El percance se produjo cuando toreaba de capa

ENVIADO ESPECIALEl quinto de la tarde, de la ganader¨ªa de Baltasar Ib¨¢n, terciado de tipo, bizco del derecho y astifino cornal¨®n del izquierdo, cogi¨® de forma impresionante a Ortega Cano cuando lanceaba de capote al recibirle. Iba acopl¨¢ndose el diestro sobre las rayas y desgranando ver¨®nicas con empaque; a la cuarta le ech¨® mano y se lo llev¨® a los lomos para desplazarle, una vez recogido en la arena, hasta la boca de riego con un seco derrote.

Campuzano, que se hizo cargo de la lidia de este toro, flojo y descastado, obtuvo una ben¨¦vola oreja tras una faena encimista, vulgar y con enganchones.

Ortega Cano, que sabore¨® el triunfo ante el segundo de la tarde por cortarle dos orejas zaragozanas -es decir, regaladas-, no estuvo a la altura de la gran calidad del toro. Sin templar, en ocasiones desacoplado, no fue motivo para que la masa le aclamara con entusiasmo. Cada vez que sus pases de muleta llevaban la ejecutoria carente de calidad.

En Zaragoza vale todo. A Espartaco le jalean y su toreo pueblerino, despegado y tremendista en los desplantes, encontr¨® su horma ante este p¨²blico, que coloca el prestigio de esta plaza a la altura de los cosos de talanqueras. De pena. No ser¨ªan menos los entusiasmos dedicados a un Campuzano vulgar con la muleta, en su primero, que tard¨® en encontrar las excelencias del pit¨®n izquierdo de su segundo.