El di¨¢logo y la negociaci¨®n con ETA
Para acabar con el terrorismo de ETA, y cualquiera que sea la evoluci¨®n de los acontecimientos, ser¨¢ -Preciso, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, negociar. Un movimiento como ETA, con m¨¢s de un cuarto de siglo de existencia y -que cuenta con el apoyo pol¨ªtico, directo o indirecto, de 200.000 vascos, no desaparecer¨¢ por el solo efecto de la eficacia policial. Podr¨¢ haber quiz¨¢ un alto el fuego temporal, forzado por la presi¨®n francesa u otros factores; pero sin la firma de un acuerdo p¨²blico que sancione el fin de las hostilidades y sea considerado aceptable por la mayor¨ªa de esos cientos de miles de ciudadanos, no tardar¨ªan en surgir de esa amplia base social n¨²cleos, seguramente m¨¢s radicales a¨²n, dispuestos a seguir la pr¨¢ctica terrorista.La negociaci¨®n es, por tanto, ineludible. Ello significa que el mantenimiento de v¨ªas de comunicaci¨®n, a la espera de una situaci¨®n, por el momento no previsible, que permita llegar a esa negociaci¨®n, es conveniente. Tambi¨¦n lo es que desde ahora queden claros los l¨ªmites de lo negociable. La distinci¨®n entre negociaci¨®n pol¨ªtica y negociaci¨®n no pol¨ªtica, habitual en los pronunciamientos del Gobierno desde hace dos o tres a?os, es ambigua. Toda negociaci¨®n entre el Gobierno- leg¨ªtimo y ETA es, por el hecho mismo de producirse, pol¨ªtica. Si el' objetivo de la misma es discutir f¨®rmulas que permitan, en determinadas condiciones y en unos plazos acordados, lo que ha dado en llamarse reinserci¨®n social de los activistas, a cambio de la renuncia al uso de la violencia, nos encontramos ante una negociaci¨®n pol¨ªtica al ciento por ciento.
ETA y HB, por motivos de imagen, rechazan la reinserci¨®n social. Pero su consigna central sigue siendo la que reclama la amnist¨ªa. Dicha palabra, o significa el regreso a la vida civil de los militantes presos, exiliados o en activo, a cambio de renunciar a las armas, o no significa nada. Ni siquiera los m¨¢s fan¨¢ticos coreadores de la consigna pueden pretender que personas condenadas por hechos como poner una bomba en un supermercado sean puestas en libertad para que puedan poner m¨¢s bombas en m¨¢s supermercados.
Ll¨¢mese reinserci¨®n social o amnist¨ªa, se est¨¢, as¨ª pues, hablando de lo mismo. La Constituci¨®n no permite la promulgaci¨®n de amnist¨ªas generales, aunque s¨ª de indultos personales. Una negociaci¨®n para buscar f¨®rmulas que permitan forzar la legalidad hasta el punto de producir un efecto id¨¦ntico al de una amnist¨ªa, en la que es evidente que el Gobierno asumir¨ªa enormes riesgos pol¨ªticos, no ser¨ªa f¨¢cil. Pese a las dificultades, tal negociaci¨®n, eminentemente pol¨ªtica, es posible y deseable..
La distinci¨®n entre esa negociaci¨®n y lo que Felipe Gonz¨¢lez denomina "negociaci¨®n pol¨ªtica, es decir, con contrapartidas pol¨ªticas", no se debe a ning¨²n miembro del actual Gobierno. Fue planteada hace a?os por Mario Onaind¨ªa, principal impulsor de la negociaci¨®n con ETApm, y acab¨® siendo asumida por el Parlamento vasco. Onaind¨ªa entend¨ªa por "negociaci¨®n pol¨ªtica propiamente dicha" -por oposici¨®n a lo que llamaba "negociaci¨®n t¨¦cnica"- aquella en la que en un plato de la balanza se pusiera la: renuncia de ETA a la lucha armada, y en el otro, determinadas reivindicaciones planteadas por la organizaci¨®n armada, como, por ejemplo, la integraci¨®n de Navarra en Euskadi, caracterizadas por afectar directamente a los ciudadanos, y no s¨®lo al Gobierno y a ETA.
