Jean Cocteau ya no es lo que sol¨ªa
Cocteau fue una vanguardia hoy est¨¢ lejos, suena en el teatro como antiguo y t¨ªmido. Ha bastado un pu?ado de a?os..Su prosa, sus libros tienen m¨¢s vigencia que su teatro. Hay algunas razones: el teatro, que le apasion¨® como a tantos escritores, no fue lo mejor que escribi¨®; y este g¨¦nero de literatura dram¨¢tica ha envejecido m¨¢s r¨¢pidamente.
Lector / espectador
El ¨¢guila de dos cabezas
Jean Cocteau (1889-1963).Versi¨®n castellana de Enrique Llovet. Int¨¦rpretes: Carlos M. D¨ªaz, Nuria Soler, Carmen de la Maza, Juan, Carlos Maza, Gerardo Garay, Julio N¨²?ez. Compa?¨ªa Retablo. Escenograf¨ªa y figurines: Rodolfo Imas. Realizado por Enrique L¨®pez-Baynton. Direcci¨®n: Jos¨¦ D¨ªaz. Teatro Alb¨¦niz, 3 de diciembre. Madrid.
El lector es constante y degustador; el espectador es inquieto, impaciente y est¨¢ m¨¢s sometido a modas y cambios, est¨¢ educado en otro lenguaje de im¨¢genes y palabras que le hace ahuyentarse de los largos mon¨®logos, de la acci¨®n lenta y minuciosa, que a¨²n fascinaban en 1946, en la posguerra de Par¨ªs, tan rica literariamente. Esa es la fecha en que se estren¨® El ¨¢guila de dos cabezas, que ahora se repone en Madrid.Cocteau busc¨® siempre en el teatro unos modelos anteriores sobre los que soltar su irnaginaci¨®n. El ¨¢guila de dos cabezas viene del romanticismo, se inspira en la corte de Luis II de Baviera -tan atractivo para los creadores de teatro y cine-, plantea un duelo entre el poder y el libertarismo, entre el amor y el Estado, y todo ello de una manera muy poco significativa en el mundo de hoy. Est¨¢ la belleza de la larga y elegante prosa, que Enrique Llovet ha traducido con todo el calor, la agudeza verbal y la perfecci¨®n que le caracterizan pero, inevitablemente, dentro de la dificultad que tiene trasladar de un idioma a otro no un di¨¢logo directo sino un estilo, una peculiaridad, una creaci¨®n en la palabra; y las insuficientes condiciones ac¨²sticas del teatro Alb¨¦niz amortiguan y van dejando perder de fila en fila, por mucho esfuerzo que hagan los int¨¦rpretes.
El personaje principal en el escenario es el decorado de Rodolfo Imas. Es un artificio de ingenier¨ªa y arquitectura muy interesante: un cubo met¨¢lico que se despliega y adquiere diversas formas con arreglo a la acci¨®n: un invento inteligente y bien calculado y dise?ado. Est¨¦ticamente -para una palabra de ese valor- no va m¨¢s all¨¢ del efectode unas cuantas jaulas de gall¨ªnas. Tiene el defecto, visto muchas veces en casos parecidos, de llev arse la atenci¨®n del espectador -que necesita de toda para entender-; incluso de la inquietud que produce ver el riesgo de los actores transitando por ¨¦l.
Neorromanticismo
Carmen de la Maza busca un estilo de primera actriz declamatoria a la antigua usanza, como corresponde al neorromanticismo esc¨¦nico; juega con la voz y la actitud soberana, busca la melancol¨ªa - alternada con la ilusi¨®n, la muerte con el entusiasmo amatorio. La r¨¦plica de Juan Carlos Naya intenta ser juvenil y apasionada, y la de Julio N¨²?ez c¨ªnica y fr¨ªa, como corresponde al melodrama y al regusto de ¨®pera y como ha buscado el director de escena, Jos¨¦ D¨ªez. Quiz¨¢ entre esta forma de representar, el artefacto esc¨¦nico y la ac¨²stica del local se encontrar¨¢n m¨¢s razones para explicar por qu¨¦ Cocteau no es ya lo que sol¨ªa.El p¨²blico estuvo respetuoso durante la representaci¨®n; aplaudi¨® el primer acto y ovacion¨® el segundo con la creencia ilusionada de que'era el ¨²ltimo; sin embargo, se reserv¨® su entusiasmo, sus bravos y su est¨ªmulo a todos para el final del tercero.
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