Un nuevo libro de Andr¨¦ Glucksmann
?C¨®mo filosofar despu¨¦s de Auschwitz?", es la pregunta que lanza el nuevo fil¨®sofo Andr¨¦ Glucksmann a la cara del m¨¢s ilustre de sus predecesores, Descartes, en un nuevo libro que acaba de aparecer en Francia y que ya est¨¢ haciendo correr demasiada tinta. Precisamente este a?o que termina se?ala el 350? aniversario de la aparici¨®n de uno de los libros de filosofia m¨¢s afortunados de la historia, el Discurso del m¨¦todo, y precisamente tambi¨¦n Andr¨¦ Glucksmann ha cumplido el medio siglo de existencia, lo que le otorga el derecho a dejar de ser ya un joven fil¨®sofo. La efem¨¦rides cartesiana es conmemorada un poco por todo el mundo, en Par¨ªs, Luxemburgo, Leyden, Toronto, California. Glucksmann, por su parte, festeja al mismo tiempo su aniversario y el de Descartes con un libro pol¨¦mico: Descartes, c?est la France. Ya es un t¨®pico hablar del cartesianismo franc¨¦s, pero el agitador Andr¨¦ Glucksmann vuelve una vez m¨¢s el t¨®pico del rev¨¦s y dice que las cosas no est¨¢n tan claras."El hombre que representa el esp¨ªritu franc¨¦s ( ... ) el pensador a quien se atribuye, para bien o para mal y con raz¨®n o sin ella, la paternidad de los rigores jacobinos, de las centralizaciones napole¨®nicas, del racionalismo burocr¨¢tico ( ... ) este individuo, s¨ªmbolo de las cualidades y vicios nacionales, no soport¨® quedarse en su pa¨ªs y conversar diariamente con sus compatriotas ( ... ) Quintaesencia de la naci¨®n, este franc¨¦s m¨¢s verdadero que todos los franceses [es] un marginal, obsesionado por la marginalidad, que reh¨²sa vivir y morir en su pa¨ªs y para su pa¨ªs: un malfranc¨¦s". Como se ve, Glucksmann no se anda por las ramas y escribe -como en ¨¦l es habitual- un libro m¨¢s pol¨ªtico que filos¨®fico.
Andr¨¦ Glucksmann, hijo de jud¨ªos austr¨ªacos de lengua alemana y combatientes contra el nazismo, vivi¨® en su infancia los efectos de la guerra, en la que muri¨® su padre en seguida, mientras su madre hu¨ªa a duras penas del campo de concentraci¨®n ocultando su identidad. Aprendi¨® a vivir bajo falsa identidad, y hay que recordar aquello que tambi¨¦n dec¨ªa Descartes sobre que era "un fil¨®sofo enmascarado", que ocultaba sus verdaderos pensamientos cuando sal¨ªa a la calle. Despu¨¦s de la guerra, Glucksmann estudi¨® filosof¨ªa y milit¨® en organizaciones comunistas, de las que le separaron la guerra de Argelia y los sucesos de Hungr¨ªa, para terminar como comunista prochino en mayo de 1968, cuando publicaba sus primeros libros y obten¨ªa una c¨¢tedra de filosof¨ªa: El discurso de la guerra y Estrategia y revoluci¨®n.
Era un puro y duro de la revoluci¨®n siempre pendiente, que ten¨ªa que empezar en el interior del individuo. Pero su tercer libro, La cocina y el comedor de hombres, resulta ya abiertamente anticomunista, aunque del comunismo sovi¨¦tico. Cuando surgen los nuevos fil¨®sofos, con Bernard Henri Levy a la cabeza, recuperar¨¢n parcialmente la figura de Glucksmann, aunque este ¨²ltimo siempre ha conservado mayor aura de rigor entre la izquierda. Sus libros se suceden y sus temas ser¨¢n sobre todo los del gulag, Polonia y as¨ª sucesivamente. Y ahora, en Descartes es Francia, opone la figura del fil¨®sofo a los propios t¨®picos que en su torno se han prefabricado, lo que le sirve para contraponer tambi¨¦n a la Francia corta oficial, administrativa y r¨ªgida, falsamente llamada cartesiana, otra Francia larga, la de la revoluci¨®n verdadera e individual, tolerante, libertaria, integradora de marginalidades, lo que ser¨ªa su aut¨¦ntico cartesianismo.
El buen sentido
El t¨®pico presenta a Descartes como un racionalista -que lo era-, un esc¨¦ptico sereno, un sin¨®nimo de orden y claridad, seg¨²n el profesor espa?ol Vidal Pe?a en su edici¨®n de las Meditaciones metafisicas. La duda como m¨¦todo desarbol¨® toda la filosoflia anterior de su tiempo, aunque no pudo cumplir su verdadero objetivo, que era el de terminar con todo dogmatismo. El "pienso, luego existo", es la frase m¨¢s c¨¦lebre de la historia de la filosoflia universal, aunque existe otra no menos feliz, al empezar su Discurso del m¨¦todo, que dice as¨ª en la edici¨®n espa?ola de Quint¨¢s Alonso: "El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, ya que cada uno estima estar tan bien provisto que hasta los que son los m¨¢s dificiles de satisfacer en cualquier cosa, no suelen ambicionar por lo general m¨¢s del que poseen". Claro est¨¢ que s¨®lo se suele citar la primera parte de esta larga frase.
En 1937, Francia celebr¨®, con Europa entera, el tercer centenario del Discurso del m¨¦todo; Andr¨¦ Glucksmann nac¨ªa, y en Espa?a, el profesor Garc¨ªa Morente, en plena guerra civil, publicaba su espl¨¦ndida y cl¨¢sica traducci¨®n de Descartes. Cincuenta a?os despu¨¦s, cada cual arrima su sardina al ascua del cartesianismo, que, como siempre, se escapa, ambigua y sutil. El discurso del m¨¦todo se presenta como una autobiograf¨ªa, en la l¨ªnea de Montaigne, y Descartes, que cre¨ªa en Galileo, se ocult¨® tras su condena para no sufrir las consecuencias. Unos lo proclaman agn¨®stico y cercano a los libertinos, y otros, un bienpensante ejemplar y ortodoxo. Como Francia, Descartes son dos. Que cada cual elija el suyo.
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