Las c¨¢rceles y el Defensor del Pueblo
Otra vez las c¨¢rceles. De nuevo las prisiones en candelero. En esta ocasi¨®n, tra¨ªdas de la mano del Defensor del Pueblo. El contenido del informe presentado ante los medios de comunicaci¨®n social y el Congreso de los Diputados por el titular de ese organismo, con ser sobrecogedor, ni es nuevo ni ha sorprendido a los que, desde una u otra posici¨®n, estamos comprometidos con la problem¨¢tica de las c¨¢rceles. En resumen, el informe del Defensor del Pueblo recoge lo que ya sab¨ªamos, lo que tantas veces se ha denunciado y se ha dicho. Lo que tiene de original es el cauce ahora empleado. Que una instituci¨®n cuya significaci¨®n y operatividad desconocernos muchos espa?oles se haya hecho eco de tinos males secularmente olvidados nos parece, en primera instancia, alentador.Somos herederos de una pesada y no muy brillante historia en la que el mundo penitenciario no es sino uno de sus reflejos. Las c¨¢rceles se arrastran peor la humedad del mundo, nos dej¨® dicho Miguel Hern¨¢ndez. Y de eso ¨¦l sab¨ªa un poco, sin que nadie se lo contara. Las c¨¢rceles arrastran innumerables lacras desde hace ya muchos a?os. Para paliarlas un poco se aprob¨® la, ley General Penitenciaria, la cual apenas se ha podido aplicar a causa, fundamentalmente, de la escasa dotaci¨®n presupuestaria. A pesar de los progresos logrados en los ¨²ltimos a?os, quedan, empero, castillos, viejas fortalezas, antiguos conventos, edificios del pasado siglo habilitados como prisiones por toda la geograf¨ªa espa?ola.
El informe que ha presentado el se?or Ruiz-Gim¨¦nez recoge una buena parte de los pecados capitales de las c¨¢rceles. Hacinamiento, fr¨ªo, falta de higiene, deficiencia alimentaria, etc¨¦tera. Tambi¨¦n se indica la conveniencia de construir nuevos centros penitenciarios para aliviar las c¨¢rceles ya existentes y separar de ellas a los drogadictos de los presos normales. No creemos que haga falta construir nuevos centros carcelarios. M¨¢s bien pensamos que con los que hay sobran por lo menos la mitad (total, para lo que sirven ... ). Lo que necesitamos son centros de desintoxicaci¨®n para los drogadictos y no macropenitenciar¨ªas. Centros de desintoxicaci¨®n sin recintos, sin garitas, sin guardias ni carceleros. Centros de curaci¨®n dotados de los medios necesarios y regentados por personal sanitario, pedagogos y profesionales especializados en conducta humana.
Drogadictos
No hay que olvidar que al menos el 80% de la delincuencia actual viene motivada por la drogodependencia. Y que el drogadicto es, sobre todo, un enfermo que precisa tratamiento y no c¨¢rcel. Antes que un juez necesita un psiquiatra. Primero que c¨¢rcel demanda un centro de desintoxicaci¨®n. Estos j¨®venes (algunos ya no tan j¨®venes) son, en su mayor¨ªa, enfermos sociol¨®gicos. Desenfrenados, act¨²an indiscriminadamente bajo el fantasma del mono. De ah¨ª precisamente su enorme peligrosidad. Pero encerrarlos en la c¨¢rcel, sin m¨¢s -como se sigue haciendo-, es, sobre todo, una insensatez. Tanto como poner la carreta delante de los bueyes. Conviene tener presente que debe ser siempre (en todos los casos) antes la sociolog¨ªa que la criminolog¨ªa. Que la primera debe estar al servicio de la segunda, y no al rev¨¦s. De hecho, la c¨¢rcel no positiva en nada al que la padece. La c¨¢rcel de hoy -que no consiste s¨®lo en la privaci¨®n de libertad, sino tambi¨¦n y sobre todo en la larga y angustiosa espera del juicio, el abandono, el fr¨ªo, la desnutrici¨®n, la agresi¨®n f¨ªsica, la enfermedad, el hundimiento ps¨ªquico-, no s¨®lo no puede resolver los problemas del hombre, sino que los socava y multiplica sin remedio. El ideario te¨®rico de esta instituci¨®n -rehabilitaci¨®n y reinserci¨®n social- es una tremenda falacia (m¨¢s tarde, a la salida, hay que rehabilitarse de la rehabilitaci¨®n carcelaria. Lo antes posible).
Del mismo mal se resiente buena parte de nuestro ordenamiento jur¨ªdico. La teor¨ªa penal lleva m¨¢s de 200 a?os atrapada, en la disyuntiva acci¨®n-represi¨®n-acci¨®n sin que hasta hoy se vislumbre luz alguna al callej¨®n sin salida. "La mayor parte de nuestros males provienen", se?alaba ya Cesare Beccaria en el siglo XVIII, cuyos juicios en materia penal conmovieron a Europa, "en que hay demasiados hombres vergonzosamente ricos o desesperadamente pobres". Para terminar diciendo: "El robo es el delito de la miseria y de la desesperaci¨®n de aquella desgraciada clase de hombres cuyo derecho de propiedad s¨®lo ha dejado una desnuda existencia".
Da?a y mutila
Dado que la c¨¢rcel es hoy m¨¢s inoperante y lesiva que nunca, que da?a y mutila, en no pocos casos, dimensiones humanas a veces irreversibles que apuntan, en el m¨¢s liviano de los supuestos, a la repetici¨®n de actos agresivos, habr¨ªa, creemos, que estudiar y articular otras f¨®rmulas, otras instancias m¨¢s pr¨®ximas al hombre. La comuna, el barrio, el colegio, podr¨ªan ser v¨¢lidos en los casos leves; la construcci¨®n de nuevos centros penitenciarios de r¨¦gimen abierto y centros de desintoxicaci¨®n gratuitos podr¨ªa ser la respuesta a buena parte de los problemas que en materia penal y penitenciaria tenemos en estos momentos planteados.
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