H¨¦roes sin causa
Las razones por las que un cineasta tan estimable como Walter Hill rueda una pel¨ªcula como Traici¨®n sin l¨ªmites sin duda hay que buscarlas en varios tropiezos consecutivos en la taquilla y a la escasa fortuna de Hill cuando ha sido productor de otros directores. S¨®lo eso explica verle embarcado en una aventura imposible, tan inveros¨ªmil en su ficci¨®n como en su planteamiento industrial.Traici¨®n sin l¨ªmites ha surgido de la calenturienta mente de John Milius, un director y guionista de talento, pero al que la facilidad en que cae en la pintura de brocha gorda, unida a su pasi¨®n por explicitar mensajes patri¨®ticos, est¨¢ convirtiendo en un personaje nefasto.
Aqu¨ª ha montado una pel¨ªcula en la que se mezclan dos l¨ªneas de fuerza que han de converger en la batalla final despu¨¦s de una progresi¨®n en paralelo. La primera est¨¢ fabricada con retazos de otras muchas pel¨ªculas y nos presenta a un incorruptible sheriff tejano empe?ado en frenar el tr¨¢fico de drogas, que dirige un amigo de infancia que adem¨¢s coquetea tambi¨¦n con su amada; la segunda la encarna un comando militar dedicado a operaciones secretas e ?legales, comando tan incontrolado e incontrolable que ya no s¨®lo mata en nombre de Am¨¦rica, sino que tambi¨¦n lo hace para quedarse una parte de los muchos millones generados por el tr¨¢fico de coca¨ªna.
Traici¨®n sin limites
Director: Walter Hill. Int¨¦rpretes: Nick Nolte, Powers Boothe, Mar¨ªa Conchita Alonso y Rip Tom. Gui¨®n: Deric Washburn y Harry Kleiner, sobre una historia de John M¨¹ius y Fred Rexer. M¨²sica: Jerry Goldsmith. Fotografia: Matthew F. Leonetti. T¨ªtulo original: Extreme prejudice. Estadounidense, 1987. Estreno en cines Palacio de la Prensa, Bilbao, Princesa, Vel¨¢zquez, Consulado, Garden, Liceo, Versalles y Victoria.
Sabidur¨ªa de rodaje
El director se dir¨ªa que ha intentado explotar su sabidur¨ªa de rodaje, su capacidad para filmar todo lo que sea acci¨®n, al mismo tiempo que procura caracterizar los personajes como lo que son: unos psic¨®patas. Pero la groser¨ªa, machismo y estupidez del gui¨®n son tantos que la reconversi¨®n es un sue?o, y el punto de vista del narrador acaba confundi¨¦ndose con el de sus criaturas.As¨ª, es penoso contemplar ese final en el que se suman el peor Packimpah y la tonter¨ªa esteticista del Cimino de La puerta del cielo con una masacre en la que los mexicanos mueren como figurantes y los rambos estadounidenses merecen primeros planos.
Ellos dicen ser h¨¦roes sin causa, v¨ªctimas de una ¨¦poca que no sabe d¨®nde est¨¢ el bien y el mal, que no sabe aprovechar sus impulsos sanguinarios para poner una estrella m¨¢s en la bandera, pero lo cierto es que pocas veces se ha derramado tanta falsa sangre tan falsamente.
Babelia
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