?Qui¨¦n es el Teatro Nacional?
Se vaya donde se vaya y se pregunte donde se pregunte, en cualquier parte del Estado espa?ol y en muchos lugares de Europa y Am¨¦rica, el teatro catal¨¢n actual el, conocido, reconocido y admirado. Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar otro sitio con tan pocos kil¨®metros cuadrados y, sobre todo, con tan pocos medios econ¨®micos y con una vida teatral tan intensa. ?De d¨®nde ha salido todo esto? Por una parte, de un p¨²blico -el catal¨¢n- que desde hace siglos se siente atra¨ªdo por el hecho teatral y que lo ha demostrado construyendo miles de escenarios , dando vida a grupos de aficionados y conservando antiguas tradiciones teatrales. Por otra parte, a un grupo de artistas que han sabido renovar los contenidos y las formas del teatro m¨¢s arcaico y reconducirlo hacia formas de expresi¨®n m¨¢s cercanas a la sensibilidad de hoy.
Dura lucha
No es arriesgado afirmar que el actual movimiento teatral de Catalunya -lo que, seg¨²n nuestro parecer, deber¨ªa ser el Teatre Nacional de Catalunya- tiene sus primeras ra¨ªces en el teatro independiente de los a?os sesenta, el cual hizo evolucionar la moribunda tradici¨®n del teatro catal¨¢n, casi yugulada por Franco, hacia nuevas formas que llegaban clandestinamente de Europa. Fueron a?os de representaciones ¨²nicas, de imposibilidad de profesionalizaci¨®n, de miseria econ¨®mica, de esfuerzos completamente desmesurados comparados con los resaltados que se obten¨ªan... Pero los hombres y las mujeres del teatro pudieron mantener encendida una peque?a llama en algunos rincones del pa¨ªs -perm¨ªtasenos la imagen un tanto cursi-. Hubo suficiente con un poco de libertad para que esta llama se propagase, se creasen assemblees d'actors, las compa?¨ªas se profesionalizasen, surgiesen otras compa?¨ªas nuevas, se creasen teatros estables y, poco a poco, la Administraci¨®n -siempre a remolque del p¨²blico y los teatreros- fue tomando cartas en el asunto, administrando dineros para subvenir a las necesidades cada vez m¨¢s amplias de consumo de teatro por parte del p¨²blico.?sta podr¨ªa ser, grosso modo, la respuesta que damos a los que, en Lugo o en Sevilla, en Buenos Aires o en Par¨ªs, nos preguntan el porqu¨¦ de la energ¨ªa y vitalidad del teatro catal¨¢n; porque todo el niundo sabe que ha sido un teatro itinerante y viajero que ha acudido a los lugares m¨¢s imprevistos de la geograf¨ªa nacional. Gracias a esta itinerancia, casi n¨®mada, de muchas compa?¨ªas, de muchas m¨¢s de las que firman este documento, se han podido financiar las posteriores temporadas en la Ciudad Condal. Hemos salido adelante gracias al apoyo y al entusiasmo de pueblos y pueblecitos de Catalunya y del resto del Estado que, a?o tras a?os, han contratado teatro. Es por esta raz¨®n que no dudamos de que el futuro Teatre Nacional de Catalunya sabr¨¢ estar a la altura de las circunstancias con respecto a ellos.
