Y a Popov lo que es de Popov
Las teor¨ªas menospreciadas hace dos a?os de un economista conectan con la renovaci¨®n de Gorbachov
Las teor¨ªas del economista Gavril Popov, profesor de la universidad estatal de Mosc¨², atra¨ªan hace dos a?os poca atenci¨®n, tanto entre economistas occidentales como entre intelectuales comunistas sovi¨¦ticos. En el libro Direcci¨®n eficaz, Popov pulverizaba la idea del Estado socialista protector con servicios subvencionados, empleo asegurado, precios estables y una igualdad que rebajaba a los mejores a la altura de los mediocres.
En su libro, que Popov defend¨ªa modestamente como una propuesta m¨¢s, se elaboraba un modelo de sociedad estratificada, donde los bienes y servicios deb¨ªan pagar y donde el rendimiento laboral dar¨ªa acceso a un sistema de privilegios y las empresas no rentables ser¨ªan cerradas sin m¨¢s. Hoy todas esas ideas, que Popov llev¨® a la imprenta en julio de 1985, est¨¢n en boca del secretario general del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS) y forman parte del programa de perestroika econ¨®mica dado a conocer anteayer por Mijail Gorbachov, un programa destinado a acabar con el "romanticismo econ¨®mico".
"Y entonces, ?para qu¨¦ hemos hecho la revoluci¨®n?", preguntaba un intelectual del partido al escuchar en 1985 que Popov defend¨ªa el despido de los trabajadores redundantes o sobrantes. Y no s¨®lo eso, sino tambi¨¦n el escarmiento de los culpables (los mismos trabaja dores despedidos), haci¨¦ndoles trabajar por poco sueldo en labores duras. La teor¨ªa de fondo era que as¨ª aprender¨ªan a apreciar lo que hab¨ªan perdido por su falta de diligencia.
Hoy los despidos son una realidad (el paro como fen¨®meno social se sigue negando oficialmente, aunque es abordado por los economistas a t¨ªtulo individual), y los planes econ¨®micos para Asia central, la regi¨®n de la URSS con mayor densidad de poblaci¨®n, incluyen no s¨®lo la planificaci¨®n familiar, sino tambi¨¦n la emigraci¨®n de una parte de la poblaci¨®n laboral a otras regiones.
"Es s¨®lo un pedagogo. A quien hay que leer es a Bunich", dec¨ªa tambi¨¦n hace casi dos a?os un economista sovi¨¦tico de moda, que aparentaba tener por casualidad el libro de Popov sobre la mesa de su despacho. A Popov no le citaban las listas de economistas sovi¨¦ticos preparadas por los vigilantes estudiosos norteamericanos, pero el profesor ten¨ªa sus fieles lectores, y ¨¦stos s¨¦encontraban incluso en China. "Yo tengo una carpeta con todos los recortes de los art¨ªculos de Popov, y llevo tanto tiempo guard¨¢ndolos que ya est¨¢n amarillos", dec¨ªa un veterano corresponsal chino que asegura haber seguido a Popov durante muchos a?os. "Es un hombre muy interesante", asegura.
En v¨ªsperas del 27? Congreso del PCUS, Popov se aventur¨® a defender en la Prensa el derecho espec¨ªfico de las minor¨ªas en la estructura del partido con un art¨ªculo titulado La minor¨ªa no es menchevismo. Hoy el profesor tiene muchos admiradores y ha participado en la reuni¨®n econ¨®mica que presidi¨® Gorbachov los d¨ªas 8 y 9 de junio para preparar el pleno del comit¨¦ central. Uno de los recientes art¨ªculos de Popov, donde denunciaba el terror estalinista como parte indisoluble del sistema de direcci¨®n econ¨®mica administrativa a¨²n imperante, ha sido objeto de enconadas pol¨¦micas.
Un acalorado debate
El art¨ªculo fue debatido recientemente en un acalorado debate de m¨¢s de tres horas en el club Perestroika, alojado en uno de los institutos econ¨®micos m¨¢s de moda de Mosc¨² y uno de los centros de expresi¨®n que proliferan. Unas 600 personas presenciaban el debate y tomaban parte en ¨¦l, En gran parte eran j¨®venes economistas y soci¨®logos enganchados al carro de la perestroika. El pacto social existente en tiempos de Leonid Breznev -yo no trabajo, pero hago como si trabajara, y t¨² no me pagas, pero haces -como si me pagases- parece haberse roto hoy. Al trabajador se le pide que arrime el hombro y acepte riesgos sin unas garant¨ªas inmediatas de ver aumentar su nivel de vida. Se le castiga en definitiva por el mal funcionan¨²ento de un sistema que aprobaba su apat¨ªa y su evasi¨®n, seg¨²n piensan medios cr¨ªticos sovi¨¦ticos.
"Cuando o¨ª a una sovi¨¦tica llorando por su puesto de trabajo se me encogi¨® el alma", dice un empresario occidental residente en Mosc¨², para quien tal angustia combinada con el socialismo rural era un plato demasiado ex¨®tico.
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