Honecker, en Bonn
A PARTIR del pr¨®ximo martes, y por primera vez desde la creaci¨®n de los dos Estados alemanes, en los a?os cincuenta, el. presidente de la RDA y secretario general de su partido comunista, Erich Honecker, visitar¨¢ la RFA. En ese mismo per¨ªodo, la primera figura de Alemania Oriental ha podido realizar algunas visitas a Occidente. Pero a Bonn, nunca. Dos grandes obst¨¢culos lo han ?mpedido: la oposici¨®n de un sector de la democracia cristiana de la RFA y el veto de la URRS. La desaparici¨®n de ambos impedimentos es digna de toda atenci¨®n, y muy especialmente la de las reticencias sovi¨¦ticas.Cuando la URSS ha dado pasos acerc¨¢ndose a la RFA, siempre ha partido de que Mosc¨² era el ¨²nico sujeto de la distensi¨®n y del di¨¢logo. Berlin Este era un factor de rigidez y dureza para presionar sobre Occidente. Y la URSS busc¨® motivos para anular varios viajes de Honecker a Bonn, ya preparados. La actual visita es un signo de los cambios que Gorbachov ha introducido en la pol¨ªtica europea. Indica una disposici¨®n a que la RDA desempe?e un papel activo en un proceso de distensi¨®n y coexistencia entre las dos Alemanias, que puede contribuir a unas relaciones m¨¢s fluidas entre Europa occidental y Europa oriental. El temor sovi¨¦tico a que la RDA se deje influir por Occidente ha dado paso a una visi¨®n m¨¢s positiva del problema alem¨¢n en s¨ª.
Erich Honecker tiene objetivos propios en su visita a Bonn, determinados en parte por sentimientos muy extendidos entre la poblaci¨®n estealemana, y que el Gobierno, a pesar de la ausencia de democracia, no puede ignorar. Desde hace a?os, los avances de la coexistencia de los dos Estados alemanes han sido serios. La comunidad de idioma, de cultura, de historia, presiona con fuerza en ambos lados. La RFA no considera a la RDA como un Estado m¨¢s del bloque del Este. Le ha concedido cr¨¦ditos importantes, sin los cuales los logros econ¨®micos de esta ¨²ltima ser¨ªan mucho m¨¢s modestos. Por otra parte, la RDA ha flexibilizado sustancialmente su frontera: dos millones de sus ciudadanos han viajado en 1986 a la RFA; de ellos, un mill¨®n en edad de trabajo productivo, que han vuelto con toda normalidad. Todo lo cual subraya hasta qu¨¦ punto resulta anacr¨®nico, am¨¦n de escandaloso e inmoral, la mera existencia del muro de Berlin.
La socialdemocracia alemana, cuya Ostpol?t?k ha sido pionera en la apertura hacia los pa¨ªses el Este, ha querido hacer su propia contribuci¨®n a la visita de Honecker con un gesto que ha causado revuelo en la Rep¨²blica Federal, pero cuyo significado desborda las fronteras. Ha publicado un documento conjunto, elaborado durante m¨¢s de dos a?os por te¨®ricos del SPD y del Partido Comunista, en el que ambas organizaciones delimitan sus desacuerdos y coincidencias en materia de seguridad y desarme. Es un hecho sin precedentes desde que en 1919 se produjo la escisi¨®n del socialismo alem¨¢n. Sin ocultar discrepancias de fondo, el documento propugna "una cultura" de la confrontaci¨®n y del di¨¢logo pol¨ªtico. Al margen de la propaganda, tiende a crear un marco que facilite el di¨¢logo entre las dos Alemanias; e incluso entre fuerzas de izquierda en un ¨¢mbito europeo m¨¢s amplio.
El viaje de Honecker va a despertar recelos, y no s¨®lo entre las derecha alemana. En Europa occidental subsisten zonas de alergia ante todo lo que recuerde una posible Alemania unida. Alergias injustificadas. Normalizar la coexistencia, hacerla m¨¢s aceptable en el plano humano y cultural, es la mejor forma de que la cuesti¨®n de la unidad alemana no surja como tema conflictivo en el actual proceso de construcci¨®n de Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.