Burguiba, un estratega prof¨¦tico
De ese gran artista de la pol¨ªtica que levantara un Estado o inventara un nuevo tipo de relaciones entre pueblos abocados a los enfrentamientos violentos en raz¨®n de la historia colonial, dos escenas resumen su estilo y su temperamento: ante nosotros, Habib Burguiba, en su villa de Cartago, rodeado de un grupo de periodistas extranjeros, franceses en su mayor¨ªa. Uno de ellos, interpretando el sentir de los dem¨¢s, pregunta por qu¨¦ el Combatiente Supremo parece hacer poco caso de los consejos de sus colaboradores competentes y tomar s¨®lo las decisiones. El presidente fija en el imprudente su famosa mirada color de mar al alba y responde: "?Mis colaboradores? Me gustar¨ªa conocer sus cr¨ªticas, pero nunca ponen objeci¨®n alguna; todo lo aprueban. Jam¨¢s ofrecen resistencia, se inclinan...". El l¨ªder parece indignado y nost¨¢lgico a la vez. Se produce un breve silencio; luego, de repente, retoma la palabra: "Y adem¨¢s, cuando se tiene la suerte de contar con un Burguiba, ?por qu¨¦ contradecirlo?'.Naci¨® el 3 de agosto de 1903 en Monastir, en el seno de una familia de origen campesino, que su padre, oficial del peque?o ej¨¦rcito al servicio del sultanato, hab¨ªa ya reorientado hacia el servicio p¨²blico y la sociedad urbana. No puede resumirse mejor su juventud que como ¨¦l lo hiciera ante los jueces en 1938: "Fui educado en el colegio Sadiki a partir de 1913; despu¨¦s, en el liceo Carnot desde octubre de 1921 a junio de 1924; asist¨ª a la facultad de Derecho en Par¨ªs desde noviembre de 1924 hasta julio de 1927; luego me establec¨ª en T¨²nez...".
En Par¨ªs, adonde llegar¨¢ para asistir al traslado de las cenizas de Jaur¨¦s al Pante¨®n, fue un meritorio estudiante en la escuela de Ciencias Pol¨ªticas y en la facultad de Derecho, que se interes¨® por la neurolog¨ªa, frecuent¨® las organizaciones de izquierda (como Ho Chi Minh siete a?os antes), conoci¨® a Matilde, su mujer, de la que tuvo un hijo, e inici¨® una re?ida relaci¨®n, no obstante cordial, con Francia y su cultura. De regreso a T¨²nez, sinti¨®se horrorizado ante la diferencia abismal existente entre los principios de la democracia francesa que hab¨ªa visto funcionar en Par¨ªs y la pr¨¢ctica pol¨ªtica y social imperante en T¨²nez. Burguiba estrecha m¨¢s sus v¨ªnculos con los nacionalistas tunecinos; publica art¨ªculos en la Voix des Tunisiens y L'Action Tunisienne; abre un estudio jur¨ªdico en el que defender¨¢ a los explotados y, en 1934, provoca en el seno del partido desturiano una escisi¨®n que desembocar¨ªa en la creaci¨®n del Neo-Destur del que se convierte en su secretario general.
El prisionero
Seis meses m¨¢s tarde, el residente general Peyrouton lo enviar¨¢, en residencia vigilada, al lejano puesto presahariano de Bordj-Leboef, donde permanecer¨ªa hasta la llegada al poder en Par¨ªs del Gobierno del frente popular de Le¨®n Blum, uno de cuyos m¨¢s pr¨®ximos colaboradores, Charles-Andr¨¦ Julien, secretario general del Alto Comit¨¦ Mediterr¨¢neo, no se contentar¨¢ con ponerlo en libertad, sino que lo invitar¨¢ a Par¨ªs para iniciar unas conversaciones que ser¨ªan necesariamente breves. En abril de 1938, los levantamientos que tuvieron lugar en T¨²nez provocaron el arresto y nuevamente la prisi¨®n de Habib Burguiba, esta vez por largo tiempo, puesto que se prolongar¨ªa hasta la liberaci¨®n del l¨ªder -a quien ya se llamaba el Combatiente Supremo (Mudjahid el-Akhbar)- por las fuerzas ocupantes alemanas, en diciembre de 1942.El Eje intent¨® utilizar a Burguiba contra Francia -recepci¨®n en Roma; ofrecimientos diversos; promesas de emancipaci¨®n-, pero, contrariamente a una leyenda que circul¨® durante mucho tiempo, el jefe del NeoDestur resisti¨® la tentaci¨®n y, de igual modo que en la prisi¨®n, incit¨® a sus compa?eros a rehusar toda colaboraci¨®n al Eje.
