La flexibilidad en el mercado de trabajo
Durante la dictadura franquista la inexistencia de contrataci¨®n colectiva con autonom¨ªa de las partes por la prohibici¨®n legal y real de una de ellas -los sindicatos- trajo consigo la inexistencia del mercado de trabajo en el sentido normal del t¨¦rmino. El Estado, para compensar paternalmente la desprotecci¨®n de los trabajadores, dict¨® una legislaci¨®n muy r¨ªgida respecto a la estabilidad en el empleo, la carest¨ªa del despido, la inmovilidad geogr¨¢fica de la mano de obra, las categor¨ªas profesionales y un largo etc¨¦tera.Resulta f¨¢cil comprender que los trabajadores hayan considerado esta legislaci¨®n franquista, en sus aspectos protectores, como una conquista de su clase y, por tanto, como intocable sin compensaciones. Como cabe entender tambi¨¦n que los empresarios, obligados a actuar en un mundo de mayor competencia interna e internacional, prefieran un marco institucional m¨¢s flexible que implique menores costes de adaptaci¨®n de la mano de obra a situaciones muy fluidas en los mercados.
Creo que resulta claro que si se conf¨ªa en el mercado -lo que parece una hip¨®tesis razonable, al menos sobre bases constitucionales-, el papel del mercado de trabajo debe ser asignar de forma lo m¨¢s eficiente posible la mano de obra. Pero tambi¨¦n es cierto que mayores dosis de eficiencia en una econom¨ªa capitalista implican la asunci¨®n de mayores riesgos personales por parte de los trabajadores y que ¨¦stos deben ser compensados de alguna forma por el sistema. Quedan dos opciones abiertas: compensar por la v¨ªa de mayores salarios o por la de mayor protecci¨®n social. Cu¨¢l de ambas se elija no es neutral respecto a los distintos equilibrios a corto plazo de la econom¨ªa -mayores salarios e inflaci¨®n, m¨¢s protecci¨®n y gasto p¨²blico-, pero en todo caso lo que parece razonable es aceptar una mayor flexibilidad del mercado de trabajo.
Esto s¨®lo podr¨¢ conseguirse mediante un acuerdo que parta de reconocer que el tema en cuesti¨®n es el de un mecanismo redistribuidor parcial. los menores costes de la movilidad de la mano de obra ser¨ªan una ganancia generalizada para todos los. empresarios, y habr¨ªa que compensarlos mediante mecanismos de protecci¨®n cuya forma de financiaci¨®n no es neutral.
Las medias verdades
Cuando se consigui¨® convencer a los trabajadores de que la moderaci¨®n del crecimiento de los salarios reales era clave para generar empleo, es seguro que se consigui¨® un importante bal¨®n de ox¨ªgeno para la gesti¨®n a corto plazo de la econom¨ªa espa?ola. Pero el problema es que esto se vendi¨® impl¨ªcita, si no expl¨ªcitamente, como una condici¨®n suficiente para resolver el problema del paro. Por tanto, una vez logrado el objetivo, y aceptando el razonamiento de las autoridades, si el paro no mejoraba pero el crecimiento salarial se manten¨ªa dentro de la senda requerida, ?qui¨¦n no pagaba su parte del ajuste a la crisis?
Lo pat¨¦tico es que la contestaci¨®n m¨¢s correcta a esta pregunta es que todos los agentes sociales estaban pagando, aunque de forma desigual, parte de la crisis. Pero el mensaje econ¨®mico transmitido hab¨ªa creado expectativas de que una vez flexionados los salarios se resolver¨ªa el problema del paro. Como mucho, una verdad a medias que facilit¨® el trabajo de las autoridades econ¨®micas a corto plazo pero de efectos muy negativos a medio y largo plazo en t¨¦rminos de credibilidad pol¨ªtica.
