Poindexter salva a Reagan al declarar que decidi¨® personalmente el desv¨ªo de fondos a la 'contra'
El contralmirante John Poindexter despej¨® ayer en gran parte la principal inc¨®gnita del Irangate al afirmar ante el Congreso que fue s¨®lo ¨¦l, y no el presidente -a quien no se lo dijo nunca "para protegerle pol¨ªticamente"-, quien aprob¨® el desv¨ªo a la contra de fondos de la venta de armas a Ir¨¢n. "Sab¨ªa lo que quer¨ªa el presidente" dijo, "s¨®lo estaba ejecutando su pol¨ªtica y creo que ¨¦l lo habr¨ªa aprobado. Si me hubiera preguntado se lo habr¨ªa dicho, pero no lo hizo". Reagan se declar¨® "encantado" del testimonio del que fue su hombre de confianza.
Poindexter, el bur¨®crata fiel que era en 1986 consejero de Seguridad Nacional, con acceso diario a Ronald Reagan, y el personaje de Washington m¨¢s capacitado para saber lo que ocurri¨®, asumi¨® ayer toda la responsabilidad por una decisi¨®n que ha provocado un esc¨¢ndalo pol¨ªtico que dura a siete meses y que se ha convertido en la mayor crisis de la presidencia de Reagan.Con mucha precisi¨®n, el testigo crucial del Irangate explic¨® ante las c¨¢maras de televisi¨®n: "Deliberadamente tom¨¦ una decisi¨®n personal de no solicitar la aprobaci¨®n presidencial para aislar al presidente de un tema que sab¨ªa que iba a ser pol¨¦mico. Creo que [el desv¨ªo de fondos] era una idea limpia y el presidente habr¨ªa disfrutado de saberlo".
Las declaraciones de Poindexter provocaron ayer un suspiro de alivio en la Casa Blanca, y el presidente, radiante, afirm¨®: "No creo que sea nada nuevo". Su ex asesor de Seguridad Nacional ha confirmado lo que ¨¦l ha mantenido durante meses ante la incredulidad del pueblo norteamericano, que mayoritariamente cree que est¨¢ mintiendo: que no sab¨ªa nada de la utilizaci¨®n de beneficios de la operaci¨®n iran¨ª para sostener la guerra contra los sandinistas. Reagan podr¨¢ ser responsabilizado ahora de no saber lo que ocurr¨ªa en la Casa Blanca, pero dif¨ªcilmente de mentir.
La declaraci¨®n de Poindexter, que sigue a la de North, que salv¨® al presidente de una implicaci¨®n directa en el desv¨ªo de fondos, va a hacer muy dif¨ªcil probar que Reagan sab¨ªa. El almirante ha declarado que en todo el Gobierno s¨®lo el teniente coronel conoc¨ªa el desv¨ªo de los fondos, hasta que el 24 de noviembre de 1983 salt¨® el esc¨¢ndalo a la calle y el propio Poindexter se lo confes¨® todo al ministro de Justicia, Edwin Meese.
Pr¨¢cticamente se han acabado las pistas que conduc¨ªan al presidente. De creer a Poindexter, tampoco se lo dijo a Donald Regan, jefe del Gabinete de Reagan e ¨ªntimo de ¨¦ste. Poindexter se convierte as¨ª en el verdadero chivo expiatorio en que hab¨ªa pensado el entonces director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Casey, en caso de que las cosas fueran mal. North dijo que Casey le coment¨® que ¨¦l no ten¨ªa nivel administrativo para aparecer como el pagano de la operaci¨®n y que hab¨ªa que buscar a alguien m¨¢s arriba.
Actuar por libre
Poindexter, con fr¨ªa meticulosidad y sin el dramatismo de North, de quien Robert McFarlane dijo el martes que actu¨® por libre, excedi¨¦ndose en las ordenes recibidas, explic¨® a los comit¨¦s investigadores del Congreso: "Necesit¨¢bamos un dinero puente hasta que el Parlamento volviera a aprobar la ayuda para los contra". "Yo sab¨ªa", dijo Poindexter, "que el presidente no se iba a quedar con los brazos cruzados viendo la consolidaci¨®n de un Gobierno comunista en el continente americano"Poindexter, que intent¨® ayer impedir que su testimonio fuera televisado alegando que perjudicaba sus derechos constitucionales, revel¨® que su papel era ejecutar la pol¨ªtica presidencial. "Y ¨¦sta estaba muy clara", dijo. "Despu¨¦s de muchas reuniones con Reagan, sab¨ªa muy bien lo que quer¨ªa con respecto a Nicaragua, sab¨ªa que estaba dispuesto a tomar decisiones impopulares y cre¨ªa que ten¨ªa autorizaci¨®n para hacer lo que hice".
Poindexter, que es al¨¦rgico a la publicidad, seg¨²n explic¨® su abogado, s¨®lo se mostr¨® inc¨®modo al principio de su esperada declaraci¨®n. Luego, protegido por su pipa, ofreci¨® con gran precisi¨®n la explicaci¨®n m¨¢s coherente del esc¨¢ndalo.
En enero de 1986, el teniente coronel Oliver North le dijo a su superior Poindexter que hab¨ªa encontrado una f¨®rmula "legal" para enviar dinero a los contra utilizando los residuos de la operaci¨®n iran¨ª. En la Administraci¨®n se tem¨ªa el colapso de la resistencia antisandinista por falta de fondos. Poindexter autoriz¨® la idea sin dudarlo. Todo el mundo en Washington sab¨ªa el profundo compromiso con los rebeldes de Reagan, que hab¨ªa afirmado: "Yo tambi¨¦n soy un contra". Poindexter s¨®lo estaba realizando los deseos de su jefe, al que no quiso molestar con los detalles. En mayo del pasado a?o, Reagan estaba tan irritado que le dijo a Poindexter que pensaba en desafiar las restricciones del Congreso a la ayuda a los contra. "Totalmente en serio. Si no encontramos una forma de pasar el paquete de ayuda antes del 9 de junio, quiero buscar una manera para actuar unilateralmente y suministrar ayuda a los contra", afirma Poindexter que le dijo el presidente. Su asesor ya hab¨ªa hallado la f¨®rmula.
Poindexter tambi¨¦n confes¨® ayer que destruy¨®, en noviembre de 1986, una orden firmada por el presidente en el oto?o de 1985, en su presencia, en la que dejaba claro que la venta de armas a Ir¨¢n era un rescate por los rehenes norteamericanos en territorio liban¨¦s. Lo hizo "para proteger al presiden te y evitarle una situaci¨®n pol¨ªtica embarazosa".
Reagan contin¨²a diciendo que no se acuerda de haber firmado esa orden que cubri¨® legalmente el env¨ªo de misiles Hawk a Jomeini desde Israel. El texto destruido no hablaba de la posterior justificaci¨®n estrat¨¦gica de abrirse a los moderados en Ir¨¢n. La Casa Blanca dijo ayer que la orden no representaba la pol¨ªtica aut¨¦ntica que ten¨ªa el presidente en su cabeza, que era el inter¨¦s estrat¨¦gico.
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