Mientras no ha habido dinero, todos los teatreros del pa¨ªs (y no s¨®lo los que firman este escrito) hemos sabido compon¨¦rnoslas para salir adelante, para apretar nuestros cinturones hasta l¨ªmites tragic¨®micos, hemos suplido la falta de dinero con tremendos gastos de energ¨ªa personal, con dosis innegables de ilusi¨®n y de imaginaci¨®n y con la esperanza de que, tarde o temprano, esta situaci¨®n se har¨ªa m¨¢s c¨®moda y podr¨ªamos empezar a pensar que no siempre tendr¨ªamos que movemos en la miseria. Hemos recibido escasas subvenciones, siempre pagadas con retraso y conseguidas a fuerza de discusiones y casi como un favor, y gracias al ¨¦xito de p¨²blico hemos conseguido cuadrar los n¨²meros. Cuando los n¨²meros no cuadraban se ha cargado sistem¨¢ticamente a la cuenta del actor, no es necesario decirlo. Y lo hemos hecho porque sab¨ªamos que eso se acabar¨ªa un d¨ªa y que -a medida que nos acerc¨¢bamos a Europanuestro trabajo de tantos a?os (repetimos: nuestro y de todos los que no firman este escrito y que igualmente han trabajado) ser¨ªa reconocido. No en vano hemos mantenido durante a?os la llama del teatro con tanta gente dispuesta a apagarla. (Aqu¨ª podr¨ªamos hacer algunas referencias a la inefable cr¨ªtica del pa¨ªs, que tanto se ha divertido con nuestros errores y que tan bien ha sabido pinchar en los puntos m¨¢s d¨¦biles.) Bien.
Ahora parece que ya hay dinero y que nuestro Gobierno y las dem¨¢s instituciones pol¨ªticas se disponen a llevar adelante el gran proyecto teatral del siglo en Catalunya, consistente en la construcci¨®n de dos macroespacios teatrales en la Ciudad Condal. O¨ªmos hablar de miles de nifflones de pesetas -s¨ª, s¨ª, miles de millones- y no podemos dejar de sentir un es-calofr¨ªo ante las repercusiones que una mala distribuci¨®n de estas inversiones puede acarrear.
Teatros oficiales
Hemos contemplado, a lo largo de los ¨²ltimos cinco a?os, la creaci¨®n de diversos teatros oficiales que, obviamente financiados con dinero p¨²blico, han entrado a competir con nosotros en las carteleras barcelonesas. Desgraciadamente, esta competencia art¨ªstica no nos inquieta en absoluto -todo lo contrario-, porque, salvo algunas magn¨ªficas excepciones, la t¨®nica general de inter¨¦s art¨ªstico de los espect¨¢culos oficiales ha sido m¨¢s bien mediocre. Pero lo que s¨ª nos ha inquietado, y actualmente nos preocupa de forma alarmante, es la competencia econ¨®mica que tales producciones del teatro oficial han generado en nuestro campo de trabajo, ya muy depauperado de por s¨ª. La falta de imaginaci¨®n y la falta de experiencia del Gobierno como empresario teatral se han intentado paliar con puros y simples millones. En pocos a?os se ha gastado m¨¢s, mucho m¨¢s, que todos nosotros en toda nuestra historia. Y nosotros hemos debido conformamos con los restos de unos presupuestos pr¨¢cticamente consumidos por la necesidad de mantener vivos unos teatros oficiales con unas medias de asistencia de p¨²blico incomparables con las nuestras. La irrupci¨®n de los caudales p¨²blicos en el teatro ha desmontado todo nuestro sistema econ¨®n-fico, que est¨¢ basado en la taquilla y en el aprovechan¨²ento de los recursos.El Gobierno (los distintos Gobiemos que hay en nuestro pa¨ªs) no ha dudado en multiplicar por cuatro, por cinco o por diez los sueldos y las retribuciones de los profesionales que han ido a trabajar con ¨¦l. El goteo de actores y colaboradores que han preferido optar por los suculentos sueldos oficiales ha sido constante. Nosotros no podernos pagar cantidades escandalosas (actualmente, en los teatros p¨²blicos de Catalu?a se pagan sueldos que rebasan, en muchas ocasiones, el medio mill¨®n de pesetas mensuales, y se dan casos de actores y t¨¦cnicos que siguen cobrando ¨ªntegramente estas, cantidades a lo largo de los tres meses de vacaciones estivales).
