Alan y la banca
Alan Garc¨ªa ha tenido el atrevimiento de anunciar la nacionalizaci¨®n de un grupo significativo de entidades bancarias, financieras y de seguros del Per¨². De inmediato, voces prestigiosas, desde todos los centros de decisi¨®n mundiales, se han levantado -agoreras o amenazantes- para presagiar desastres o para amonestar, insinuando castigos al levantisco y a sus secuaces.Alan Garc¨ªa, joven presentable y de buena familia, muchacho algo loco, pero en definitiva de orden, se desmanda y eso no puede permitirse. Para censurar la medida del ejecutivo se agitan fantasmas m¨¢s o menos et¨¦reos o concretos: la libertad, el monopolio, la burocracia.
El m¨¢s consistente es el ¨²ltimo, por el desprestigio que sufre la administraci¨®n, en general merecido, vistas sus p¨²blicas y reiteradas manifestaciones de ineficacia. Tambi¨¦n se acude al anatema de marxismo para condenar la medida del presidente Alan Garc¨ªa. En este punto se juega no tanto con el terror a un demonio bastante domesticado a estas alturas, sino con el fracaso en materia de organizaci¨®n y eficacia del socialismo real, que sobre todo estremece a los ex j¨®venes marxistas, transformados en maduro0s neocapitalistas. El argumento del fracaso del socialismo real parece ser v¨¢lido cuando, al menos parcialmente, sus mismos dirigentes lo admiten. Las causas se discuten, y seg¨²n el campo en el que jueguen los que juzgan, lo atribuyen a que el sistema es elitista y suplant¨® la aristociracia de la sangre y el dinero por la burocracia partidista; a que el socialismo, desde la revoluci¨®n rusa, ha estado cercado y acosado y ha tenido que volcar sus esfuerzos en la defensa, descuidando los otros campos de la producci¨®n y distribuci¨®n; o, seg¨²n otros, m¨¢s psicologistas y apocal¨ªpticos, a que el hombre es intr¨ªnsecamente malo y tiende a reproducir sus comportamientos, recayendo inveteradamente en el esquema de poder amo-esclavo.
Los cr¨ªticos de la nacionalizaci¨®n peruana -y aclaro que no creo en la empresa p¨²blica como medio definitivo de solucionar los defectos estructurales de las econom¨ªas dependientes, pero, no obstante, entiendo losl objetivos del presidente Garc¨ªa- apelan a los fracasos del socialismo real para condenarla, pero olvidadn -?inocentemente?- los errores del capitalismo, no obstante que los tenemos ante los ojos:
-El capitalismo cre¨® n¨®dulos de riqueza rodeados de enormes periferias de pobreza. Son n¨®dulos que produjeron met¨¢stasis m¨¢s peque?as a medida que se alejan de los centros de poder y que est¨¢n rodeados por ¨¢reas cada vez m¨¢s extensas y m¨¢s profundas de miseria en direcci¨®n de ese alejamiento: las grandes ciudades industriales del mundo desarrollado est¨¢n rodeadas de cinturones de pobreza habitados por el proletariado lumpen; las grandes regiones ricas de Am¨¦rica, Europa y Jap¨®n est¨¢n rodeadas por regiones de relativa o absoluta pobreza: M¨¦xico en Am¨¦rica del Norte, el sur de Europa, el Asia que rodea al Jap¨®n y a la que no redimen las factor¨ªas de mano de obra barata de Corea del Sur, Taiwan o Hong-Kong; el Norte opulento est¨¢ rodeado por el gran Sur, profundo, somnoliento y miserable.
-El capitalismo, corriendo tras la ilusi¨®n de una riqueza f¨¢cil, promovi¨® la industrializaci¨®n acelerada y para ello arre¨® ej¨¦rcitos de campesinos a los centros productivos. Hoy, cuando el esquema productivo basado en la fuerza de trabajo deja de ser rentable, los abandona a su suerte y, fabrica generaciones irrecuperables de desocupados, drogadictos, alcoh¨®licos sin esperanzas, generaciones perdidas y enemigas de la sociedad. Con su proverbial generosidad y amplitud de miras, con su gran capacidad imaginativa, el sistema capitalista, para solucionar el problema, acude a las fuerzas represivas, el manicomio, la c¨¢rcel y el cementerio.
