Estudiantes gan¨® jugando en su cuarta dimensi¨®n
Despu¨¦s de 30 minutos de andar buscando la soluci¨®n a sus problemas, el Estudiantes hall¨® la luz. Luz de s¨®tano. Porque si el Estudiantes se siente incapacitado para solventar la cuesti¨®n seg¨²n los c¨¢nones, si no tiene tiradores de media distancia ni hombres de superior altura cerca de la canasta, si todos son m¨¢s bajos que su rival y medios certeros en el tiro, halla respuesta. Y la respuesta no est¨¢ en la Biblia. El Estudiantes se inventa una cuarta dimensi¨®n, juega donde nadie juega, en el s¨®tano del Magari?os, entre balones rebotados, pases sutterr¨¢neos y rebotes perdidos. Por eso muchos entrenadores se echan las manos a la cabeza cuando caen derrotados ante Estudiantes. Han aplicado las normas de rigor, pero han perdido. He ah¨ª la cuesti¨®n.Porque el CAI Zaragoza hizo todas las cosas razonables para ganarle al Estudiantes salvo una: darle m¨¢s asistencias a Picul¨ªn Ortiz. El CAI defendi¨® con garra, con ayudas entre los hombres de la primera l¨ªnea, llevaba mejores porcentajes de tiro de media distancia y contaba con superioridad f¨ªsica para el rebote. De hecho, llev¨® el partido controlado hasta el minuto 30, con distancias cortas, pero dando la impresi¨®n de crear enormes dificultades al rival.
A Vicente Gil se le fueron cerrando puertas paulatinamente. Primero, pudo observar que Pinone se ve¨ªa obligado a lanzamientos muy forzados ante el marcaje de Lampley y, claro est¨¢, fallaba casi todo. Luego, Montes, no encontraba ni un s¨®lo hueco para meterse en la zona, ante las ayudas constantes entre D¨ªaz y Arcega II y Capablo y Ruiz despu¨¦s. Posteriormente, Russell se encontraba con dificultades para recibir el pase y, cuando lo ten¨ªa en su poder, estaba lejos del aro y ante tres hombres de m¨¢s de dos metros a quienes deb¨ªa superar en un salto acrob¨¢tico. Despu¨¦s de una derrota parcial en el descanso (42-46), Russell se tuvo que sentar al cometer su cuarta personal. El Estudiantes estaba maduro.
Sali¨® Coll a defender lo indefendible y Hernang¨®mez a pegarse con Ortiz, pero Gil no ve¨ªa un hueco donde meter una asistencia potable. Alguna que otra vez, bien es cierto, trat¨® de romper el muro defensivo del CAI Zaragoza estrell¨¢ndose contra ¨¦l, t¨¢ctica que el Estudiantes nunca ha despreciado. A fuerza de darse algunos golpazos meti¨® algunos puntos, pero, desde luego, no era una estrategia consistente.
As¨ª que el Estudiantes resolvi¨® a su manera. Primero, busc¨® el inicio de su ataque en la propia defensa: apretaron los dientes, se encararon con sus pares y, tate, un bal¨®n robado; carrera fren¨¦trica en pos del aro y canasta. Segunda jugada: Gil, en primera l¨ªnea, mira al base de turno; detr¨¢s suyo, puede escuchar el fragor de la batalla, hay de todo, pero, he aqu¨ª, el bal¨®n vuelve a ser robado; nueva canasta.
Cuando el Estudiantes se encontraba en la llamada situaci¨®n de ataque est¨¢tico, la cosa no funcionaba, pero, a fuerza de estrellarse, encontraban su dimensi¨®n: una pelota que rebota en la espinilla de alguien, queda suelta, llega una mano redentora, la levanta y canasta. Otra pelota queda en el aire, a la altura del bajo vientre, los jugadores caen a su alrededor, pero ella sigue ingr¨¢vida: -la mano redentora la rescata de su et¨¦rea situaci¨®n y la introduce dentro del aro. As¨ª, en cuatro jugadas de este cu?o, el Estudiantes deshizo la igualada a falta de tres minutos.
Esa es su cuarta dimensi¨®n, la de los balones ingr¨¢vidos, los pases a ras de parqu¨¦, la defensa felina, el ataque a la carga, la incursi¨®n suicida. Es sabido por medio mundo que este equipo juega as¨ª a veces.
El otro medio trata de buscarle soluci¨®n a este aparente caos triunfante. Y el CAI la ten¨ªa ayer en sus, manos, porque para eso cuenta con Picul¨ªn, pero el puertorrique?o es, en demasiadas ocasiones, espectador de lo que hacen sus compa?eros. Y un jugador de tan alto porcentaje cuando tiene la posesi¨®n de la pelota, merece mejor atenci¨®n. No la tuvo y el CAI perdi¨®. Por eso y por otra cosa, ya se sabe.
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