Enteramente vivo
P. S. Saramago asist¨ªa en Sevilla en los d¨ªas de esta entrevista al III Encuentro en Democracia, pero la raz¨®n fundamental para encontrarse en la ciudad, que le ha visto llegar varias veces en el ¨²ltimo a?o y medio, es que en enero le ver¨¢ llegar para casarse.
Porque a sus casi 66 a?os, dos veces abuelo, este hombre que a los 58 comenz¨® en serio su carrera de novelista -hab¨ªa publicado de joven una novela de aprendizaje, y luego dos poemarios- se piensa casar con una sevillana de 37 a?os, "menor que mi hija", y se siente absolutamente feliz, y se le nota. "Es una revoluci¨®n", explica sencillamente. "Es un gran, gran, gran amor", insiste, por si hiciera falta. "Creo que es una revoluci¨®n mutua".
"A mis 65 a?os me siento m¨¢s joven que hace 10, y empiezo a creer en los milagros. Siento una gran disponibilidad para creerlo todo, comprenderlo todo". Tolerancia, entusiasmo, proyectos, una iron¨ªa que no merece el nombre, por tierna... sin duda, es el papel de un hombre que vive una de sus juventudes.
Hasta el humor le ha cambiado. Incapaz por moral de practicar la iron¨ªa de su pluma -"la relaci¨®n ir¨®nica es la relaci¨®n del colonizador y el colonizado", dice-, no s¨®lo no se burla sino que lleva una especie de aureola. "S¨¦ que puedo morir ma?ana, pero la idea de la muerte no tiene para m¨ª ning¨²n significado. S¨¦ que no se puede evitar, simplemente. Me parece que es porque estoy vivo, porque estoy enteramente vivo. Y si uno est¨¢ enteramente vivo, ?por qu¨¦ va a pensar en morir?".
"El cerco de Lisboa'
Doce a?os despu¨¦s de su profesionalizaci¨®n como novelista, tres de sus cinco novelas (tambi¨¦n ha publicado poes¨ªa, ensayo y art¨ªculos period¨ªsticos) se han traducido a casi todos los idiomas europeos, salvo el griego, el alban¨¦s y alg¨²n otro, y ¨¦l es un escritor tan solicitado que para cuando termine octubre llevar¨¢ cuatro meses de 1987 fuera de casa. "Aunque mucho ha cambiado en mi vida, sigo siendo el mismo", dice.
Cuando la fama amenaza con sitiarle, o cuando puede m¨¢s que el viaje la nostalgia de la literatura, el escritor regresa a su casa de Lisboa, el ¨²nico sitio donde puede crear, y se atrinchera detr¨¢s de su m¨¢quina de escribir, tan vieja que hay que rehacerle a mano las piezas. Ahora prepara El cerco de Lisboa, una novela cuyo t¨ªtulo, al igual que en las otras, es una orden, un verso y un programa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.