Las Rozas
Llevo como once a?os viviendo en Las Rozas. Las Rozas, donde Harguindey toma el tren c¨®modamente para venirse a Madrid, es ya la posteridad. Desde Las Rozas se ve el mundo como desde esa muerte en vida (la verdadera muerte vividera y feliz) que empieza a los cincuenta a?os.Cuando llegu¨¦ a Las Rozas, era como un Guadarrama previo, un pueblo con un bar, "La Taurina", una cabra, unas obras paradas y solitarios aldeones de polvo y arena. Yo me paseaba mucho entre el bar y la cabra. Hoy, Las Rozas es una pueblo urbanizado, racional, jaspeado, con hipermercados, cafeter¨ªas, discotecas, un alcalde joven, un concurso de belleza (del que a veces soy jurado), una plaza de toros desmontable, muchas farmacias que perfuman de salud y unos sistemas de ense?anza edificados y racionalizados. Hay otros pueblos as¨ª, por aqu¨ª y por alla, que han crecido con la gestin socialista y que han salvado, sobre todo, entre municipios y pueblo, el peligro de quedarse en ciudades / dormitorio. Las Rozas no es una ciudad / dormitorio, sino la feliz posteridad tras la oficina, para unos, o la ¨²nica y definitiva posteridad vivible para otros. 0 despu¨¦s del trabajo o despu¨¦s de la vida (Madrid, tierra quemada, queda lejos), en Las Rozas no s¨®lo se vive, sino que se convive. Y el que todo el mundo duerma aqu¨ª a sus horas no supone, ya digo, que esto sea una ciudad / dormitorio, sino una ciudad que despierta. Paseando por Las Rozas en transformaci¨®n he escrito muchos art¨ªculos y libros que luego escribir¨ªa a m¨¢quina. 0 no. Puede servir este pueblo como ejemplo para dignificar un medio urbano / rural.
Hay muchos pueblos as¨ª en torno de las grandes ciudades, en Espa?a y en el mundo. Su postmodernidad consiste en haber superado el estadio industrial y somnoliento de ciudad / dormitorio para convertirse en c¨¦lula urbana, actual y funcional, que todav¨ªa mima a la vieja sentada a la puerta de su casa de cal, fija en su eterna funci¨®n de darnos las buenas noches. Entre la hamburguer y la nueva difusi¨®n de la cultura, lo que pasa es que uno, en Las Rozas, ya no encuentra la cabra.
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