Hacia un cambio radical
Existen precedentes en la historia de repudio por parte de Gobiernos de deudas externas contra¨ªdas por reg¨ªmenes o Gobiernos anteriores. Ning¨²n caso de gran endeudamiento, seg¨²n el autor, ha tenido una soluci¨®n de mercado, por eso es sorprendente que no se haya producido en el caso latinoamericano una reacci¨®n pol¨ªtica m¨¢s concreta destinada a frenar este drenaje. Pero esto, concluye el firmante, tiene un l¨ªmite.
"La insistencia en el cumplimiento de un convenio que supere la capacidad de pago de una naci¨®n le servir¨ªa de justificaci¨®n para negarse a cualquier arreglo. Nadie puede hacer lo imposible. ( ... ) Quienes insisten en cl¨¢usulas imposibles est¨¢n propiciando en ¨²ltima instancia el repudio completo de la deuda". Estas palabras no han sido pronunciadas por un latinoamericano, sino por un secretario del Tesoro de EE UU. Con ese argumento, a fines de los a?os veinte, el secretario Andrew Mellon debi¨® justificar la firma de 15 convenios para reprogramar las deudas de guerra de los pa¨ªses europeos con EE UU. Cuando m¨¢s tarde Alemania suspendi¨® el pago de reparaciones de guerra al Reino Unido, Francia, Italia, B¨¦lgica y otros pa¨ªses aliados, los deudores europeos simplemente suspendieron el pago de sus deudas a EE UU, en 1932 y 1933.En Am¨¦rica Latina aconteci¨® algo similar. En 1931, Bolivia ces¨® el pago de los intereses de sus bonos de la deuda p¨²blica, y ya en 1935 hab¨ªa cesado el pago de casi la totalidad de los pa¨ªses de la regi¨®n.
El repudio de los Estados del Sur de Estados Unidos a sus deudas con Europa en 1860, el de M¨¦xico con la deuda imperial contra¨ªda por Maximiliano, el del Gobierno sovi¨¦tico con la deuda zarista a principios de este siglo y las suspensiones y moratorias de los a?os treinta son precedentes importantes para la gigantesca carga financiera latinoamericana actual.
Al revisar la historia se constata que ning¨²n caso de gran endeudamiento ha tenido una soluci¨®n de mercado.
El caso latinoamericano presente es el ¨²nico en que un gravamen tan devastador no haya conducido a rupturas. Todos los precedentes hist¨®ricos muestran que los acreedores o sus Gobiernos debieron asumir una parte importante de las p¨¦rdidas resultantes de sus pr¨¦stamos e inversiones internacionales.
Resulta sorprendente, en perspectiva hist¨®rica, que no haya existido hasta ahora una reacci¨®n pol¨ªtica m¨¢s dr¨¢stica en Am¨¦rica Latina para detener este drenaje. Los Gobiernos han sido temerosos y casi impotentes, con pocas excepciones. Los centros de poder del sistema financiero internacional han sido eficaces para imponer un sofisticado mecanismo de succi¨®n. Los bancos se han coordinado para presionar a los organismos multilaterales, Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI), han sido celosos guardianes de una pol¨ªtica que hace recaer todo el peso sobre Am¨¦rica Latina, mientras los Gobiernos de los pa¨ªses desarrollados (norteamericanos, europeos y japoneses) han rehuido su responsabilidad global.
Situaci¨®n insostenible
Si hace una d¨¦cada se hubiera consultado si era sostenible una situaci¨®n en que los pa¨ªses latinoamericanos realizaran una transferencia neta de recursos al exterior de m¨¢s de 150.000 millones de d¨®lares (1982-1987), una fuga de capitales del orden de 120.000 millones (1976-1985) y una p¨¦rdida por t¨¦rminos de intercambio superior a 100.000 millones en la d¨¦cada de los ochenta y soportar adem¨¢s una ca¨ªda del ingreso per c¨¢pita del orden del 7%, ?qui¨¦n habr¨ªa respondido afirmativamente?Esto tiene un l¨ªmite. Las reparaciones de guerra impuestas a Alemania Occidental fueron menores que lo que ha pagado Am¨¦rica Latina como porcentaje de su producto. Y los latinoamericanos no nos hemos involucrado en guerra alguna con los grandes acreedores.
Ning¨²n pa¨ªs latinoamericano puede soportar por m¨¢s tiempo la triple carga de transferir cerca del 57. de su producto nacional a los acreedores si al mismo tiempo intenta elevar la tasa de inversi¨®n al menos un 5% para aumentar su crecimiento y atender las urgentes necesidades acumuladas de quienes viven en la pobreza extrema, que la CEPAL estim¨® en 130 millones de personas en 1985. Estos objetivos son incompatibles.
Ante esta realidad son irrelevantes, adem¨¢s de inconvenientes, las medidas parciales, como la reciente moda promovida por los bancos acreedores de convertir deuda en activos. Cuando la deuda externa llega a m¨¢s del 40% del producto general bruto (PGB) de Am¨¦rica Latina, tal pretensi¨®n es absurda, pues, de alcanzar importancia, transferir¨ªa a manos extranjeras el grueso de los activos m¨¢s valiosos de cada naci¨®n.
Nueva etapa
La crisis de la Bolsa de Nueva York es otra advertencia. El capitalismo especulativo introduce violentas oscilaciones en el sistema financiero, cambios en las tasas de inter¨¦s, en el tipo de cambio, recesi¨®n y proteccionismo, que Am¨¦rica Latina no puede costear. El colapso reciente de los valores burs¨¢tiles adelantar¨¢ probablemente una recesi¨®n, con eventuales alzas de los intereses y del proteccionismo.Am¨¦rica Latina entrar¨¢ en una nueva etapa. Su desaf¨ªo hist¨®rico es realizar una transformaci¨®n productiva y tecnol¨®gica, ampliar su capacidad y competitividad y atender su enorme mercado interno, que el a?o 2000 superar¨¢ los 500 millones de habitantes. Estas inevitables exigencias sociales y econ¨®micas obligan a modificar radicalmente el pago de la deuda.
Hasta ahora, la soluci¨®n al problema ha quedado en manos de economistas. Y los economistas, por lo general, adoptan un enfoque cortoplacista, financiero e instrumental, y carecen de una visi¨®n hist¨®rica, jur¨ªdica y pol¨ªtica.
La soluci¨®n s¨®lo se lograr¨¢ a trav¨¦s de un acuerdo pol¨ªtico. As¨ª lo hacen los pa¨ªses desarrollados. Cuando el grupo de los cinco resuelve conducir una espectacular ca¨ªda del d¨®lar est¨¢ aceptando la realizaci¨®n de enormes p¨¦rdidas para unos y gigantescas ganancias para otros, de una envergadura muy superior a la deuda latinoamericana. Y no son ni el mercado ni los privados quienes deciden esa masiva transferencia. Son los intereses nacionales los que est¨¢n en juego, y son los poderes p¨²blicos los que deben encontrar la salida.
Existiendo condiciones de incapacidad de pago y la decisi¨®n pol¨ªtica de cambiar una carga insoportable e injusta, es posible alterar el cuadro. La deuda no se desconoce, pero s¨®lo se paga en t¨¦rminos que contemplen una repartici¨®n de las p¨¦rdidas.
Nos aproximamos a un punto de cambio radical. Las provisiones creadas por los bancos comerciales norteamericanos, la moratoria de Brasil ocurrida en 1987 y la crisis de las bolsas occidentales nos acercan a ese punto.
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