Abusos incontrolados
LA HUELGA de los controladores del aeropuerto de Barcelona, anunciada para ma?ana y para el 5 de septiembre, puede tener graves consecuencias para el turismo por coincidir con el fin de las vacaciones de un importante n¨²mero de personas. Los empresarios del sector, tanto de Baleares como de la Costa Brava, han manifestado ya su inquietud.El paro del d¨ªa 22 puso ya de manifiesto los desproporcionados efectos de esta huelga, aparentemente descontrolada. La Prensa brit¨¢nica no ha regateado ep¨ªtetos a la hora de hacerse eco de la indignaci¨®n de los miles de personas retenidas en los principales aeropuertos de las islas. El director comercial del aeropuerto londinense de Gatwick acus¨® a los controladores espa?oles de estar "poniendo un cuchillo en las gargantas de los veraneantes brit¨¢nicos", y areng¨® a los frustrados viajeros pidi¨¦ndoles que boicoteasen los viajes a Espa?a.
El conflicto tiene su origen en las reivindicaciones desatendidas de los controladores de El Prat, que regulan el espacio a¨¦reo de los aeropuertos de Barcelona, Palma de Mallorca, Reus, Gerona, Valencia y Alicante. Piden a la Administraci¨®n el abono de un complemento salarial pactado en la ¨¦poca en que el control a¨¦reo depend¨ªa del Ministerio del Aire y que Transportes decidi¨® suprimir en 1979. Dicha paga, cuya percepci¨®n exigen con efectos retroactivos, oscila entre las 10.000 y las 20.000 pesetas mensuales. Apoyan su petici¨®n en varias sentencias de Magistratura que concedieron estos complementos salariales a los controladores de Palma de Mallorca y Zaragoza.
Sorprende, sin embargo, el camino elegido por los empleados de El Prat, al ir en solitario a un conflicto que afecta a todos los controladores espa?oles. Especialmente si se tiene en cuenta que el sindicato mayoritario en el sector, la Asociaci¨®n Confederal Espa?ola de Controladores A¨¦reos, acord¨® a finales de julio aplazar la discusi¨®n hasta mediados de septiembre. Si otros aeropuertos se sumaran al conflicto de forma escalonada se pondr¨ªa en evidencia que no se trata de discrepancias entre distintos colectivos, sino de una determinada estrategia sindical.
La incapacidad de la Administraci¨®n para adelantarse a los acontecimientos -lo que ha forzado a los empresarios relacionados con el turismo balear a intentar una negociaci¨®n directa con los huelguistas es, sin duda, criticable. Pero esta huelga pone de relieve, ante todo, la irresponsabilidad y tendencia al abuso por parte de unos profesionales cuya estrategia, m¨¢s pr¨®xima al chantaje que al reivindicacionismo, consiste en derivar contra el p¨²blico, de manera indiscriminada, los efectos de su actitud. Cualesquiera que sean las razones esgrimidas, resulta intolerable que unas decenas de personas se atribuyan el poder de decidir d¨®nde y cu¨¢ndo pueden tomar sus vacaciones centenares de miles de ciudadanos.
Los sindicatos con presencia en el sector har¨ªan bien en tomar ejemplo de sus colegas de pa¨ªses como Italia, en los que son los propios trabajadores quienes aplican criterios de autorregulaci¨®n, de forma que sus conflictos laborales tengan la menor incidencia posible para los ciudadanos. El sadismo con que gasolineros, ferroviarios, controladores o pilotos, entre otros, act¨²an contra personas que s¨®lo aspiran a disfrutar de sus vacaciones constituye el principal argumento de quienes defienden la necesidad de una regulaci¨®n restrictiva del derecho de huelga. Tal vez sea hora de que las direcciones de las centrales mayoritarias se atrevan a criticar estas actitudes ventajistas de determinados sindicatos sectoriales altamente corporativizados, antes de que la indignaci¨®n de tantas v¨ªctimas de esos abusos se convierta en un clamor en contra, no ya de determinadas huelgas, sino del ejercicio de ese derecho constitucional.
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