Las estad¨ªsticas no paran
EL GOBIERNO ha reformado otra vez los criterios de elaboraci¨®n de las estad¨ªsticas laborales, con el sorprendente efecto de elevar hasta 300.000 el n¨²mero de empleos creados durante el segundo trimestre del a?o y de reducir el n¨²mero de parados en 56.000 personas. Las cifras ser¨ªan, respectivamente, de 350.000 nuevos empleos y 75.000 parados menos si se toman como referencia los resultados de la encuesta correspondiente al primer trimestre de este a?o, elaborada con arreglo a los criterios ahora abandonados. El cambio de las estad¨ªsticas, objeto en los tres ¨²ltimos a?os de mayores reformas que la realidad a cuyo cabal conocimiento deben contribuir, ha sido explicado por la necesidad de acomodar mejor la encuesta de poblaci¨®n activa (EPA) a los criterios de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) y de la Comunidad Europea (CE), por m¨¢s que los criterios aplicados en los diversos Estados disten de ser homog¨¦neos. El Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) ha dejado de elaborar las series antiguas de su EPA, encuesta realizada cada trimestre en 60.000 hogares. Adem¨¢s, los portavoces del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda, del que depende el INE, se han apresurado a atribuir los "excelentes resultados" a su pol¨ªtica de moderaci¨®n salarial y flexibilidad laboral y a que la econom¨ªa espa?ola crece a un ritmo pr¨®ximo al 1%. Pero no todo parece tan claro. La econom¨ªa norteamericana -cuya flexibilidad laboral es innegable- creci¨® en 1983 el 4,7% y apenas cre¨® un mill¨®n de empleos netos. Aqu¨ª, si hemos de creer a la Administraci¨®n, vamos camino de conseguir dar ocupaci¨®n a 1,2 millones de personas en un a?o.
El problema es que estos intentos de doblegar la realidad a base de habilidades num¨¦ricas ad hoc desacreditan los esfuerzos de actualizaci¨®n del aparato estad¨ªstico oficial, cuyas deficiencias han sido reconocidas por los propios responsables del mismo. Los instrumentos para medir la evoluci¨®n del mercado de trabajo son los registros del Instituto Nacional de Empleo, f¨¢cil presa de la arbitrariedad del Gobierno de turno -el Ejecutivo actual ha modificado dos veces, a principios de 1984 y en la primavera de 1985, los criterios a aplicar en dichos registros-, y las estimaciones realizadas por Estad¨ªstica, con su encuesta de poblaci¨®n activa, en la que tambi¨¦n se introdujeron cambios mu¨¦strales poco antes de las elecciones generales de 1986, cuando el Gobierno ocult¨® el dato fehaciente de que se hab¨ªa superado los tres millones de parados.
Como cualquier cambio de criterios de c¨®mputo siempre afecta a la principal virtualidad de una estad¨ªstica -medir las variaciones de la realidad observada desde puntos de vista homog¨¦neos-, cab¨ªa esperar que esta nueva reforma de la EPA se compaginara con el mantenimiento de los antiguos criterios mientras se consolida la nueva encuesta, mucho m¨¢s rica en informaci¨®n que la anterior. Desde ahora, y en funci¨®n de los nuevos criterios -insuficientemente explicados-, es considerada ocupada toda persona que haya trabajado al menos una hora a la semana, mientras que antes se escapaban de este rigor, por ejemplo, quienes ayudan a los negocios familiares (abundantes en la agricultura, la hosteler¨ªa y el turismo) y los llamados trabajadores ocasionales, para los que se exig¨ªa al menos una tercera parte de la jornada laboral. Igualmente, s¨®lo ser¨¢n parados quienes hayan buscado activamente empleo durante las cuatro semanas anteriores a la entrevista, mientras que antes bastaba con una semana.
Con estas novedades conceptuales, no siempre compatibles con el sentido com¨²n, y orientadas a incluir definiciones m¨¢s restrictivas para el paro y m¨¢s amplias para el empleo, el Gobierno se da motivos para la euforia. Pero no es seguro que tal sentimiento pueda ser compartido por los que, sin ellos enterarse, han dejado de estar parados. Aunque sigan sin empleo.
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