Ben Alofs
Enfermero holand¨¦s que ha sufrido el sido de los campamentos palestinos
Delgado, menudo, risue?o, inquieto. Ben Alofs es unjoven enfermero holand¨¦s que un buen d¨ªa, en 1982, abandon¨® su Nimega natal y se present¨® en L¨ªbano, dispuesto echar una mano a quien hiciera m¨¢s falta. Desde julio de 1985 trabaja en el hospital del campamento palestino de Burj el Barajne, y all¨ª ha Sufrido, junto a los refugiados, el sitio impuesto por las milicias shi¨ªes de Amal, entre octubre de 1986 y marzo de este a?o. En la ¨²ltima reuni¨®n del Consejo Nacional Palestino, el pasado abril en Argel, Ben ha sido condecorado con la Estrella de Palestina, el m¨¢ximo galard¨®n que otorga dicha instituci¨®n.
Ben Alofs tiene 34 a?os, pero parece bastante m¨¢s joven por su aspecto informal y casi ani?ado. Estudi¨® cl¨¢sicas y antropolog¨ªa en la universidad Cat¨®lica de Nijmegen, pero el impacto de las matanzas de Sabr¨¢ y Chatila, en 1982, le empuj¨® a plantearse algo de utilidad m¨¢s inmediata para ayudar a sus semejantes y se fue a L¨ªbano.Trabaj¨® en un hospital de Beirut hasta julio de 1985, cuando se construy¨® el centro de Burj el Barajne. "Hasta entonces no hab¨ªa hospitales dentro de los campamentos y desde fuera pod¨ªamos ayudarles poco porque para ellos salir es un riesgo".
Lo normal es pasar per¨ªodos de unos tres o cuatro meses all¨ª y luego ser relevado por otro equipo. Pero el pasado oto?o no hubo relevo: las milicias shi¨ªes de Amal (Esperanza) ten¨ªan sitiados los campamentos palestinos, en un intento de rendir a los fedayin (guerrilleros) por el hambre.
"Cuando la situaci¨®n se hizo desesperada, en octubre de 1986, decidimos informar a los medios informativos de fuera mediante comunicados. Si no hubiera habido extranjeros no hubiese sido tan f¨¢cil su publicaci¨®n", asegura con cierta pesadumbre, mientras subraya con movimientos de manos el contenido de sus palabras.
El peor momento fue cuando se present¨® el hambre. "En noviembre, brome¨¢bamos sobre la posibilidad de tener que comensales dom¨¦sticos; en febrero, la broma se convirti¨® en una tr¨¢gica necesidad", recuerda con amargura.
Ya en enero hab¨ªan empezado a acabarse las medicinas y entonces hubo que improvisar. "Llegamos a hervir las vendas usadas para poder reutilizarlas", relata Ben, quien asegura que, por lo que respecta a Burj el Barajne, no se lleg¨® a plantear la necesidad de comer carne hu mana, como pas¨® en otros campamentos. Este hecho despert¨® una gran pol¨¦mica, ya que fue tachado de manipulaci¨®n informativa por sus sitiadores. Ben desmiente tal posibilidad: "Desde el primer momento tuvimos claro que no hab¨ªa que exagerar, que deb¨ªamos limitarnos a contar la verdad".
Junto a Ben se encontraban en Burj el Barajne dos m¨¦dicos brit¨¢nicas y un enfermero austriaco. Trabajaron durante cinco meses sin un d¨ªa de descanso. "No ten¨ªamos elecci¨®n, ten¨ªamos que seguir adelante", afirma convencido. Hasta que la situaci¨®n se normaliz¨®, a mediados de marzo, y otro equipo les sustituy¨®.
Te¨®ricamente, se ha tomado un descanso, pero, de hecho, desde su salida de L¨ªbano se halla embarcado en la tarea de dar a conocer el problema de los refugiados palestinos y tiene intenci¨®n de volver. Tambi¨¦n le gustar¨ªa sacar tiempo para escribir libros. Desde 1982 toma notas en un diario sobre sus experiencias. No se siente como un h¨¦roe. "Los verdaderos h¨¦roes son las mujeres y ni?os de los campamentos", asegura.
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