El seminario de Jacques Lacan
Con seguridad ya no es necesario decir qui¨¦n es Jacques Lacan. No es tan seguro, sin embargo, que se conozca el proyecto sostenido de ense?anza que mantuvo por m¨¢s de 20 a?os y que sus disc¨ªpulos llamaron el seminario. Muchos de los que se acercan a su obra como lectores de los Escritos encuentran en la densa prosa -que para quienes nos dedicamos a su estudio es por dem¨¢s sugerente- un obst¨¢culo excesivo. Escritos: para no ser le¨ªdos, ironizaba Lacan en alguna ocasi¨®n.Se ignora que ese libro, el ¨²nico que verdaderamente escribi¨® Lacan, est¨¢ indisolublemente asociado al seminario; que cada escrito condensa una cuesti¨®n particularmente novedosa desarrollada en el mismo; un pasaje m¨¢s complicado o peor comprendido de su ense?anza. Escritos posee un valor en s¨ª mismo, aunque conserva la marca de su procedencia: una elaboraci¨®n m¨¢s amplia y mucho m¨¢s prolongada en el tiempo, a menudo durante meses y mediante el recurso a otras disciplinas, con una erudici¨®n y una originalidad reconocida por los propios, expertos de esas materias.
Esos expertos lo escuchaban como un digno interlocutor. Pod¨ªa proporcionar perspectivas novedosas en temas de la ling¨¹¨ªstica a pensadores tan reconocidos como Jakobson o Barthes;fil¨®sofos de diversas orientaciones, hegelianos tan valorados como Jean Hippolyte, heideggerianos, marxistas -el m¨¢s conocido y entusiasta tal vez Louis Althousser, que encontraba en su retorno a Freud la autorizaci¨®n de su relectura de Marx...-. Supongo que no hace falta prolongar la enumeraci¨®n para evocar la dimensi¨®n del compromiso de Lacan con la subjetividad de su ¨¦poca en el sentido m¨¢s amplio, puesta de manifiesto en su indagaci¨®n permanente, incansable, de los fundamentos freudianos.
Es por eso que la reedici¨®n, en una nueva traducci¨®n, del Seminario XI, el seminario entre los seminarios, es de una gran importancia. Su t¨ªtulo, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoan¨¢lisis, hace referencia al inconsciente, la repetici¨®n, la pulsi¨®n y la transferencia. Constituyen, sin duda, los fundamentos de la pr¨¢ctica y la teor¨ªa psicoanal¨ªticas.
Las preguntas ?qu¨¦ es un psicoan¨¢lisis?, ?cu¨¢l es el lugar de un psicoanalista en un an¨¢lisis? no pueden darse por resueltas como quisieran creer quienes hacen del psicoan¨¢lisis una referencia doctrinaria y dogm¨¢tica. Tampoco se piense que se trata de hablar para especialistas de problemas de una especialidad.
Porque el lugar del psicoanalista, por ejemplo, est¨¢ determinado por la transferencia. Y es precisamente en este Seminario XI donde Lacan separa, despega la transferencia de la repetici¨®n. La transferencia ya no ser¨¢, como pudo creerse, s¨®lo insistencia significante, s¨®lo el desplazamiento sobre la figura del analista de imagos infantiles fundamentales. Ni la repetici¨®n es el elemento m¨®rbido en la transferencia que deber¨¢ ser superado por qui¨¦n sabe qu¨¦ adecuaci¨®n, pasito a paso, del sujeto a la realidad (?qu¨¦ realidad?).
La transferencia es fundamentalmente amor, y aunque ese amor surja en el interior de un dispositivo, y por la existencia de ese dispositivo, nada lo diferencia, seg¨²n Freud, M aut¨¦ntico amor. Lacan recuper¨® ese hallazgo freudiano perdido entre las imagos parentales y el escabullirse del "no es a m¨ª a quien usted ama/odia". ?Pero se comprende que estamos tocando de este modo una de las dimensiones de mayor dignidad para el hombre, el amor, y que invirtiendo la afirmaci¨®n anterior resultar¨ªa que nada diferencia al amor, el verdadero, del amor de transferencia?
?Curaci¨®n por amor?
Al mismo tiempo, Lacan considera que basta que la funci¨®n del sujeto supuesto saber sea encarnada, que se suponga que aquel a quien se habla posee el sentido de lo que decimos, para que la transferencia est¨¦, desde ese mismo momento, fundada.
?Estaremos entonces proponiendo una suerte de curaci¨®n por el amor? Nada de eso: el psicoan¨¢lisis naci¨® por su renuncia, a la sugesti¨®n. Lo que ocurre es que al psicoanalista, en tanto se le supone saber, tambi¨¦n se le supone salir al encuentro del deseo inconsciente. De all¨ª que el deseo del analista constituya una funci¨®n esencial y que s¨®lo en ese punto de carencia que constituye el encuentro del deseo del Otro pueda surgir el deseo del sujeto en an¨¢lisis.
No es, pues, curaci¨®n por el amor. Tampoco es desentenderse de ese amor; es utilizarlo para llevar al sujeto m¨¢s all¨¢ de la idealizaci¨®n.
El alcance de la aseveraci¨®n anterior se entrev¨¦ al vincularla, como lo hace el propio Freud, con los efectos sociales del camino inverso. La f¨®rmula de la fascinaci¨®n colectiva -una realidad pavorosamente ascendente por el tiempo en que Freud escrib¨ªa su Psicolog¨ªa de las masas- proviene de haber desnudado el valor profundamente alienante de la identificaci¨®n idealizante. Para desvelar por qu¨¦ "la ofrenda a los dioses oscuros de un objeto de sacrificio es algo a lo que pocos sujetos pueden no sucumbir en una monstruosa captura", dice Lacan, es necesario que el drama del nazismo, las formas monstruosas y no tan superadas del holocausto, convoquen una valerosa mirada, la que a¨²n est¨¢ pendiente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.