resoluci¨®n de los conflictos sociales. La que protagonizan los trabajadores de una empresa se produce en medio del clima de tensi¨®n y de desesperaci¨®n que genera la defensa del puesto de trabajo en peligro de extinci¨®n. Su autor¨ªa, como en una especie de Fuentecivejuna, es colectiva, y en la pr¨¢ctica, an¨®nima. Y en algunos casos hasta existen sospechas sobre la connivencia del retenido en la operaci¨®n, gener¨¢ndose as¨ª un nuevo s¨ªndrome de Estocolmo de caracter¨ªsticas peculiares. En tales circunstancias, establecer responsabilidades concretas en la comisi¨®n de los hechos no es tarea f¨¢cil, pero sorprende que la autoridad del Estado no intente ni siquiera averiguarlas. Porque en es-tos supuestos, adem¨¢s del castigo a los culpables de hechos presuntamente delictivos, lo que se pone en juego es la eficacia y la viabilidad de los mecanismos legales del Estado democr¨¢tico para la resoluci¨®n de los conflictos. Si m¨¦todos como estos llegan a convertirse en h¨¢bito y pasan a formar parte de la pr¨¢ctica social se estar¨¢ a un paso de potenciar los nunca dormidos demonios famidiares de la insolidaridad y de la invertebrac¨ª¨®n que acechan desde antiguo a la sociedadespa?ola.
Pero no solamente el Estado est¨¢ obligado a actuar. Los sindicatos deben demostrar que est¨¢n m¨¢s interesados que nadie en que tales m¨¦todos desaparezcan como instrumentos de lucha social.
Desde las centrales se le ha exigido al Gobierno mayores dosis de prudencia en el tratamiento de los conflictos laborales o sociales y en la utilizaci¨®n que se hace en los mismos de las fuerzas de orden p¨²blico. Tambi¨¦n se ha denunciado con raz¨®n el vandalismo y la represi¨®n indiscriminada que en ocasiones han protagonizado las fuerzas policiales con ocasi¨®n de conflictos de ra¨ªz social. Es cierto que cuando la infracci¨®n de la ley es obra del Gobierno y de sus agentes, el hecho es mucho m¨¢s grave, y el da?o que se inflige a la convivencia, infinitamente mayor. Pero nada de eso es argumento suficiente para que quienes exigen con todo derecho a otros el respeto de la ley no pongan todo el empe?o en respetarla ellos mismos. Su cr¨¦dito como organizaciones responsables est¨¢ en juego.
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