Decepci¨®n en Oriente
Esto no le ser¨ªa reconocido por la Francia de la liberaci¨®n: despu¨¦s de haber sido rudamente tratado por los servicios del protectorado, ser¨¢ cuando Burguiba salga clandestinamente, en la primavera de 1945, hacia Egipto. Ser¨ªa poco decir que los 18 meses pasados en Oriente le decepcionaron: all¨ª se sinti¨® m¨¢s extranjero que en Par¨ªs y m¨¢s pobre que en T¨²nez. En 1947 le volvemos a encontrar en Estados Unidos y posteriormenrte -en 1950- en Par¨ªs, donde el nuevo patr¨®n del Quai D'Orsay, Robert Schuman, es partidario de una pol¨ªtica evolucionista en ?frica del Norte, a tal punto que un d¨ªa en Thionville incluso llegar¨ªa a hablar de independencia tunecina.Habib Burguiba aprovecha la ocasi¨®n y no pone obst¨¢culos a la formaci¨®n de un Gobierno con participaci¨®n desturiana, de la cual el que entonces era su lugarteniente y amigo, Salah. Ben Yusef, es el verdadero animador. Pero el 15 de septiembre de 1951 ese Gabinete, cuyo principal objetivo consist¨ªa en negociar un nuevo estatuto con Francia, se ver¨¢ brutalmente llamado a la realidad de la relaci¨®n de fuerzas existente por el Gobierno de Ren¨¦ Mayer y nada se modificar¨¢ en el protectorado. Burguiba se siente burlado, cae en trance y vuelve precipitadamente a T¨²nez, desencadenando una campa?a de agitaci¨®n que acaba en drama en enero de 1952. El fundador del Neo-Destur es detenido por tercera vez y desterrado a Tabarka; m¨¢s tarde, a la isla de Galite, en la costa de Bizarte; posteriormente, a Groix, a Montargir, y, finalmente, al castillo de La Fert¨¦, en Amilly.
El 31 de julio de 1954, Pierre Mend¨¨s France, presidente del Consejo, imprevistamente aterriza en T¨²nez, y delante del bey, en Cartago, afirma solemnemente que Francia se halla presta a mantener sus promesas respecto a la emancipaci¨®n de T¨²nez. A partir de entonces se inici¨® una larga negociaci¨®n, en la que Burguiba jugaba el papel de moderador y, a menudo, el de inspirador, puesto que encontraba en Edgar Faure, presidente del Consejo de Mend¨¦s France, un interlocutor abierto, ¨¦l tambi¨¦n, a sus ideas. Firmadas el 22 de abril de 1955, las convenciones franco-tunecinas reconocen la autonom¨ªa interna de T¨²nez. El 1 de junio de 1955, Habib Burguiba entraba triunfante en T¨²nez: apenas desembarcado del Ville d'Alger, ensilla un caballo blanco y, como un h¨¦roe de las gloriosas ¨¦pocas de los pueblos ¨¢rabes, atraviesa las murallas de la ciudad.
Construir un Estado
Durante los cinco primeros a?os de lo que puede llamarse su reinado, Habib Burguiba se emple¨® ante todo en construir un Estado, en modernizar las costumbres y en laicizar la vida p¨²blica. En julio de 1961 se crey¨® suficientemente fuerte como para arrancarle al general De Gaulle la evacuaci¨®n de Bizerta, ¨²ltimo reducto de territorio controlado por Francia. La brutal reacci¨®n del fundador de la V Rep¨²blica le ense?ar¨ªa del modo m¨¢s cruel que se hab¨ªa equivocado con el general De Gaulle y Laniel. Este suceso, que ocasion¨® la muerte de miles de tunecinos, no contribuy¨® al buen recuerdo de ninguno de estos dos hombres. La reconciliaci¨®n, obtenida en menos de un a?o, fue puesta en cuesti¨®n por una nueva iniciativa del Combatiente Supremo, al nacionalizar las tierras en posesi¨®n de franceses cuando no hab¨ªan pasado seis meses de la firma de un acuerdo que, en apariencia, estabilizaba la situaci¨®n.Luego de tres graves crisis de salud -en 1967, una doble crisis cardiaca, y en 1968, una hepatitis que, aparentemente, lo hab¨ªa condenado-, Burguiba reorient¨® su r¨¦gimen, confi¨¢ndolo a un cl¨¢sico financiero, Hedy Nuira, a quien nombr¨® primer ministro en noviembre de 1970, y restituy¨®, asimismo, algunos derechos al debate y a la cr¨ªtica colectiva.