'Alternativa KAS'
El n¨²cleo del debate sobre la cuesti¨®n no reside, por tanto, en si las eventuales contrapartidas coinciden o no con la alternativa KAS, sino en si esas contrapartidas afectan ¨²nicamente a los interlocutores o implican a otras fuerzas -pol¨ªticas y sus representados. Por lo dem¨¢s, los principales dirigentes de HB, y en particular aquellos que ten¨ªan m¨¢s motivos para conocer el pensamiento de la direcci¨®n de ETA al respecto, ya aclararon hace a?os que de lo que se trataba no era tanto de la alternativa KAS ("que s¨®lo constituye un punto de arranque de la discusi¨®n"), como del desbloqueo de las dos cuestiones fundamentales planteadas en dicha lista de reivindicaciones: Navarra y la autodeterminaci¨®n. Pero la aceptaci¨®n d¨¦ esas dos reivindicaciones significar¨ªa lo siguiente. Por una parte, que debe modificarse la Constituci¨®n, negociada entre todas las fuerzas pol¨ªticas espa?olas, de derecha y de izquierda, y votada por la gran mayor¨ªa de los ciudadanos, para dar satisfacci¨®n a la demanda presentada por una minor¨ªa. Y ello porque tal demanda es planteada, adem¨¢s de por los votos de esa minor¨ªa, mediante las armas: matando gente. Significa tambi¨¦n, por lo que a Navarra respecta, que o bien se pasa directamente por alto la voluntad reiteradamente manifestada por los propios ciudadanos navarros, o bien se fuerza a esos ciudadanos a pronunciarse nuevamente, y ahora en el sentido querido por ETA, cambiando para ello la petici¨®n de voto de los partidos mayoritarios en dicha comunidad.
A este tipo de negociaci¨®n se refieren ETA y HB cuando plantean su necesidad. Tal negociaci¨®n es imposible en t¨¦rminos reales, y adem¨¢s indeseable. Su aceptaci¨®n, o la simple ambig¨¹edad respecto a su posibilidad, significar¨ªa dar la raz¨®n a todos los Tejeros que piensan que por pretender lo que pretenden por la fuerza, los ciudadanos deben aceptarlo si no quieren atenerse a las consecuencias.
Al Gobierno le asiste la raz¨®n, por tanto, cuando rechaza esa negociaci¨®n. Y hace bien en expresar su posici¨®n firmemente, y por adelantado, a la vez que admite la posibilidad, y hasta conveniencia, de mantener v¨ªas - de di¨¢logo con ETA. La distinci¨®n, si se explica, resulta clara, y seguramente aceptable para la mayor¨ªa de los ciudadanos. Lo que ya -parece menos justificado es la obsesi¨®n logo m¨¢quica por tratar de exorcizar la realidad a base de conjuros.
Si, como ha acabado por admitir Solana, "siempre ha habido, hay y habr¨¢" contactos con ETA, se explica mal el porqu¨¦ de las airadas negativas que siguieron, hace un a?o, a la difusi¨®n de noticias sobre la existencia de tales contactos.
No s¨®lo se explican mal, sino que son muestra de irresponsabilidad. La difusi¨®n de tales noticias dio ocasi¨®n a que diversas fuerzas pol¨ªticas del Pa¨ªs Vasco se pronunciasen en favor de la profundizaci¨®n de esos contactos. En el mismo sentido, con unas u otras matizaciones, con mayor o menor cautela, se pronunciaron tambi¨¦n los principales ¨®rganos de opini¨®n de inspiraci¨®n democr¨¢tica de toda, Espa?a. ETA, que ten¨ªa motivos para. saber que esos contactos s¨ª hab¨ªan tenido lugar, interpret¨® la negativa del Gobierno a admitirlos como un s¨ªntoma de que poderosas fuerzas muy influyentes en el sistema imped¨ªan al Ejecutivo seguir avanzando en la v¨ªa iniciada. El recurso al atentado indiscriminado, preferentemente en la capital de Espa?a, se explica, desde dentro de la alucinada l¨®gica militarista de la EETA actual, como un intento por quebrar esas ¨²ltimas resistencias a la negociaci¨®n.
