La sangre de Gento salv¨® al Madrid en Oporto
ENVIADO ESPECIALLa sangre de Gento clasific¨® al Madrid. Tras un primer tiempo en el que una extravagancia de Beenhakker tuvo al equipo desconcentrado y sin sitio, la salida de Llorente transform¨® el partido. Dos desbordes impecables por Ia izquierda, con su centelleante velocidad, terminaron en sendos goles de Michel. La sola presencia de Llorente provoc¨® el derrumbamiento del Oporto y cur¨® todos los males del Madrid, que hasta el descanso tuvo cara de equipo eliminado.
Como el Madrid esperaba, el Oporto sali¨® a jugar sin prisas. Mantuvo atr¨¢s siempre una l¨ªnea de cuatro defensas, que en caso de necesidad se comprim¨ªa y era reforzada en las alas por Magalhaes y Semedo, y que en cualquier caso estaba siempre protegida por Frasco, que actu¨® como medio retrasado. La creaci¨®n quedaba confiada a Sousa, el hombre que ordena y marca la pausa en este equipo. Rui Barros estaba en la media punta y Mayer arriba, en solitario.
Enfrente, el Madrid jugaba con un planteamiento m¨¢s audaz, quiz¨¢ excesivamente audaz. Tendillo era libre; Sanchis marcaba a Mayer, Chendo a Rui Barros y Solana era enviado a la media. Esta fue la originalidad del d¨ªa de Beenhakker. Su viejo deseo de meter mano en el equipo, de jugar a las t¨¢cticas, se proyect¨® esta vez en la absurda colocaci¨®n de Solana en la media, por delante incluso de Jankovic. No si, sabe si jug¨® ah¨ª para descargar de trabajo a Jankovic, para frenar eventuales subidas de Frasco, que no existieron, o simplemente para mayor gloria del entrenador holand¨¦s. El caso es que jug¨® mal, y fue una pieza que entorpec¨ªa la circulaci¨®n del bal¨®n en la media del Madrid. Los portugueses le vigilaron menos que a otros y por estar tan descubierto pas¨® bastante juego por ¨¦l y eso fue lo peor.
La presencia de Solana entre ¨¦l y Jankovic contribuy¨® a desconectar a Michel del partido. Michel, adem¨¢s, hab¨ªa tenido problemas de lumbalgia en la v¨ªspera de choque. As¨ª plantado en el campo, el Madrid ofrec¨ªa grandes claros en la parte de atr¨¢s de sus bandas, es decir, a las espaldas de Michel y Gordillo. Pero el verdadero problema no fue ese. El verdadero problema fue que Mayer pudo con Sanchis.
A los 22 minutos el defensa madrile?o le hab¨ªa hecho ya cuatro faltas a Mayer y la ¨²ltima de ellas fue transformada en gol por Sousa. M¨¢s tarde, Mayer le perdonar¨ªa un gol al Madrid en fallo clamoroso de Sanchis. Aunque el Madrid present¨® m¨¢s deficiencias fue esta inesperada actuaci¨®n por debajo de su nivel del defensa madridista, jugador de alt¨ªsima fiabilidad siempre, lo que cre¨® mayores problemas durante el primer tiempo.
Cuando ten¨ªa el bal¨®n, el Madrid buscaba a Jankovic, y ¨¦ste a los dem¨¢s. Jankovic mejor¨® sus actuaciones anteriores, y Mart¨ªn V¨¢zquez y, sobre todo, Gordillo siempre se ofrecieron como salida por la izquierda. Pero el equipo estaba cojo en el ala derecha.
El Oporto control¨® bien el primer tiempo. Marc¨® su gol y produjo las tres mejores ocasiones aparte de ¨¦ste. Su orden defensivo le permit¨ªa jugar con tranquilidad, y el manejo de bal¨®n de sus hombres, tan bueno como el de los madridistas, era una garant¨ªa. Tuvo tambi¨¦n problemas para prosperar por la banda izquierda, donde Semedo, suplente, no estuvo a la altura del equipo, pero en general hab¨ªa dado antes del descanso sensaci¨®n de tener la eliminatoria en sus manos.
Sin embargo, la salida de Llorente iba a dar un vuelco a las deficiencias t¨¢cticas apuntadas. Solana, a quien su entrenador hab¨ªa arrastrado al fracaso, fue el que se qued¨® fuera para que entrara Llorente. El sobrino de Gento se coloc¨® a la izquierda y all¨ª empez¨® primero a intentar desbordes y despu¨¦s a conseguirlos. Su presencia supon¨ªa una apuesta definitivamente ofensiva por parte del Madrid, que pas¨® a ocupar descaradamente el campo del Oporto. El equipo portugu¨¦s se desconcert¨® ante la decisi¨®n de los madridistas, a quienes la sola presencia del jovenc¨ªsimo extremo pareci¨® despertarles un ¨¢nimo de victoria y de lucha que en el primer tiempo no hab¨ªa existido. Hasta la lumbalg¨ªa de Michel desapareci¨® como por ensalmo y el Oporto se deshizo incomprensiblemente.
El primer gol no tard¨® mucho en llegar y puede decirse que ah¨ª termin¨® el partido. El arranque de Llorente, su llegada al fondo, con la quinta velocidad metida y su centro atr¨¢s para Michel permitieron revivir una de las suertes m¨¢s hermosas del f¨²tbol, el mal llamado pase de la muerte, cuya ejecuci¨®n fue impecable. M¨¢s tarde se repetir¨ªa la jugada, con los mismos protagonistas. El Oporto toc¨® fondo.
Ante la evidencia de que contra la velocidad de Llorente no hab¨ªa ant¨ªdoto, el equipo se desconcert¨®. Sousa, que hab¨ªa presentado una imagen imponente durante el primer tiempo, perdi¨® el ritmo y los nervios y se convirti¨® en un jugador sucio e irritante, incapaz de ser el soporte de su equipo. La marcha de Rui Barros poco antes del descanso tampoco hab¨ªa berieficiado al Oporto. Barriga se situ¨® a la izquierda y Semedo se ftie a la derecha, pero ninguno de los dos entabl¨® di¨¢logo con Mayer, que se qued¨® solo.
El Madrid jug¨® un segundo tiempo hermoso, y fue a m¨¢s. S¨®lo la tranquilidad de ver que la clasificaci¨®n estaba asegurada, la proximidad del partido con el Atl¨¦tico y la evidencia de que el Oporto se desahogaba de la derrota con patadas impidieron que el Madrid forzara el ritmo y alcanzara un resultado m¨¢s brillante. En los ¨²ltimos minutos lleg¨® tocando al ¨¢rea portuguesa, all¨ª sigui¨® tocando ante la estupefacci¨®n de los rivales y un tiro de Gordillo lo repeli¨® el larguero. Pero la clasificaci¨®n estaba alcanzada desde mucho antes. Desde el momento en que Beenhakker tir¨® sus apuntes y dio entrada a Llorente para remediar, con la viejacasta de los Gento y el esp¨ªritu de lucha de todos, el estropicio que hab¨ªa organizado en el primer tiempo por jugar a las t¨¢cticas, su juego favorito.
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