'Las cucarachas de Yale'
Fernando Arrabal (Melilla, 1932) ha publicado hasta el momento 17 vol¨²menes de teatro y 10 novelas. Dramaturgo y figura controvertida, vive en Par¨ªs desde que se exili¨® de Espa?a en el a?o 1954. En Las cucarachas de Yale est¨¢n los ingredientes habituales de este autor, bajo la forma de una comedia esperp¨¦ntica. Arrabal la escribi¨® con el prop¨®sito de responder a una apuesta.
INTROITOCerrado de boceras, iba a pasar la noche del 24 de noviembre en Yale University: sin domar sus rebeld¨ªas y arreba?¨¢ndose los calzones, mis amigos Max Ferr¨¢ -director del teatro Intar de Nueva York-; el profesor de Drama School of Yale, O. Bronstein, y el dramaturgo G. Katz me arremetieron, de caso pensado, con una propuesta original. Me retaron, afectando modestias y dibujando halagos, a que compusiera una comedia robando a aquella noche trechos a mi sue?o. Puestos a parir escollos, me pidieron que en el entrern¨¦s, entre embolados y morcillas, se cantaran las tres canciones hispanas que casi todos los americanos sa ben de carrerilla: 'Amado m¨ªo', 'Granada' y 'La cucaracha'
En mi vida me vi en tal aprieto... Pero a la ma?ana siguiente, tras haber segado las horas de mis so?arreras, pude leer a mis amigos, durante el tentempi¨¦ de la ma?ana, la comedia terminada.
El padre de Las cucarachas.
PERSONAJES
El duque de Badajoz: especimen macho de la faculltad de Biolog¨ªa.
La princesita Pitusa: estudiante de Ciencias Religiosas y Sociales.
El caballo Valeroso.
La cucaracha Amorosa.
La granada Pepitas.
La acci¨®n transcurre en la universidad de Yale el 24 de noviembre de 1999.
PRIMER CUADRO
El duque de Badajoz, tras recibir una coz de su caballo 'Valeroso', le increpa, desalmado.
DUQUE DE BADAJOZ: ?Animal! ?Zoquete! ?Ner¨®n! ?Bestia! ?V¨¢ndalo! ?Cuadr¨²pedo saj¨®n!
Se dirige, feroz, a su distra¨ªdo y juguet¨®n caballo con una tremenda fusta dispuesto a deslornarlo. Cuando va a arrearle un trallazo cot¨®n colorado aparece la princesita Pitusa. Es un encanto de doncellita tan pura y virginal corno maloliente y testaruda.
El duque de Badajoz, prudente, con discreci¨®n, se coloca unas pinzas de ¨¦poca en la nariz. Visiblemente tiene puestos en ella sus cuatro otros sentidos: se mueve por sus pedazos. Est¨¢ acaramelado, engorgoritado..., la ama con locura.
PRINCESITA PITUSA: Mi querido duque, ?qu¨¦ ven mis, ojos? ?Osa usted levantar la mano sobre este humilde corcel que con tanto tes¨®n como perseverancia le deambula y callejea sobre sus equinas posaderas?
DUQUE DE BADAJOZ (hip¨®crita): Yo... La verdad es que... con la fusta... tan s¨®lo iba a acariciarle (de pronto, cicatero). ?Pero no vio su se?or¨ªa c¨®mo esta bestia a poco me parte el alma de una coz?
PRINCESITA PITUSA: ?Se?or duque, no tolero su ostensible discriminaci¨®n a banderas desplegadas!
DUQUE: ?Discriminador? ?Yo!
PRINCESA: Trata usted a su caballo con tan escandalosa superioridad.
DUQUE (tozudo): Le trato como lo que es.
PRINCESA (chinchorrera y melodram¨¢tica): ?Est¨¢ seguro de que me ama, duque?
DUQUE: ?Qu¨¦ tiene que ver mi plat¨®nico amor por usted, princesa, con mi caballo?
PRINCESA: Perm¨ªtame que le diga, solemnemente, que no podr¨ªa ni tan siquiera imaginar como mera hip¨®tesis el unirme por los lazos sagrados del matrimonio con un hombre -incluso de su linaje y virtudes- que discriminara a los cuadr¨²pedos.