Ambig¨¹edades del PN V
Las ambig¨¹edades del nacionalismo moderado sobre la cuesti¨®n contribuyeron tambi¨¦n a alimentar esa l¨®gica de la muerte. Al difuminar deliberadarnente retrocediendo respecto a posiciones anteriores- la distinci¨®n entre lo que s¨ª podr¨ªa ser objeto de negociaci¨®n y lo que, por afectar a derechos y libertades de las personas, quedaba fuera de su horizonte posible, el PNV estimul¨® durante un tiempo las fantas¨ªas b¨¦licas de ETA, que vio confirmada, desde fuera, su autoatribuida condici¨®n de ej¨¦rcito de liberaci¨®n vasco y, en cuanto tal, de representante impl¨ªcito de todo el pueblo vasco. Jes¨²s Insausti, entonces presidente del PNV, lleg¨® a afirmar que si el resultado era la pacificaci¨®n, cualquier negociaci¨®n, sin excluir una entre ETA y el Ej¨¦rcito espa?ol, en la que se discutieran las reivindicaciones pol¨ªticas planteadas por los violentos, era deseable.
Con ese important¨ªsimo aval., ETA se consider¨® doblemente legitimada. Por una parte, su caudal de asesinato:; no hab¨ªa sido in¨²til, ya que se hab¨ªa demostrado la eficacia del recurso a las armas para concienciar a la mayor¨ªa de los vascos de que, como dijo Peixto, Ia alternativa KAS rebasa a ETA y HB; viene a ser el norte de todo aquel que, consciente o inconscientemente, se siente vasco". Por otra parte, la continuidad de los atentados, especialmente si lograban producir un fuerte impacto emocional, se convert¨ªa en una necesidad ineludible para doblegar a los "poderes f¨¢cticos" y permitir as¨ª plantear las cuestiones de fondo, de igual a igual, en una "verdadera negociaci¨®n pol¨ªtica".
Una argumentaci¨®n formalmente id¨¦ntica acaba de ser esgrimida por los dirigentes militares de la contra nicarag¨¹ense para justificar su voluntad de seguir en la brecha. "?C¨®mo vamos a renunciar", han declarado, "justamente ahora que acaba de demostrarse que nuestra presi¨®n militar ha obligado a ceder a Ortega?". ?sa sigue siendo la l¨®gica ¨²ltima de ETA, y de ah¨ª la importancia de que unos y otros dejen de jugar con las palabras para evitar que torpezas y oportunismos sigan alimentando el delirio de los profetas armados. Porque es lo cierto que en este asunto todos los protagonistas siguen Jugando con las palabras. Los abertzales radicales, negando la reinserci¨®n social, pero reclamando la amnist¨ªa. El Gobierno, rechazando y confirmando, alternativamente, la existencia de contactos, y empecin¨¢ndose en negar car¨¢cter pol¨ªtico a algo que lo tiene por naturaleza. Y los nacionalistas vascos moderados, desde un oportunismo sim¨¦trico, haci¨¦ndose los distra¨ªdos respecto a la frontera que separa la negociaci¨®n deseable de la imposici¨®n por la fuerza.
Cuando una organizaci¨®n terrorista que se pretende ej¨¦rcito de liberaci¨®n solicita insistentemente la apertura de negociaciones, est¨¢ reconociendo impl¨ªcitamente que no considera posible la victoria. Ser¨ªa insensato dejarse cegar por la ret¨®rica de trompetas victoriosa con que los propios terroristas tratan de ocultarse a s¨ª mismos -y de disimular ante sus seguidores la realidad de ese reconocimiento. Pero ser¨ªa una torpeza a¨²n mayor mantener- cualquier equ¨ªvoco sobre los l¨ªmites infranqueables de toda posible negociaci¨®n. Porque si algo ha demostrado la experiencia reciente es que toda ambiguedad al respecto es interpretada por ETA como una confirmaci¨®n de la eficiencia de las bombas ara quebrar la voluntad democr¨¢tica de los representantes de los ciudadanos y, por tanto, como una invitaci¨®n a redoblar su escalada.
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