La oposicion frustrada
EL RESULTADO del concurso-oposici¨®n celebrado recientemente para cubrir una plaza de catedr¨¢tico en la universidad Complutense, en la que el tribunal ha preferido a un profesor de la casa, el vicerrector Adolfo Arias, frente al catedr¨¢tico de la universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia Emilio Lled¨®, ha descubierto las deficiencias del sistema que establece la ley de Reforma Universitaria para designar a los jueces.En el sistema antiguo, los cinco miembros componentes del tribunal sal¨ªan por sorteo entre todos los catedr¨¢ticos de la especialidad. Actualmente, la propia universidad propone al presidente y al secretario, lo que en la pr¨¢ctica equivale a garantizar dos votos para el candidato de casa, si es el que se prefiere.
En un sistema democr¨¢tico ning¨²n ejercicio de poder debe encontrarse exento de controles. Las decisiones de todos los jueces pueden ser revisadas por otras instancias. Sin embargo, parece darse el caso peregrino de que un grupo de funcionarios acad¨¦micos quede libre de cualquier supervisi¨®n. En la ley de Reforma Universitaria se preve¨ªa que para casos discutidos como el que ahora se ha producido con Emilio Lled¨® se pudiera recurrir al Consejo de Universidades, tras ser examinado por una comisi¨®n de sabios de la propia universidad. No obstante, esta disposici¨®n no prosper¨®: el Tribunal Constitucional, formado por una mayor¨ªa de catedr¨¢ticos de Universidad, decidi¨® que tal segunda instancia violaba la autonom¨ªa consagrada por la Constituci¨®n.
La suposici¨®n de que las personas se transforman en absolutamente ecu¨¢nimes y sabias cuando acceden a la carrera funcionarial es extender demasiado los beneficios que de una oposici¨®n se reciban. M¨¢s prudente ser¨ªa que la sociedad se dotara de un procedimiento que descubra la inequidad acad¨¦mica y la falta de fomento a la calidad de la ense?anza, si se produjeran.
El fallo del reciente concurso-oposici¨®n ha causado esc¨¢ndalo en amplios ¨¢mbitos universitarios, especializados justamente en las disciplinas que ense?an los opositores, porque ha asombrado que los abundantes m¨¦ritos de uno de ellos quedaran sin un solo punto en la calificaci¨®n final. Aparte de la contrastada vocaci¨®n pedag¨®gica de Emilio Lled¨®, de la que son tributarios ya miles de alumnos, parece extra?o que el valor de sus condiciones acad¨¦micas se igualara a cero. Ha sido esto, especialmente, lo que a profesores y a alumnos ha hecho sospechar sobre la justicia con que se dilucid¨® la plaza. Pero adem¨¢s, si esto resulta as¨ª en el caso eminente de Emilio Lled¨®, ?c¨®mo no temer que actuaciones similares se hayan producido y se reproduzcan al abrigo de tribunales tentados a mirar m¨¢s los intereses de los pr¨®ximos que la capacidad de los aspirantes?
La mera posibilidad, hoy existente, de que las autoridades acad¨¦micas se conviertan, por feudos, en juez y parte, degenera el ya deteriorado ambiente universitario. La LRU mejor¨® las expectativas educacionales pero ha introducido componentes gremialistas que, en su exasperaci¨®n, desembocan en esc¨¢ndalos como ¨¦ste. Un esc¨¢ndalo que no es el primero ni ser¨¢, a menos que var¨ªen las condiciones, el ¨²ltimo.
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