Quien rompe el equilibrio social
El simple proyecto de una ley reguladora de infracciones y sanciones en el orden social ha desencadenado las iras de los empresarios, aun ignor¨¢ndose el alcance del proyecto de ley e incluso las posibilidades de ponerlo en pr¨¢ctica. Pero el simple env¨ªo del proyecto a las Cortes se ha significado por una reacci¨®n desmesurada de la Confederaci¨®n Espa?ola de Organizaciones Empresariales (CEOE) y, en su nombre, la airada r¨¦plica de su presidente, aparecida en EL PA?S el pasado d¨ªa 9.Un escrito que, por su tono y el grado de representatividad que ostenta su autor, debemos deducir que expresa la actitud y comportamiento general de los empresarios. Actitud y comportamiento que no se corresponden en la pr¨¢ctica con los observados tanto en las relaciones laborales en el ¨¢mbito de las espectivas empresas como en el respeto a la legislaci¨®n laboral, a las decisiones y sentencias de las magistraturas del trabajo o a la acci¨®n de los organismos competentes cuando ¨¦stas les resultan adversas.
Equilibrio social
Es algo tarde para rasgarse las vestiduras, se?or presidente de la CEOE. El equilibrio social hace tiempo que se hizo trizas, y precisamente por las causas que apunta acertadamente, por la injerencia de la Administraci¨®n del Estado. Una intervenci¨®n que entonces vio gustosamente, puesto que por aquellos a?os y circunstancias la acci¨®n sindical y el grado de consciencia de los trabajadores contaban bastante a la hora de discutir las condiciones laborales y necesitaban ustedes urgentemente un mediador conveniente.
Ese equilibrio que, seg¨²n usted, amenaza romperse es su equilibrio, el que le ha permitido la inestabilidad en el empleo, la congelaci¨®n salarial, el despido libre y la contrataci¨®n en los t¨¦rminos que les ha interesado; a m¨¢s de proporcionarle cobertura suficiente para deshacerse o discriminar a los elementos d¨ªscolos o poco decididos a equilibrarse.
Todo esto a cambio, manifiesta usted, del apoyo sincero al desarrollo de la libertad sindical, en realidad limitada por y para sostener ese equilibrio, y a esas fort¨ªsimas reducciones de jornada sufridas por la patronal durante los a?os 1980,1981 y 1982. Un apoyo -el suyo, naturalmente- valorado insuficientemente, quiz¨¢ por no aparecer por parte alguna contrapartidas que abonaran la bondad de su pol¨ªtica, considerado el ¨ªndice de paro creciente y la escasa incidencia real del sindicalismo.
Sin embargo, deben reconocer que encontraron buenos valedores: la amenaza de crisis econ¨®mica, la necesidad de convencerles a invertir y, finalmente, la entrada en el Mercado Com¨²n Europeo ensalzaron su figura y les convirtieron de la noche a la ma?ana en los presuntos salvadores de esta sociedad, presunci¨®n que tiene menos adeptos cada d¨ªa, pero que sigue sosteni¨¦ndose gracias al apoyo de ese mismo Gobierno que critica tan agriamente cuando as¨ª le conviene.
No se quejen ustedes, nadie les hubiera dado tanto y exigido menos, pues para nadie es un secreto que hasta ahora las posibilidades de defensa de los trabajadores frente a los empresarios han sido m¨¢s bien escasas, que incluso en aquellos casos en que las leyes vigentes han fallado a su favor se han incumplido las sentencias, que la osad¨ªa y el poder han impuesto en ¨²ltimo t¨¦rmino las condiciones, especialmente en los cap¨ªtulos de indemnizaciones, despido y readmisiones, cuestiones en el tratamiento de las cuales los empresarios se han manifestado, sobre todo en los ¨²ltimos a?os, con un menosprecio por los que se atreven a llamar sus interlocutores que roza el cinismo m¨¢s absoluto. Parece como si su aceptaci¨®n del marco legal de la jurisprudencia laboral hubiera sido hecho con el ¨²nico prop¨®sito de demostrar su prepotencia para vulnerarlo.
Situaciones l¨ªmite
?Cu¨¢ntas veces ha dispuesto la magistratura de trabajo la readmisi¨®n de un trabajador y la empresa se ha negado a cumplir lo dispuesto? ?En cu¨¢ntas ocasiones se ha colocado al trabajador en la disyuntiva de aceptar la indemnizaci¨®n o, de lo contrario, dilatar indefinidamente su situaci¨®n de despedido real, aunque exista fallo a su favor?
Incluso jugando con su dignidad, coloc¨¢ndolo como un pelele frente al puesto de trabajo, pero sin permitirle tocar una sola herramienta o desempe?ar su labor, abonando sus haberes, pero haci¨¦ndole sentirse impotente y ridiculizado.
En ocasiones hasta hemos dudado de que ¨¦sta sea ¨²nicamente una acci¨®n para demostrar su fuerza y habilidad para soslayar la justicia e incumplir las obligaciones pactadas, sino que existe un prop¨®sito preconcebido de conducir a situaciones l¨ªmite desde las cuales se pueden provocar reacciones f¨¢cilmente punibles.
D¨ªgame, se?or Cuevas, cu¨¢ntas veces se ha aplicado la ley antiterrorista a un empresario o declarado ilegal su organizaci¨®n. En datos y de memoria guardo una lista interminable de trabajadores y organizaciones que sufrieron la persecuci¨®n y la ilegalidad.
No se queje, se?or Cuevas: dentro de pocas semanas, cinco trabajadores de la empresa Michel¨ªn, de Vitoria, ser¨¢n juzgados en la Audiencia Nacional por el delito de haber puesto en duda ese equilibrio, el que a usted tanto le preocupa y que, mientras no se demuestre lo contrario, solamente es garant¨ªa de mantenimiento antisocial. Aplicar la ley antiterrorista a un grupo de trabajadores por el car¨¢cter de su acci¨®n sindical frente a la arbitrariedad y el acoso empresarial s¨ª rompe un equilibrio: el m¨ªo y el de toda una clase social.
es licenciado en Historia Contempor¨¢nea por la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y ha sido secretario general de Catalu?a y tambi¨¦n secretario general de Espa?a de la Confederaci¨®n Nacional del Trabajo (CNT).
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