Como un anuncio de jab¨®n tropical
ENVIADA ESPECIALSeis espa?oles toman cerveza a las doce de la ma?ana en una casa prefabricada con un aire acondicionado totalmente irreverente con la temperatura exterior. Fuera, un mar gris transparente, penetrado por brazos de tierra plagados de palmeras y cocoteros, contrasta con estas viviendas que parecen un largo y destartalado vag¨®n de tren olvidado en medio de la vegetaci¨®n. Un hombre fornido, con un ba?ador rojo y una camisa de flores que recuerda a un turista de Puerto Vallarta, se identifica: "Soy el escolta del embajador".
Los 230 cooperantes enviados por el Gobierno a trabajar en Guinea son como una gran familia. Eran funcionarios en Espa?a o estaban en el paro cuando fueron colocados en la antigua colonia. Este reducto blanco est¨¢ compuesto por militares, monjas, diplom¨¢ticos, m¨¦dicos, religiosos y t¨¦cnicos.
Mari Carmen, la mujer de uno de los t¨¦cnicos de televisi¨®n, dej¨® su vivienda del madrile?o barrio de Arg¨¹elles y se traslad¨® con sus ocho hijos a esta isla tropical. El sueldo bien lo merece, dicen quienes reconocen que no se han ido tan s¨®lo por la aventura.
Hasta que el cambio de la moneda dej¨® de permitirlo, los cooperantes ten¨ªan cocinera, lavandera y ni?era. Ahora, por 25.000 francos cefas al mes (unas 17.000 pesetas) tienen una criada. Estos trabajadores son el ¨²nico personal oriundo autorizado para entrar en la colonia residencial, custodiada por un guachi (expresi¨®n derivada de la palabra inglesa watching-man, vigilante). Los espa?oles no llevan una vida social mixta, aunque afirman que no son racistas y que lo que ocurre es que los guineanos no se prestan mucho al contacto. Las viviendas en las que residen, de unos 50 metros cuadrados (tres habitaciones, ba?o y cocina) son otro de los misterios de la econom¨ªa espa?ola en Guinea. Dragados y Construcciones consigui¨® la adjudicaci¨®n de las obras en 1980 y las construy¨® a un precio de algo m¨¢s de cuatro millones de pesetas; por tanto, pueden ser consideradas como unas casas pobres de lujo.
Los sueldos
A cambio de unos sueldos que van de las 300.000 a las 800.000 pesetas, estos espa?oles se enfrentan con el paludismo y con una inacabable cadena de intermediarios cada vez que necesitan realizar una gesti¨®n con Espa?a. "En marzo se nos estrope¨® una peque?a pieza del monitor del estudio de realizaci¨®n de televisi¨®n; ese mismo d¨ªa solicitamos que nos la enviaran. Esta pieza, que vale en Espa?a unas 1.000 pesetas, nos acaba de llegar este mes", explica J. R., otro de los cooperantes. Las solicitudes atraviesan un largo recorrido: se env¨ªan al oficial mayor, que las pasa al coordinador general, quien a su vez las entrega al embajador. ?ste, mediante valija diplom¨¢tica, remite la petici¨®n a Espa?a. Una vez en Madrid, la recibe el secretario general de cooperaci¨®n, que la env¨ªa al director general; ¨¦ste la solicita al t¨¦cnico del ministerio que corresponda, momento en el que la cadena vuelve a empezar en sentido contrario."?C¨®mo van a entender de piensos en Asuntos Exteriores?", se pregunta otro de los cooperantes, que recuerda que hace poco 500 pollitos estuvieron a punto de morir porque no llegaba el env¨ªo.
La comida para los cooperantes se solicita de una manera m¨¢s directa. El Corte Ingl¨¦s env¨ªa a algunos cada mes y medio un contenedor que provoca envidias en el resto de la colonia espa?ola, que se las ve y se las desea para encontrar comida a buen precio en los mercados ind¨ªgenas. Uno de los efectos de la cooperaci¨®n espa?ola que m¨¢s pasiones levanta entre los guineanos es la emisi¨®n del programa Un, dos, tres; cuando las cintas de v¨ªdeo eran enviadas por el Ente P¨²blico, la televisi¨®n guineana las transmit¨ªa con una semana de retraso. Ahora lo hace Exteriores, y en estos momentos los guineanos ven a Mayra G¨®mez Kemp luciendo las galas del pasado mes de julio.
El espa?ol que trabaja en un ministerio guineano responde claramente a la pregunta de por qu¨¦ hay problemas de cooperaci¨®n en Guinea: "Porque los hay en Espa?a".
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