Zarandear
Alfonso Guerra no deber¨ªa entristecerse -la tristeza, como el valor a los toreros, se le supone- porque le hayan zarandeado unos cientos de obreros amenazados por el paro, organizando una especie de toma de la Bastilla pero con avi¨®n de Aviaco. De hecho, Aviaco o Iberia, en s¨ª, se merecen, de cuando en cuando, una toma de la Bastilla con vicepresidente incluido. Pero ¨¦sta es otra historia.Alfonso Guerra deber¨ªa estar contento porque en otros tiempos a nadie se le ocurri¨® siquiera imaginar que pod¨ªa zarandear a una alta alcurnia del Gobierno por un qu¨ªtame all¨¢ ese empleo. Un suponer, era impensable zarandear a Carrero Blanco. Vamos, hasta que le zarandearon de verdad. Pero ¨¦sa tambi¨¦n es otra historia.
Lo que ocurri¨® anteayer en La Coru?a, por antidemocr¨¢tico que parezca, no es m¨¢s que el choque, y por fuerza tiene que resultar violento, entre la pr¨¢ctica y la teor¨ªa. Entre las palabras y los hechos. El vicepresidente, como muchos mandos socialistas, parece vivir perdido en un mundo de tupidas palabras, de borrosos conceptos, de expresiones grandilocuentes. La verdad pura y dura para los 400 trabajadores y familiares de Sidegasa, eventualmente convertidos en energ¨²menos, es el futuro inmediato y la cesta de la compra. Que al vicepresidente no le guste que a su hijo le llamen Pincho puede ser simplemente la guinda que corona la faena.
El pobre Pincho -con perd¨®n- no ten¨ªa la culpa de lo que se le vino encima, sobre todo considerando que el esp¨ªritu austero de pap¨¢ le hab¨ªa prometido bastante castigo: volar en un Fokker, como cualquier hijo de vecino. Lo verdaderamente lamentable de la historia, su moraleja, es que no por mucho madrugar amanece m¨¢s temprano. A saber, que de nada sirve que los obreros enfurecidos te ataquen y, por otra parte, los veraneantes del chal¨¦ contiguo tampoco est¨¦n contentos y te canten el Cara al sol .Y ya que te entreguen un glad¨ªolo y un libro glorioso de monse?or Escriv¨¢ de Balaguer es como para pens¨¢rselo.
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