La casa, por el tejado

EN LA reuni¨®n que han celebrado en Acapulco los presidentes del Grupo de los Ocho (Argentina, Brasil, Colombia, M¨¦xico, Per¨², Panam¨¢, Uruguay y Venezuela) han prevalecido discursos y proyectos ret¨®ricos en torno a la unidad latinoamericana, y no ha habido resultados concretos apreciables. En muchos discursos se critic¨® el verbalismo como uno de los males tradicionales de la pol¨ªtica en Am¨¦rica Latina. Pero, teniendo en cuenta los problemas del continente y las discrepancias entre los diversos pa¨ªses representados, la cumbre dif¨ªcilmente pod¨ªa hacer mucho m¨¢s que estampar ideas e intenciones generales.En el documento aprobado por los presidentes, y bautizado Compromiso de Acapulco para la Paz, el Desarrollo y la Democracia, abunda ese verbalismo tan denostado en los discursos. En cambio, destaca en ¨¦l la falta de compromisos sobre cuestiones candentes. No se tom¨® una decisi¨®n sobre la deuda externa, ni se lleg¨® a la fijaci¨®n de un tipo de inter¨¦s reducido para los pa¨ªses latinoamericanos. El documento habla de un "programa internacional de emergencia de cooperaci¨®n econ¨®mica para los pa¨ªses centroamericanos", pero queda por ver c¨®mo se traducir¨¢ en hechos.

No obstante, las deficiencias de la cumbre no deben esconder algo importante: el hecho de que, por primera vez, los presidentes de las grandes naciones de Am¨¦rica Latina se hayan reunido, sin responder a una convocatoria del poderoso vecino del norte, tiene de por s¨ª una significaci¨®n. En la cumbre de Acapulco se ha hablado del paso del panamericanismo al latinoamericanismo. Se formularon cr¨ªticas a la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA), expresi¨®n institucional del panamericanismo. Surgi¨® incluso la idea de trasladar la sede de la OEA de Washington a un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina. Varios presidentes declararon que desean el retorno de Cuba a la Organizaci¨®n de Estados Americanos y a los otros organismos regionales. Son mensajes dignos de ser tenidos en cuenta en Estados Unidos. Las cosas han cambiado en Am¨¦rica Latina y la correlaci¨®n de fuerzas es muy diferente de lo que era cuando todos los pa¨ªses, salvo M¨¦xico, rompieron relaciones con Cuba por presi¨®n de Estados Unidos.

El presidente peruano, Alan Garc¨ªa, se?al¨® el papel aglutinador que puede tener para la unidad latinoamericana la deuda externa: "La deuda", dijo, "resulta ser un gran motor de integraci¨®n". La formulaci¨®n resulta atractiva, pero la deuda externa puede tambi¨¦n ser un factor de desuni¨®n. Basta analizar las pol¨ªticas discrepantes que siguen sobre la deuda los ocho pa¨ªses reunidos en Acapulco.

La reuni¨®n resucita el ideal bolivariano de la unidad de Am¨¦rica Latina, y se ha institucionalizado el Grupo de los Ocho. Desde ahora, los presidentes se reunir¨¢n anualmente y los cancilleres mantendr¨¢n consultas m¨¢s frecuentes. Esta institucionalizaci¨®n ha sido el resultado m¨¢s palpable conseguido en Acapulco. Ser¨ªa, sin embargo, exagerado hablar ya de Comunidad Latinoamericana de Naciones, buscando paralelismos con la Comunidad Europea. La voluntad pol¨ªtica de ¨¦sta naci¨® por un proceso inverso, a partir de las asociaciones econ¨®micas sobre el carb¨®n y el acero. No es el ¨²nico camino. Pero Latinoam¨¦rica, en esa marcha dificil hacia la unidad dise?ada en Acapulco, necesita evitar el peligro de querer construir la casa empezando por el tejado.