Horror
Un motel en alg¨²n lugar de la costa californiana. Sopla el viento, algunas gotas de lluvia se estrellan contra el cristal de la ventana. De cuando en cuando, el cielo se ilumina, y la atemorizada viajera puede tranquilizarse contemplando el vuelo de unas gaviotas que parecen alimentadas con todo lo que sobr¨® del hundimiento del Titanic. Brummm, brummm. Rayos y truenos.El tel¨¦fono del bangalow est¨¢ averiado, pero la viajera casi lo prefiere, porque as¨ª no puede comunicar con el chico del edificio de recepci¨®n, que se encuentra casi a un kil¨®metro. El chico de recepci¨®n, piensa la viajera, que adem¨¢s de aprensiva es cin¨¦fila, se parece much¨ªsimo a Tony Perkins en Psicosis. O sea, a Norman. Claro que Norman bien podr¨ªa subirse la cuesta, utilizar su propia llave, esconderse en el cuarto de ba?o.
Son las tres de la ma?ana y la viajera tiene miedo e insomnio. En la oscuridad, saca cautelosamente una mano de debajo de las s¨¢banas y busca a tientas el mando a distancia del televisor. Desliza el embozo lo imprescindible para asomar los ojos y poder ver. Oprime el mando, tratando de contener los temblores. ?Albricias! ?Funciona!
Pues ahora viene lo peor. Nada de pel¨ªculas de Clark Gable o Gary Cooper, nada de comedias como El hombre delgado, en donde al menos les ve¨ªas beber; nada de nada. O lo que es peor: una reuni¨®n de Weights Watchers con 40 socios en acci¨®n, de los que al menos la mitad deber¨ªan pesarse abiertos en canal, contando sus apasionantes experiencias semanales en torno a "c¨®mo perd¨ª dos libras y desde entonces me siento mejor conmigo mismo y he renunciado a los crispin rice del desayuno, y a partir de ahora todo va a ser distinto". El programa va acompa?ado de filmaciones que les muestran c¨®mo eran antes y c¨®mo son ahora. Con la misma ropa. Tremendo.
La viajera desconecta la televisi¨®n y vuelve a esconderse debajo de las s¨¢banas. Oye pasos en el exterior. ?Ser¨¢ Norman? ?Oh Norman! Nada mejor que un psic¨®pata con clase.
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