Con el tema del d¨¦ficit p¨²blico tengo la sospecha de que se est¨¢ jugando con otra verdad a medias. Controlar el d¨¦ficit p¨²blico y mantenerlo dentro de unos l¨ªmites admisibles, que no vienen dados por ninguna ley econ¨®mica inexorable sino son resultado de una decisi¨®n pol¨ªtica y social que tiene sus costes, es un objetivo importante de pol¨ªtica econ¨®mica a corto plazo. Pero tratar de justificarlo como instrumento de eficacia directa y definitiva en la lucha contra el paro constituye una falsedad o un error. Y existen s¨ªntomas precisos de que la instrumentalizaci¨®n del d¨¦ficit adolece de defectos en esta direcci¨®n que ocultan posiciones ideol¨®gicas n¨ªtidas. Si esto no es as¨ª, ?por qu¨¦ tanta insistencia en que son las empresas p¨²blicas las principales causantes del d¨¦ficit cuando ¨¦sta es una afirmaci¨®n conta blemente falsa?, ?por qu¨¦ la convenci¨®n de no incluir importantes costes p¨²blicos del saneamiento del sistema financiero privado en el presupuesto?, ?por qu¨¦ se escandalizan de la carga de la deuda quienes decidieron financiar el d¨¦ficit de esa forma?
Creo que cualquier tratamiento serio del problema del desempleo en nuestra econom¨ªa tiene que partir del hecho de que el paro es un problema con fuertes componentes estructurales y tecnol¨®gicos que no tiene soluci¨®n ni siquiera a medio plazo.
Si esto es as¨ª, los equilibrios a corto plazo -inflaci¨®n, d¨¦ficit p¨²blico, d¨¦ficit comercial...- son importantes en la medida en que su logro permite un funcionamiento m¨¢s acorde con el de las econom¨ªas de nuestro entorno, pero no constituye ni objetivos en s¨ª mismos ni panaceas al problema del paro, y por tanto no deben presentarse como tales, aunque la pol¨ªtica econ¨®mica a corto pl¨¢zo deba ocuparse con eficacia de ellos.
En caso de que la mitigaci¨®n apreciable delproblema del desempleo sea posible -y creo que lo es-, la ¨²nica posibilidad de generar vol¨²menes significativos de empleo es creciendo. Nada m¨¢s lejos de mi intenci¨®n, ni sobre todo de mis posibilidades, que ofrecer soluciones a este problema, pero s¨ª creo ser capaz de sefialar, para terminar, algunos extremos sobre los que pienso que los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica -oficio ¨¦ste nada atrayente para quienes nos dedicamos a cosas tan abstractas y de dudosa utilidad como la reflexi¨®n- deber¨ªan tomar posiciones concretas y n¨ªtidas.
1. Si el objetivo es crear empleo, tal y como se dice, crecer por debajo del 3%-4% es no alcanzar dicho objetivo. Crecer sobre la base de la expansi¨®n del consumo no es posible como soluci¨®n duradera, aunque su aumento no sea perverso como a veces se dice e incluso constituya el objetivo a largo plazo. S¨®lo se podr¨¢ crecer si somos capaces de aprovechar, entre otras, las ventajas potenciales de un mercado de 350 millones de consumidores: la Comunidad Europea. Y si las empresas espa?olas van a perder cuotas de mercado interior por la competencia comunitaria, s¨®lo se podr¨¢ crecer ganando cuotas en mercados de otros pa¨ªses, de forma que la exportaci¨®n constituye una variable clave.
2. Si es preciso exportar, hay que ser competitivo. ?C¨®mo se compite? Se?alar que la diferencial de inflaci¨®n es la variable clave constituye un error por dos razones. Primera, porque si reducimos la diferencial en dos puntos pero la combinaci¨®n de una pol¨ªtica monetaria restrictiva y una balanza de pagos excedentaria hace que la peseta se aprecie en cuatro puntos, habremos perdido dos puntos en precios de exportaci¨®n. Segunda, porque dentro de unos m¨¢rgenes admisibles no se compite por medio de los precios sino de la diversificaci¨®n, comercializaci¨®n, versatilidad del producto ofrecido, servicios posventa, especificaciones t¨¦cnicas, etc¨¦tera.
