Se busca un toro que le sirva a Ojeda
Bayones / Manzanares, OjedaJOAQUIN VIDAL, El segundo toro de la tarde no le sirvi¨® a Paco Ojeda para nada porque al recibirlo con el capote le hizo correr m¨¢s que la jaca de la Algaba -que dicen-. Visto el panorama, no le dio ni un pase y lo mat¨® en la suerte de la desbandada. El segundo toro de la tarde era un toro; as¨ª que nada, fuera, no le val¨ªa.
Le tranquilizaron la peque?ez y la borreguez del cuarto. Sacaba la muletaza Ojeda por detr¨¢s de un muslo, adelantaba el pico, descargaba la suerte, embarcaba con la mano alta, despu¨¦s de rematar se marchaba y, entre perneos, pretend¨ªa introducir su par¨®n famoso. Volv¨ªa loco al borreguito, que ser¨ªa d¨®cil pero no gil¨ª. El borreguito se hart¨® de buscar un pedazo trapo que aparec¨ªa por los lugares m¨¢s insospechados. Toro que no es gil¨ª, tampoco le vale a Paco Ojeda.
Cinco toros de Los Bayones, escasos de presencia y fuerza, excepto el segundo; sexto, sobrero de Sep¨²lveda, impresentable
Manzanares: pinchazo hondo bajo (m¨¢s palmas que pitos y saluda); bajonazo (dos orejas); pinchazo hondo ca¨ªdo (silencio). Paco Ojeda: pinchazo a paso de banderillas, dos m¨¢s, media y dos descabellos (algunas protestas); estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio); media ladeada y rueda de peones (silencio). Estaba anunciado Julio Robles pero se resinti¨® de una lesi¨®n poco antes de empezar la corrida y no compareci¨®. Plaza de Guadalajara, 18 de septiembre. Tercera corrida de feria.
El sexto volvi¨® a ser toro, s¨®lo que manso. La que arm¨® el p¨²blico porque era manso. El apoderado de Ojeda tambi¨¦n la arm¨® en el callej¨®n, porque, evidentemente, ese toro-toro nada gil¨ª a¨²n le serv¨ªa a Ojeda menos que el anterior. El apoderado pegaba gritos, hac¨ªa gestos a su pupilo para que abandonara la brega, se mesaba los cabellos, le iba a dar una congesti¨®n. Qu¨¦ car¨¢cter de hombre. El presidente, al verlo tan revuelto, debi¨® temer lo peor y devolvi¨® el manso al corral, con atropello del reglamento, del sentido com¨²n y de su propia autoridad. Menuda empanada mental tiene el presidente de Guadalajara.
En su salsa
El sobrero sac¨® tipo novillo, cuerpo fam¨¦lico, cara de miseria, pitones de juguete, la fuerza de una gaseosa; es decir, lo que se buscaba. Complacido al fin, Ojeda se apresur¨® a recibirlo con ese capot¨®n que le fabrican en los astilleros de C¨¢diz, para darle unas ver¨®nicas codilleras y unas chicuelinas ramplonas.
Ojode estaba en su salsa. Sin embargo se trataba de una salsa aparente pues el c¨¢ndido animalito no ten¨ªa humor para jugar al escondite con el pico de una muletaza que surg¨ªa detr¨¢s de un muslo, ora por la parte de Sig¨¹enza, ora por la de Azuqueca. Circulares agarrado al costillar, parones intempestivos, mu?ecazos, no hicieron faena ni, por supuesto, dominaron al sobrero miserable que, si no se dejaba dominar, no serv¨ªa.
La tauromaquia cl¨¢sica contiene m¨²ltiples reglas y recomendaciones al objeto de que los toreros sepan c¨®mo se pueden dominar toros de muy distinta condici¨®n, pero no fue escrita para Ojeda. Ojeda tiene su tauromaquia propia que consiste en una sola regla para un solo, toro, y si no lo hay, se pinta.
Distinto es Manzanares, que admite mayor margen de maniobra. Ayer le salieron dos toretes boyanititos y los tore¨® a su estilo; es decir, con templanza al embarcar, aunque fuera de cacho, suerte descargada, perdiendo terreno al rematar cada pase y, en definitiva, sin ligaz¨®n. Lo de siempre. El quinto estaba moribundo y le dio los mortecinos muletazos que eran del caso. Lo de siempre tambi¨¦n. Manzanares ha adquirido una profesionalidad irreprochable con el medio-toro y le da fiesta siempre que se lo pongan delante. No hay que buscarle un medio-toro exclusivo, como a Ojeda. Con que sea medio-toro, se arregla.
Babelia
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