Por las barbas de Allais
Era una noche oscura y tormentosa de 1943. En el desv¨¢n de la gran casa de campo, donde se viv¨ªa lejos de todo, encontr¨¦ un viejo libro de lectura escolar. Y en ¨¦l le¨ª un cuento, La barba, de Alphonse Allais, sobre un se?or orgulloso de su hermosa barba, larga, fluida y sedosa. Pero una noche, una se?ora entrometida le pregunta si cuando duerme deja sus barbas por encima o por debajo de las mantas. Se da cuenta de que no lo sabe y de que nunca se lo ha planteado. Vuelve a casa confuso, se acuesta en la cama y deja sus barbas bajo las mantas; m¨¢s tarde, insomne, las saca fuera, luego deja la mitad fuera y la mitad dentro, y as¨ª durante muchas noches hasta que, al borde de la locura, se las corta.La moraleja del cuento se, insinuaba en el curso de una de esas divagaciones t¨ªpicas del estilo de Allais, al que le gusta interrumpir el hilo de la narraci¨®n con llamadas c¨®mplices y gui?os al lector -salvo que esta aparente complicidad generalmente sirve para enga?arle y que pierda el rumbo. Allais dec¨ªa al introducir la primera noche tr¨¢gica de su personaje: "Trat¨® de comportarse como siempre, de fingir que no pasaba nada. ?En vano! Cuando se finge que no pasa nada, dice un refr¨¢n ¨¢rabe, no se puede fingir que no pasa nada (traducci¨®n literal)".
Decid¨ª entonces, con 11 a?os, que Alphonse Allais era un gran escritor c¨®mico, pero despu¨¦s la vida, con sus vueltas, me llev¨® por otros caminos, y de la barba de Allais me qued¨® un vago y mordaz recuerdo; no s¨¦ por qu¨¦ durante un cierto per¨ªodo de tiempo se me meti¨® en la cabeza que el cuento era de Federico Mistral.
M¨¢s tarde, en los a?os setenta, reencontr¨¦ a Allais, y en particular un cuento suyo que sigo considerando sublime y del que he escrito que "pertenece a un club refinado de textos presidido, creemos, por Tristam Shandy: el club de los textos que cuentan historias sobre la forma en que se hacen las historias". Pido perd¨®n por autocitarme, pero creo que tengo derecho, puesto que a este cuento de Allais (Un drama realmente parisiense) le dediqu¨¦ una serie de cursillos universitarios por uno de mis libros, Lector in fabula, de 1979.
No voy a contar de qu¨¦ va ese cuento, y no es por empujar a alg¨²n incauto a que lea ese libro m¨ªo. No lo cuento porque perder¨ªa la gracia. Pero ahora, Eugenio Rizzi ha cuidado para Editor? Riuniti una colecci¨®n de historias de Allais (Un drama realmente parisiense y otros cuentos), y por el m¨®dico precio de 25.000 liras, incluido el IVA, cualquiera podr¨¢ por fin leer ese texto ejemplar sin pasar por mi ce?uda y pesada mediaci¨®n. En esta colecci¨®n aparece tambi¨¦n otro brev¨ªsimo cuento, Los templarios, que tampoco se puede resumir, y que est¨¢ en la l¨ªnea del drama ya citado bajo un lema, tambi¨¦n de Allais, que en Francia se escogi¨® como t¨ªtulo de una antolog¨ªa an¨¢loga: "La l¨®gica conduce a todo, a condici¨®n de salirse".
No se pregunten si se trata de salir de la l¨®gica o del lugar al que ¨¦sta conduce. Allais, en sus mejores momentos, juega con el desconcierto que crean sus paradojas. No puedo decir que todas las historias de esta colecci¨®n sean fulminantes y sublimes como las que he citado -aunque todas est¨¢n traducidas de forma espl¨¦ndida y todas demuestran que se puede bromear a finales del siglo XIX y hacer a¨²n re¨ªr a las puertas del a?o 2000.
Allais era un mercenario, escrib¨ªa improvisando para pagar sus deudas, pero tambi¨¦n cuando no daba lo mejor de s¨ª mismo segu¨ªa siendo irresistible. Y c¨®mo no juzgar irresistible a un se?or que ten¨ªa el valor de escribir: "He titulado esta colecci¨®n El paraguas del escuadr¨®n porque: 1) no se mencionan paraguas de ning¨²n tipo; 2) la vital cuesti¨®n del escuadr¨®n, considerado como unidad de combate, ni siquiera se aborda".
Para quien no lo sepa a¨²n, Allais escrib¨ªa en la belle ¨¦poque, recitaba sus mon¨®logos en el Chat Noir, de Par¨ªs, junto a Charles Cros, mientras Erik Satie tocaba el piano, y quiz¨¢ sin gente como ¨¦l no habr¨ªan existido despu¨¦s los dada¨ªstas, Raymond Queneau y el Oulipo. Rizzi, en su pr¨®logo, asocia a Allais con Campanile. Yo nombrar¨ªa tambi¨¦n a Macedonio Fern¨¢ndez, el hombre que dijo: "En este mundo son tantas las cosas que faltan, que si faltara una m¨¢s no existir¨ªa".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.