-El capitalismo ha propiciado un desarrollo en beneficio de pocos... y esos pocos no son felices. Los beneficiarlos del desarrollo capitalista est¨¢n obligados a trabarse en una lucha a muerte por el ¨¦xito y lo pagan con la alienaci¨®n. De la batalla salen pocos triunfadores y muchos derrotados. La solidaridad no existe, s¨®lo la lucha por la vida, sin cuartel, inhumana y despiadada. Los triunfadores tienen como premio la adulaci¨®n de una sociedad forjadora de h¨¦roes. El vac¨ªo que sienten los triunfadores cuando se quedan solos consigo mismos y la amargura de los fracasados, se adormece con la droga del consumo de art¨ªculos que a su vez estimula la producci¨®n en un c¨ªrculo infernal.
-El capitalismo tambi¨¦n es burocr¨¢tico. Las grandes empresas mundiales son enormes ministerios donde los centros de decisi¨®n est¨¢n cada vez m¨¢s lejos del consumidor. El poder se diluye progresivamente entre un ej¨¦rcito de bur¨®cratas bien pagados que constituyen una oligarqu¨ªa muy parecida a la del partido ¨²nico de los reg¨ªmenes totalitarios.
Las voces airadas que se levantan contra la medida de Alan Garc¨ªa tach¨¢ndolo de demagogo son ellas mismas las voces de la demagogia. Lo acusan de atentar contra la libertad y de fomentar el monopolio. Ser¨ªa interesante saber en qu¨¦ medida es m¨¢s libre un pa¨ªs donde el cr¨¦dito es manejado por grupos privados que favorecen sus propios intereses que aquellos otros donde lo controla un equipo nacional, el que al menos merece que se le conceda el beneficio de la duda acerca de la posibilidad de que se comporte patri¨®ticamente.
Los demagogos que atacan las medidas del presidente Alan Garc¨ªa se olvidan, o quieren olvidarse, de otras empresas que se han, convertido en estatales en muchos pa¨ªses del mundo capitalista por razones estrat¨¦gicas, como son las energ¨¦ticas y las de comunicaciones. Me pregunto por qu¨¦ no elevan sus voces airadas para acusar a los gobiernos que mantienen entre sus empresas p¨²blicas a los Ferrocarriles, ?tal vez no lo hacen porque los ferrocarriles son deficitarios y no interesan a los capitales privados?
Desde luego que hay que eliminar el d¨¦ficit presupuestario no productivo, s¨®lo creador de inflaci¨®n, pero por qu¨¦ no se levantan esas potentes voces de demagogos para acusar al Gobierno espa?ol por sus medidas intervencionistas en la banca privada y por haber cargado sobre cl presupuesto nacional el costo de su saneamiento.
Triste y probablemente, Alan Garcia fracasar¨¢. Porque lo depongan violentamente o porque, si los vientos de la democracia siguen soplando, grupos de presi¨®n le hagan dar marcha atr¨¢s una vez que la polvareda se aplaque.
El cr¨¦dito es una de las m¨¢s poderosas herramientas econ¨®micas y de poder, y los pa¨ªses dependientes, de estructuras econ¨®micas r¨ªgidas y deformadas, necesitan hacerse con ¨¦l. La empresa p¨²blica no es la panacea, pero puede ser un medio urgente y de transici¨®n hacia f¨®rmulas menos burocr¨¢ticas y pesadas.
El fracaso del socialismo real no debe hacernos volver la vista hacia el simplismo de las recetas del capitalismo m¨¢s feroz. Ese es el camino de los esc¨¦pticos, que en su fatalismo descreen del hombre; o de los hip¨®critas, que ocultan sus intereses bajo la apariencia de la inevitabilidad. Hay que explorar los caminos de un socialismo imaginativo. Hay que estimular la solidaridad y no privilegiar la competencia descarnada. Hay que vivir con los otros y no contra los otros. La solidaridad y una sana emulaci¨®n pueden permitir la convivencia de los intereses privados con el mayor beneficio de la colectividad. La iniciativa privada puede y debe convivir en muchos campos con otras f¨®rmulas colectivas de producir y dar servicios que s¨®lo est¨¢n inicipientemente desarrolladas, como las cooperativas y otras insuticientemente probadas como la empresa autogestionaria. No equiparemos propiedad con libertad y felicidad. La propiedad no es una mala palabra, pero tampoco es sagrada y en muchos casos es preferible que se generalice el usufructo de los bienes materiales y culturales y no su propiedad mal distribuida.
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