Burguiba conoc¨ªa bien Francia, y a ella permaneci¨® intelectualmente ligado. Cuando quer¨ªa alabar tal o cual de sus discursos, de sus iniciativas, dec¨ªa que eran cartesianas. La francofilia de Burguiba no era a toda prueba. Su universo intelectual permanec¨ªa abierto a Francia; Le Monde era el diario que con m¨¢s atenci¨®n le¨ªa; sus gracias conservaban un perfume de barrio latino; muchos de sus amigos, los m¨¢s queridos, se encontraban en Par¨ªs, pero su pol¨ªtica era tunecina y nada m¨¢s que tunecina, no fundada ya en el eje T¨²nez-Par¨ªs, sino sobre el complejo Magreb-Europa, con una gran inquietud por la alianza con EE UU y una menor preocupaci¨®n por no romper con el mundo ¨¢rabe. A¨²n lo veo relat¨¢ndome una reuni¨®n de la Liga ?rabe, mientras representaba la escena con su extraordinario talento de comediante: evoca un c¨ªrculo de gentes que simulaban compasi¨®n, fraternidad y las m¨¢s puras emociones, y, s¨²bitamente, pasando de uno a otro, pone en sus bocas estos interrogantes: ?Y de ¨¦ste, cu¨¢ndo nos desembarazamos?
En ¨¦l hab¨ªa dos hombres: uno, realista y mediterr¨¢neo, de los que hicieron las leyes de las ciudades griegas, fundaron las factor¨ªas fenicias y levantaron el imperio romano. Fue el inventor del burguibismo, de la adaptaci¨®n de los fines a los medios. "Cuando tengo que pasar un armario por una puerta demasiado peque?a, prefiero desmontar el armario que demoler la pared". Desmont¨® el armario tunecino ante el muro del colonialismo franc¨¦s y ante ciertas perversiones del panarabismo.
A veces se acaloraba y, olvid¨¢ndose, se encontraba prisionero de las palabras que no hab¨ªa premeditado. Y como, a diferencia de los dem¨¢s l¨ªderes ¨¢rabes, no quer¨ªa dejar demasiado espacio entre las frases y los gestos, ve¨ªase arrastrado a toda una aventura; tal fue el caso de Bizerta. El realista, entonces, ten¨ªa que corregir los excesos del profeta, como cuando los sucesos de Bizerta tendi¨® su mano, seis semanas despu¨¦s del drama, a un De Gaulle muy poco comprensivo; o como pudo haber hecho en su momento con Nasser.
Pero para ver a distancia y no correr el riesgo de que las prof¨¦ticas palabras cayesen en el olvido, hab¨ªa que no estar solo; era necesario haber construido un sistema que pudiera resistir a su muerte. Y Burguiba no estaba solo porque hab¨ªa construido el ¨²nico partido verdaderamente coherente del mundo ¨¢rabe, el Neo-Destur, que en 1964 se convertir¨ªa en el Partido Socialista Desturiano. En 30 a?os este arma de combate contra la preponderancia francesa se ha transformado en un organismo de Gobierno y ha sobrevivido a los embates que dividieron a la Walfd egipcia, o al FLN argelino, no sin sufrir, empero, la esclerosis burocr¨¢tica.
Lo que le hac¨ªa obrar
Burguiba hab¨ªa heredado su arte pol¨ªtico a la vez de sus or¨ªgenes modestos, que lo forzaron a trabajar duramente para conquistar su diploma de abogado, y de su estancia en Par¨ªs, donde fue alumno aplicado de la escuela de Ciencias Pol¨ªticas y, asimismo, de sus tumultuosos debates con las autoridades del protectorado franc¨¦s despu¨¦s de regresar a su pa¨ªs, donde experimentar¨ªa vivamente el choque producido por la diferencia entre las ideas liberales adquiridas en Par¨ªs y las amargas realidades coloniales. Este arte lo deb¨ªa tambi¨¦n, y muy especialmente, a su experiencia de fundador, de l¨ªder de partido y a sus estancias en las prisiones.En la primavera de 1969, y con ocasi¨®n del decimotercer aniversario de la llegada de la independencia al pa¨ªs, pregunt¨¦ al presidente tunecino cu¨¢les eran, seg¨²n ¨¦l, los principales aportes de su r¨¦gimen y de su pol¨ªtica: "?Ay!", respondi¨®, "muchas cosas excelentes. La m¨¢s importante, que durar¨¢ y se perpetuar¨¢ despu¨¦s de m¨ª, es el Estado tunecino, que nunca hab¨ªa existido".
La ca¨ªda en desgracia de Nizali, en julio de 1984, y, poco despu¨¦s, el repudio de Wasila Ben Aminar, comprometieron definitivamente el fin del r¨¦gimen burguibista, signado desde hac¨ªa ya mucho tiempo por las intrigas del palacio de Cartago, las ca¨ªdas en desgracia tan s¨²bitas como 1 ' as promociones, y los motines por la hambruna de enero de 1984, de la que a¨²n hoy ignorarnos el n¨²mero de v¨ªctimas.
En 1974, Burguiba hab¨ªa sido elegido presidente vitalicio.
Copyright Le Monde. Traducci¨®n de Alberto Vieyra.
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