El bienestar del Estado
?Es verdaderamente un aumento salarial lo que se juega en alguna de las huelgas m¨¢s espectaculares de los ¨²ltimos meses?. La que ahora mismo tengo en memoria es la de controladores a¨¦reos catalanes, este pasado verano. Los controladores son un pu?ado de hombres y mujeres que tiene asignada la siguiente tarea: hacer bajar y subir aviones ordenadamente. Son algo as¨ª como el desaparecido lisiado de aparcamiento aunque exentos del amable gesto de abrir la portezuela con el ¨²nico brazo ¨²til.Poner un avi¨®n en tierra y ponerlo en el aire es m¨¢s impresionante y complejo que situar un coche junto a otro, pero la complejidad no reside en la acci¨®n misma de aparcar, sino en el manejo de la adecuada tecnolog¨ªa. Y la tecnolog¨ªa es, justamente, un reductor de la complejidad, de manera que controladres y lisiados se enfrentan a una misma distancia entre complejidad y tecnolog¨ªa; los uno, con su electr¨®nica; los otros, con su ¨²nico brazo sano.
As¨ª pues, el aumento salarial no est¨¢ justificado por un mayor esfuerzo f¨ªsico o ps¨ªquico en la maniobra. ?Ser¨¢ que los controladores necesitan m¨¢s dinero para cubrir necesidades de su vida cotidiana sin las cuales rendir¨ªan menos y peor? Es dudoso. Los profesores de universidad suben y bajan, aparcan y dan salida a miles de ciudadanos cada a?o. Su tecnolog¨ªa son los libros, y no se los regala el Estado; los compran. Tienen similares necesidades a las de un controlador, y seguramente las mismas pretensiones o m¨¢s. Sin embargo, carecen de los medios necesarios para escalar a la altura social de un controlador, por mucho que lo deseen.
?Cu¨¢les son los medios necesarios para situarse c¨®modamente en la escala social? La doctrina cl¨¢sica presentaba la huelga como una negativa de proletario a vender su fuerza de trabajo, que es suya y de nadie m¨¢s. Pero esto ya no es as¨ª. De hecho la huelga, en la actualidad, no depende tanto de la fuerza de trabajo secuestrada al capitalista cuanto de la posibilidad de producir da?o sobre terceros. De ese modo, aquellos cuerpos capaces de causar mayor da?o sobre un mayor n¨²mero de personas son los mas capacitados para ascender por la escala social. Ellos son ¨¢rbitros de su propia medida. Pero, ya se sabe, cuanto mayor es el n¨²mero de perjudicados, m¨¢s cerca estamos de lo que suele denominarse masa trabajadora. En consecuencia, aquellos trabajadores mejor situados para da?ar a un mayor n¨²mero de trabajadores son los m¨¢s adecuados para conducir con ¨¦xito una huelga.
Lo perverso del sistema de secuestro y chantaje ejercido por colectivos azarosamente situados en posici¨®n estrat¨¦gica (medicina, transportes, grandes compa?¨ªas de servicios, etc¨¦tera) no es tanto la clarificaci¨®n del contrato social (es decir, la demostraci¨®n de que el ejercicio del poder social es una mera cuesti¨®n de fuerza fruta, y no de justicia) cuanto la asunci¨®n de que el Estado es el ¨²nico protector del ciudadano. El capitalista puede enfrentarse a sus huelguistas (?y c¨®mo!), pero los trabajadores no pueden defenderse de sus controladores, de sus m¨¦dicos o de sus carteros. A cada ascenso social de estos cuerpos, mayor es la tentaci¨®n ciudadana de exigir un Estado fuerte y paternal. Cuanto m¨¢s evidente es la dial¨¦ctica de mutuos chantajes y secuestros entre trabajadores, mayor es tambi¨¦n el terror mutuo, y tanto mayor la necesidad de una estructura aparentemente neutral, el Ejecutivo.
Cuando controladores, m¨¦dicos o carteros deciden ascender en la escala social no se niegan simplemente a vender su fuerza de trabajo; tambi¨¦n clausuran y se apropian de la materia prima: viajeros, enfermos e informaci¨®n quedan a su merced. Algo as¨ª como si los huelguistas del textil se llevaran a casa la maquinaria. El resultado es siempre el mismo: todos salen perjudicados, menos el Estado, convertido en ¨²ltimo refugio de la materia prima, de los trabajadores y de los empresarios.
Pero el reforzamiento del Estado conduce, inexorablemente, a un mayor desamparo de los cuerpos estrat¨¦gicos: m¨¦dicos, controladores o carteros se empeque?ecen tras cada ascenso social y se enquistan m¨¢s en la maquinaria estatal, ¨²ltimo refugio de todo Cristo, ya que es el Estado el ¨²nico capaz de arbitrar una soluci¨®n. Ni los viajeros, ni los enfermos, ni los informadores, ni los controladores, ni los m¨¦dicos, ni los carteros salen del conflicto reforzados frente al Estado. Quiz¨¢ tan s¨®lo reforzados respecto del cu?ado que no puede comprarse un Volvo.
En la beata religi¨®n de la lucha de clases, los trabajadores se explotan los unos a los otros en beneficio del Estado. Los m¨¦dicos explotan a sus enfermos, que son controladores que explotan a sus viajeros, que son carteros y m¨¦dicos que explotan a sus vecinos, que son controladores y m¨¦dicos que explotan a sus carteros enfermos y as¨ª sucesivamente. Y el Ejecutivo vigila amorosamente a sus cr¨ªas para que no dejen de devorarse, azuz¨¢ndolas cuando decrece el entusiasmo o la codicia y puede correr peligro su labor de arbitraje, es decir, de supremac¨ªa. ?Alguien, en verdad, cree todav¨ªa que de ese modo el inter¨¦s general se sit¨²a por encima del inter¨¦s particular?
Cuando Salom¨®n decidi¨® entregar al c¨¦lebre y lacrimoso ni?o a una de las dos pretendientes, con notable perjuicio para la otra, que se qued¨® sin hijo por una genialidad del un tanto est¨²pido rey, no pens¨® en el bien general de su pueblo; tampoco pens¨® en su posible reelecci¨®n, pues no hab¨ªa de eso; s¨®lo pens¨® en cu¨¢l ser¨ªa la decisi¨®n m¨¢s adecuada para mantener viva la querella entre sus s¨²bditos. Porque la relevancia de ambas madres particulares, para el Estado, era nula; lo imprescindible era que se dieran madres como aquellas todos los d¨ªas. A la salida del juicio, entre las ovaciones, a Salom¨®n se le oy¨® murmurar en la oreja de su edec¨¢n: "Otra concertaci¨®n como ¨¦sta y dejamos a Yahv¨¦ en el paro!. Y as¨ª fue.
Nota bene. Ruego a los controladores (no tomo nunca el avi¨®n, me da miedo), m¨¦dicos (gozo de una salud envidiable) y carteros (¨²ltimamente no tengo quien me escriba) que no se lo tomen como una cuesti¨®n personal; habr¨ªa sido lo mismo con maquinistas de Renfe, ingenieros de Fecsa o propietarios de verduler¨ªa. Ruego a los maquinistas de Renfe, etc¨¦tera.
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