La identidad mexicana
El premio Cervantes ha optado en esta ocasi¨®n por la m¨¢s absoluta actualidad: apenas hace un mes que la ¨²ltima y voluminosa novela de Carlos Fuentes, Crist¨®bal Nonato, aparec¨ªa en nuestras librer¨ªas y que la revista Quimera le dedicaba un amplio informe en su ¨²ltimo n¨²mero; y el pasado d¨ªa 15 de este mismo mes tuve la oportunidad de comentar esa novela, en este oto?o en el que la presencia latinoamericana ha sido predominantes en el mercado literario espa?ol. Esa presencia de Carlos Fuentes, sin embargo, no es algo coyuntural sino permanente, y eso desde hace ya m¨¢s de 30 a?os en la literatura escrita en espa?ol de la segunda mitad de nuestro siglo.Es necesario desde luego lamentar que el nombre de Camilo Jos¨¦ Cela, uno de los dos o tres que m¨¢s se lo merecen, siga ausente en el palmar¨¦s de nuestro m¨¢ximo galard¨®n; pero acaso habr¨ªa que a?adir tambi¨¦n que esta lamentable ausencia, que no honra al premio, se debe m¨¢s a las rivalidades espec¨ªficamente espa?olas que no a esa hipot¨¦tica confrontaci¨®n que el premio Cercantes establecer¨ªa entre los grandes escritores espa?oles y latinoamericanos.
De hecho, el resultado hasta hoy es de siete premiados espa?oles contra seis latinoamericanos, lo que resulta no solamente equilibrado, sino algo descaradamente favorable a los espa?oles, dada la potencia actual de las letras de Am¨¦rica Latina, que han perforado los mercados del mundo entero durante los ¨²ltimos veinte a?os con mucha mayor eficacia que lo conseguido por las letras espa?olas propiamente dichas. Aunque al final, la pretendida rivalidad entre las letras espa?olas y las latinoamericanas no existe en el terreno de verdad literario, pues se trata siempre de obras escritas en un mismo idioma, y todo intento de crear confrontaciones artificiales redunda s¨®lo en perjuicio de la misma lengua, de esos falsos competidores y de sus interesados propagandistas. La lengua espa?ola es una, por encima de m¨¢s de 20 pa¨ªses, de 300 millones de hispanohablantes y al lado de ese pu?ado de escritores de talla universal entre los que se encuentran Carlos Fuentes y Camilo Jos¨¦ Cela, que no solamente fijan y abrillantan ese idioma sino que lo difunden por el mundo entero.
Hace dos a?os, al publicar su pen¨²ltima novela, Gringo viejo, Carlos Fuentes estableci¨® de una vez por todas el plan general de su obra narrativa bajo el t¨ªtulo de La edad del tiempo. Este plan consta por el momento de 12 grandes cap¨ªtulos, compuesto cada uno de ellos por grandes novelas -y en caso de Fuentes esta grandeza se refleja en su misma longitud, que tantas veces le ha sido reprochada- o en agrupaciones de cuentos y novelas cortas. Del primer cap¨ªtulo, El mar del tiempo, se han publicado ya las novelas, m¨¢s o menos breves, de Aura (1962), Cumplea?os (1969) y Una familia lejana (1980). Se trata de una investigaci¨®n fant¨¢stica, personal, y hasta casi fantasmag¨®rica, que desemboca en ese monumental cap¨ªtulo segundo, formado por una de sus obras maestras menos comprendidas, Terra nostra, en la que se afirma y se niega la historia al mismo tiempo.
Prohibido por la censura
Los dos ¨²ltimos cap¨ªtulos de esta saga, que todav¨ªa no ha sido escrita de todo, lo configuran Cambio de piel (1967) y esta reciente obra maestra de historia y s¨¢tira-ficci¨®n que es Crist¨®bal Nonato. La primera de ellas obtuvo en Espa?a en aquellos a?os franquistas el premio Biblioteca Breve pero su publicaci¨®n fue prohibida por la censura, lo que dio lugar a un divertido informe que bajo cuerda reparti¨® su editor, Carlos Barral, informe inscrito ya en los anales de aquella administraci¨®n cultural tan arbitraria como ignorante. El premio Cervantes viene as¨ª a remediar una de las muchas injusticias que se perpetraban no se sabe bien en nombre de qui¨¦n ni de qu¨¦, en nuestros no tan lejanos a?os turbios de la dictadura, que siempre conviene recordar para saber lo que somos.
El primer libro de Carlos Fuentes, los relatos de Los d¨ªas enmascarados, data ahora de hace 33 a?os. Su primera gran novela, que inscribi¨® su nombre en pleno centro del tan mal llamado boom de la narrativa latinomaericana de esta segunda mitad de siglo, fue de 1958, La regi¨®n m¨¢s transparente.
A partir de entonces Carlos Fuentes asumi¨® todos los riesgos literarios, fue alternativamente vanguardista y tradicional, recibi¨® las influencias de todos los experimentalismos de la ¨¦poca, desde el Nouveau Roman hasta la nueva novela norteamericana y fue, desde sus puestos acad¨¦micos y diplom¨¢ticos, un propagandista ac¨¦rrimo de las letras espa?olas y latinoamericanas de nuestros d¨ªas. De hecho, su ¨²ltimo libro est¨¢ dedicado a un profesor norteamericano y al novelista espa?ol Juan Goytisolo. Y nunca ha abdicado de su progresismo inicial, que le indic¨® desde el principio que la literatura debe siempre mantener abierto el margen de la heterodoxia.
Heredero de una gran familia mexicana, de la literatura espa?ola cl¨¢sica y de la universal -su cultura es impresionante y se refleja paladinamente en sus novelas- Carlos Fuentes investiga, siguiendo la gran tradici¨®n de la literatura de su pa¨ªs, sobre la identidad mexicana, y la de su propio arte y su funci¨®n.
Las ra¨ªces del novelista arrancan de las mitolog¨ªas precolombinas, atraviesan la revisi¨®n de lo espa?ol y occidental, del descubrimiento, la conquista y la. colonia, y derivan hacia el examen inexorable de la revoluci¨®n mexicana, siempre traicionada, donde ha alcanzado una obra maestra como, La muerte de Artemio Cruz (1962).
En La cabeza de la hidra (1978), parodi¨® la novela negra en relaci¨®n con la explosi¨®n petrolera que anunciaba la ruina y el desastre mexicano de estos ¨²ltimos a?os, entre caos, terremotos y deuda exterior. Y en esta inimitable Crist¨®bal Nonato, que acaba de escribir y publicar, traza una ficci¨®n futurista desoladora, inscrita en 1992, a?o del V Centenario, donde un feto mexicano, todav¨ªa en el vientre de su madre, describe un pa¨ªs descuartizado, vendido, ca¨®tico y terrible, como si quisiera conjurarlo de antemano.
Evitar el pesimismo
Este premio Cervantes arranca pues desde hace ya m¨¢s de seis lustros y se inscribe en un futuro que nos espera a la vuelta de la esquina, y que el especial pesimismo apocal¨ªptico de su autor intenta evitarnos como sea. De todas formas, a¨²n le quedan dos cap¨ªtulos enteros y algunas novelas cortas para terminar esa saga intelectual e imaginaria que ¨¦l mismo se ha propuesto corno meta final. La actualidad, como siempre, desemboca en el futuro.
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