Naturalmente, mucha gente se nos va. Y no podemos recrimin¨¢rselo. Llevan, algunos de ellos, 10, 12, 20 a?os de trabajo y est¨¢n cansados de cobrar la modesta sunia que la taquilla ofrece, por m¨¢s exitosa que ¨¦sta sea. Porque la taquilla tambi¨¦n ha quedado desballestada gracias a la pol¨ªtica de precios de los teatros oficiales, que -al no depender para nada de sus ingresos reales- no han dudado en forzar la baja de los precios de las entradas mediante descuentos, abonos, precios especiales, etc¨¦tera, lo cual nos ha forzado a los dem¨¢s a tener que aguantar una pol¨ªtica de precios falsos que nos ha ido endeudando.
Nos preguntamos qu¨¦ ocurrir¨ªa si esta misma pol¨ªtica se hubiese seguido, por ejemplo, con los libros. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si el Gobierno decidiese crear varias editoriales oficiales que contratasen a los mejores escritores del mundo a precios desorbitados y vendiesen sus ejemplar es a una d¨¦cima parte de su coste real? Ser¨ªa un magn¨ªfico sistema para acabar con toda la tradici¨®n editorial de Catalunya a la que tanto debemos.
Si las, cosas siguen as¨ª, en muy poco tiempo (acaso unas semanas) Barcelona ver¨¢ desaparecer sus ¨²ltimos escenarios privados y las compa?¨ªas que llevarnos miles de representaciones a nuestras espaldas, que hemos conseguido n¨²llones de espectadores -s¨ª, s¨ª, millones de espectadores- haciendo teatro catal¨¢n, que contamos con varias docenas de espect¨¢culos de ¨¦xito en nuestra maleta, no tendremos m¨¢s remedio que ponemos; a disposici¨®n del Gobierno para que decida sobre este futuro que nos ha impliesto y que desde hace ya demasiado tiempo venimos cuestionando sin que se nos ofrezca ning¨²n tipo de compensaci¨®n, ni tan siquiera las horas necesarias de,di¨¢logo serio sobre el tema.
Vamos de manera irrevocable hacia un teatro completamente monopolizado por el Estado y por sus artistas favoritos, y aqu¨ª nos parece ver una rid¨ªcula ansia por parecerse al modelo europeo en lo que a apariencias se refiere. En muy poco tiempo puede quedar desahuciada la tradici¨®n teatral catalana que modestamente hemos contribuido a levantar desde nuestra propia iniciativa; la misma iniciativa privada que tanto defienden nuestros pol¨ªticos. Por si no hubiera bastante, en estos ¨²ltimos tiempos nos enteramos de que el Gobierno piensa aumentar todav¨ªa m¨¢s su participaci¨®n en el teatro p¨²blico financiando unos proyectos de construcci¨®n de grandes espacios teatrales. Tenemos la seguridad de que estas fara¨®nicas inversiones van a repercutir directamente sobre los escas¨ªsimos fondos que. se nos destinxri, cerrando de forma inexorable cualquier esperanza de futuro para nosotros, ahondando m¨¢s las diferencias entre el teatro p¨²blico y el privado e imposibilitanto la continuaci¨®n de nuestro trabajo. El futuro teatro catal¨¢n se nos antoja como un paisaje t¨ªpicamente tercermundista: dos relucientes rascacielos en medio de una multitud de chabolas. No es necesario a?adir que, como arnantes del teatro, nos alegramos de que se ponga la primera piedra de un ftituro escenario. Pero ello no puede haceirse a costa de nuestra supervivencia, ni tan siquiera puede seguir manteni¨¦ndose esta desleal competencia.
Injusticia y humillaci¨®n
Con su irreflexiva y, poco transparente entrada en el mundo teatral catal¨¢n, el Gobierno (los Gobiernos) nos ha puesto sistem¨¢ticamente entre la espada y la pared, y no estamos dispuestos a seguir jugando en una coriripetici¨®n des?gual, injusta y a veces humillante.
Estamos esperando una resPuesta urgente. Una respuesta pol¨ªtica por parte de convergentes y socialistas, cuya responsabilidad en la situaci¨®n que hemos explicado es equivalente y cuyos horizontes -por lo que se refiere a la nacionalizaci¨®n del teatro- parecen ser los mismos.
firman este art¨ªculo colectivamente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.