3. Si lo anterior es cierto, dos decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica son fundamentales. Una, incluir la pol¨ªtica fiscal dentro del escaso arsenal de instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica usados por las autoridades, no pidiendo a la pol¨ªtica monetaria que logre objetivos demostrados como incompatibles en los libros de texto de macroeconom¨ªa. Si el sistema fiscal tiene como objetivo ¨²nico recaudar, esto no ser¨¢ posible, que plantea el problema del flexible del sistema fiscal y de la adecuada combinaci¨®n de pol¨ªtica fiscal y monetaria.
4. El segundo aspecto es el seno de una pol¨ªtica de promoci¨®n industrial que tenga en cuenta como variable estrat¨¦gica la competencia ajena a los precios. Un campo en el que la cooperaci¨®n entre iniciativa p¨²blica y privada se ha mostrado fruct¨ªfera en todo el mundo.
5. Mientras tanto habr¨¢ que mantener dentro de l¨ªmites tolerables los desequilibrios a corto plazo. Creo que estos l¨ªmites son ahora algo menos estrictos de lo que eran hace cuatro a?os y que, por tanto, existen ciertos m¨¢rgenes de maniobra, modestos pero significativos. Hoy d¨ªa podemos preguntarnos por la combinaci¨®n inflaci¨®n / tipo de cambio m¨¢s adecuada o plantearnos el roblema de qu¨¦ hacer con parte del super¨¢vit de la balanza de pagos, o interrogarnos sobre la composici¨®n deseable del d¨¦ficit p¨²blico. Aunque no deber¨ªamos cuestionar la necesidad de seguir el proceso de ajuste pasivo y activo a las nuevas condiciones creadas por la crisis de los a?os setenta.
6. Uno de los equilibrios corto plazo, el d¨¦ficit p¨²blico, se encuentra pendiente de una discusi¨®n en profundidad y afecta de forma directa tanto a intereses concretos como al n¨²cleo del tipo de sociedad que los espa?oles deseamos construir. Un sector p¨²blico que, si el paro va ser duradero, deber¨¢ mantener importantes funciones de protecci¨®n y redistributivas, aunque con seguridad satisfechas en forma diferente a las tradicionales
Un sector p¨²blico capaz de dise?ar pol¨ªticas selectivas finas en el mundo real y financiero. Un sector p¨²blico capaz de cooperar con el privado y no s¨®lo de absorber las ineficiencias de ¨¦ste y mantener las propias recurriendo a posiciones corporativas.
Estos son los objetivos. Si una definici¨®n precisa de lo mismos, toda pol¨ªtica relativa a d¨¦ficit no pasar¨¢ de ser una discusi¨®n sobre ajustes contables.
El problema del tiempo
Y para todo esto se dispone de poco tiempo. Hasta 1990 los costes directos de la integraci¨®n e la Comunidad Europea ser¨¢ significativos y duros si no se crece por encima del 3,5%; los beneficios m¨¢s ostensibles vendr¨¢ despu¨¦s. A finales de 1992 se supone que existir¨¢ un mercado interior europeo, una pol¨ªtica monetaria com¨²n y una pol¨ªtica fiscal m¨¢s armonizada que la actual, con lo que los m¨¢rgenes de autonom¨ªa en el dise?o de pol¨ªticas econ¨®micas se ver¨¢n dr¨¢sticamente limitados. No tengamos prisa en reducirlos de forma voluntaria y anticipada acelerando nuestra integraci¨®n en mecanismos como el Sistema Monetario Europeo y aprovechemos lo a?os que restan para decidir, en la medida que seamos capaces nuestro propio futuro y accede de forma plena y lo m¨¢s beneficiosa posible a una Europa realmente integrada.
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