El reincidente
El lobo, viejo, desdentado, cano, despeluchado, desmedrado, enfermo, cansado un d¨ªa de vivir y de hambrear, sinti¨® llegada para ¨¦l la hora de reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador. Noche y d¨ªa camin¨® por cada vez m¨¢s extraviados andurriales, cada vez m¨¢s arriscadas serran¨ªas, m¨¢s empinadas y vertiginosas cuestas, hasta donde el pavoroso rugir del hurac¨¢n en las talladas crester¨ªas de hielo se trocaba de pronto, como voz sofocada entre algodones, al entrar en la espesa c¨²pula de niebla, en el blanco silencio de la Cumbre Eterna. All¨ª, no bien alz¨® los ojos -nublada la visi¨®n, ya por su propia vejez, ya por el reci¨¦n sufrido rigor de la ventisca, ya en fin por l¨¢grimas mezcladas de autoconmiseraci¨®n y gratitud- y entrevi¨® las doradas puertas de la Bienaventuranza, oy¨® la cristalina y penetrante voz del oficial de guardia, que as¨ª lo interpelaba:?C¨®mo te atreves siquiera a aproximarte a estas puertas sacrosantas, con las fauces a¨²n ensangrentadas por tus ¨²ltimas cruentas refecciones, asesino?".
Anonadado ante tal recibimiento y abrumado de insoportable pesadumbre, volvi¨® el lobo la grupa y, desandando el camino que con tan largo esfuerzo hab¨ªa tra¨ªdo, se reintegr¨® a la tierra y a sus querencias y frecuentaderos, salvo que en adelante se guard¨® muy bien, no ya de degollar ovejas ni corderos, que eso la p¨¦rdida de los colmillos hac¨ªa ya tiempo se lo ten¨ªa impedido, sino incluso de repasar carro?as o mondar osamentas que otros m¨¢s j¨®venes y con mejores fauces hubiesen dado por suficientemente aprovechadas. Ahora, resuelto a abstenerse de tocar cosa alguna que de lejos tuviese algo que ver con carnes, hubo de hacerse merodeador de aldeas y caser¨ªos, descuidero de hatos y meriendas. Las muelas, que, aunque remeci¨¦ndosele ya las m¨¢s en los alveolos, con todo, conservaba, le permit¨ªan roer el pan; pan de panes recientes cuando la suerte daba en sonre¨ªr, pan duro de mendrugos casi siempre. Viviendo y hambreando bajo esta nueva ley permaneci¨®, pues, en la tierra y en la vasta espesura de su monte natal por otro turno entero de inviernos y veranos, hasta que, doblemente extenuado y deseoso de descanso tras ¨¦sta a modo de segunda vuelta de una antes ya larga existencia, de nuevo le pareci¨® llegado el d¨ªa de merecer reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador. Si la ascensi¨®n hasta la Cumbre Eterna hab¨ªa sido ya acerba la primera vez, cu¨¢nto m¨¢s no se le habr¨ªa vuelto ahora, de no ser por el hecho de que la disminuci¨®n de vigor f¨ªsico causada por aquel recargo de vejez sobrea?adido ser¨ªa sin duda compensada en mayor o menor parte por el correspondiente aumento el ansia de descanso y bienaventuranza. El caso es que de nuevo lleg¨® a alcanzar la Cumbre Eterna, aunque tan insegura se le hab¨ªa vuelto la mirada que casi no hab¨ªa llegado siquiera a vislumbrar las puertas de la Bienaventuranza cuando son¨® la esperada voz del querub¨ªn de guardia:
"?As¨ª es que aqu¨ª est¨¢s t¨² otra vez, tratando de ofender, con tu sola presencia ante estas puertas, la dignidad de quienes por sus merecimientos se han hecho acreedores a franquearlas y gozar de la Eterna Bienaventuranza, pretendi¨¦ndote igualmente merecedor de postularla? ?A tanto vuelves a atreverte t¨²? ?T¨², ladr¨®n de tahonas, merodeador de despensas, salteador de alacenas! ?Vete! ?Esc¨²rrete ya de aqu¨ª, tal como siempre, por lo dem¨¢s, has demostrado que sabes escurrirte, sin que te arredren cepos ni barreras ni. perros ni escopetas!".
?Qui¨¦n podr¨¢ encarecer la desolaci¨®n, la amargura, el abandono, la. miseria, el hambre, la flaqueza, la enfermedad, la ro?a, que por otros m¨¢s largos y m¨¢s desventurados a?os se siguieron! Aun as¨ª, apenas osaba ya despuntar con las enc¨ªas sin diente:3 el rizado fest¨®n de las lechugas, o limpiar con la punta de la lengua la almibarada gota que pend¨ªa del culo de los higos en la rama, o relamer, en fin, una por una, las manchas circulares dejadas por los quesos en las tablas de los anaqueles del almac¨¦n vac¨ªo. Pisaba sin pisar, como pisa una sombra, pues tan liviano lo hab¨ªa vuelto la flaqueza, que, a nada pod¨ªa morir baja su planta por la sola presi¨®n de la pisada. Y al cabo volvi¨® a cumplirse un nuevo y prolongado turno de a?os y, como era tal vez inevitable, amaneci¨® por tercera vez el d¨ªa en que el lobo consider¨® llegada para ¨¦l la hora de reclinar finalmente la cabeza en el regazo del Creador.
Parti¨® invisible e ingr¨¢vido como una sombra, y era, en efecto, de color de sombra, salvo que las pocas partes en las que la ro?a no le hab¨ªa hecho caer el pelo; donde lo conservaba, le reluc¨ªa enteramente cano, como si todo el resto de su cuerpo se hubiese ido convirtiendo en ro?a, en sombra, en nada, para dejar campear m¨¢s vivamente, en aquel pelo cano, tan s¨®lo la llamada de las nieves, el inextinto anhelo de la Cumbre Eterna. Pero, si ya en los dos primeros viajes tal ascensi¨®n hab¨ªa sido excesiva para un lobo anciano, bien se echar¨¢ de ver cu¨¢n denodado no ser¨ªa el empe?o que por tercera vez lo puso en el camino, teniendo en cuenta c¨®mo, sobre aquella primera y, por as¨ª decirlo, natural vejez del primer -viaje, hab¨ªa echado encima una. segunda y aun una tercera ancianidad, y cu¨¢n sobrehumano no ser¨ªa el esfuerzo con que esta vez tambi¨¦n logr¨® llegar. Pisando mansa, dulce, humildemente, ya s¨®lo a tientas reconoci¨® las puertas de la Bienaventuranza; apoy¨® el estern¨®n en el umbral, dobl¨® y baj¨® las ancas, adelant¨® las manos, dej¨¢ndolas iguales y paralelas ante el pecho, y repos¨® finalmente sobre ellas la cabeza. Al punto, tal como sospechaba, oy¨® la met¨¢lica voz del querub¨ªn de guardia y las palabras exactas que hab¨ªa temido o¨ªr:
"Bien, t¨² has querido, con tu propia obstinaci¨®n, que hayamos acabado por llegar a una situaci¨®n que bien podr¨ªa y deber¨ªa haberse evitado y que es para ambos igualmente indeseable. Bien lo sab¨ªas o lo adivinabas la primera vez; mejor lo supiste y hasta corroboraste la segunda; ?y a despecho de todo te has empe?ado en volver una terceral ?Sea, pues! ?T¨² lo has querido! Ahora te ir¨¢s como las otras veces, pero esta vez no volver¨¢s jam¨¢s. Ya no es por asesino. Tampoco es por ladr¨®n. Ahora es por lobo".
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