Calambre
Lo he visto en El Globo. He visto al capitoste de un sindicato parisiense de taxistas electrocut¨¢ndose alegremente en un taxi de la ciudad. Porque a los conductores de esas tierras se les ha ocurrido la fulgurante idea de dotar sus coches con un artilugio achicharrante. Para defenderse de los posibles agresores. Esto es, entra el facineroso en cuesti¨®n en el veh¨ªculo y el taxista pulsa una pirindola y atiza una descarga de 52.000 voltios al viajero. Como la cosa sonaba un poco bestia, monsieur Benarous, que es el capitoste sindical, se ofreci¨® a dejarse ejecutar ante la Prensa. As¨ª es que al hombre le han retratado en pleno espasmo, pegando un alarido y bien sofrito. A lo que se ve sobrevivi¨®. Es un consuelo.Auguro al invento un porvenir espl¨¦ndido. Concuerda a la perfecci¨®n con el clima de la ¨¦poca. Con el Rambo descerebrado y virulento que nos esta creciendo en las entra?as. Propongo que nos dejemos de pamemas y que apliquemos el mismo principio a otros supuestos. Verbigratia: bancos y tiendas podr¨ªan disponer de un foso de hambrientos cocodrilos junto a los mostradores, accionable por medio de una palanca oculta. Los empleados de las gasolineras tendr¨ªan una manguera con vitriolo, y en las carteras de los paseantes cabr¨ªa introducir un alacr¨¢n. ?stas son s¨®lo unas cuantas ideas apresuradas y susceptibles sin lugar a dudas de mejora. Sing-Sing somos todos.
S¨®lo me asalta una duda, una sospecha. Puesto que estamos cada vez mas paranoicos, ?no podr¨ªa suceder que los miedos dispararan las trampas sin motivo? Se me hielan los pulsos de s¨®lo imaginar el cataclismo; tantos viajeros inocentes galvanizados por los taxis el¨¦ctricos, tantos clientes honorables devorados con toda impunidad por los caimanes. El comercio decaer¨ªa, las finanzas languidecer¨ªan y la crisis general ser¨ªa tremenda. Quiz¨¢ no sea tan buena idea, despu¨¦s de todo.
Eso s¨ª, de este asunto se puede extraer una reflexi¨®n indiscutible, un pensamiento muy concreto: qu¨¦ duro es ser sindicalista en nuestros tiempos.
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