DUQUE: Ni los desde?o ni los menosprecio; lo que sucede es que no tolero (sofocado de furor) las coces de este caballo desobediente.
PRINCESA (encantadora, pero firme): ?Basta!
DUQUE: Le aseguro que me llevo muy bien con otros caballos, con los que estoy a partir un pi?¨®n.
PRINCESA: Es el consabido argumento de los empingorotados arist¨®cratas demagogos que siempre pretenden tener amigos entre la masa que desprecian. Puesto que usted hace parte de ese clan de orgullosos nobles (muy seria), me voy. Para siempre.
DUQUE (a punto de llorar): ?Qu¨¦ puedo hacer para que me perdone, princesita de mis entra?as? Mi dulcinea y mi tormento. La quiero tanto, vida m¨ªa... No puedo prescindir de sus tan ex¨®ticos olores.
El duque se quita la pinza de la nariz durante unos instantes... pero el flujo es tan nauseabundo que tiene que ponerse, con infinita delicadeza, una m¨¢scara de gas camuflada.
PRINCESA: Si quiere que no me marche para siempre, tiene que cantarle a su caballo, con cari?o, una canci¨®n.
DUQUE: Pero..., ?qu¨¦ entiende mi caballo de m¨²sica?
PRINCESA: ?Otra vez! ?Se cree usted que s¨®lo los miembros de su casta disponen de un fino o¨ªdo?
DUQUE: No se enfade, princesita de mi alma. Voy..., voy... (tartamudeando de temor), voy a cantarle ahora mismo... (dudando) Cavalleria rusticana.
PRINCESA (enfadad¨ªsima): ?Quiere tomar nos el pelo? Sus provocaciones vulgares le envilecen.
DUQUE (muy alarmado): ?Pero qu¨¦ puedo cantarle que le guste a usted, princesita de mis Narices?
PRINCESA (estallando y en plan gresca): Insiste en tratar a su caballo como si no tuviera sentimientos... No es a m¨ª a quien tiene que gustarle su canci¨®n, sino a ¨¦l.
DUQUE (inquieto): La verdad... es que... cree usted, amor m¨ªo, que si improviso un Himno a la Yegua...
PRINCESA: No sea carroza, querido... C¨¢ntele..., por ejemplo..., Amado m¨ªo.
DUQUE: No teme que si me oyen mis vasallos extreme?os que estudian Inform¨¢tica en el DPPC (Departamento de Programas sin Pies ni Cabeza) me tomen por lo que no soy...
PRINCESA: No se preocupe ?macho! Aqu¨ª, en Yale, hoy, 24 de noviembre de 1999, toda la universidad sabe que es usted uno de los ¨²ltimos "hetosexuales" del planeta. Nuestro prestigioso centro docente -precisamente debe saberlo- le conserva con tanto mimo como representante de una especie tan en v¨ªas de desaparici¨®n como el tigre de Bengala.
DUQUE: Le canto.
El duque le canta a su caballo 'Amado m¨ªo' procurando adoptar la sensualidad incandescente de Rita Hayworth en 'Gilda'. La princesa le anima y le insta a que ponga m¨¢s ardor en su interpretaci¨®n. El duque hace todo lo que puede para mostrarse cari?oso con su caballo.
SEGUNDO CUADRO
DUQUE: ?Mi lucero del alba! ?Qu¨¦ impaciencia tan grande!
PRINCESA: Mi querido y nunca bien ponderado duque, yo tambi¨¦n espero el d¨ªa de nuestra uni¨®n con tanta fe como esperanza y caridad.
DUQUE: C¨®mo la quiero, mi tesoro "odorable". Ya no sabr¨ªa vivir sin una pinza en la nariz... Sus repugnantes tufaradas y su inmundo efluvio me hechizan cada d¨ªa m¨¢s.
PRINCESA: Duque, a pesar de sus horripilantes lacras de "macho-camacho", le amo como Julieta a Romeo, como Simone a Jean-Paul y como Elo¨ªsa a Abelardo.
DUQUE (escamado): ?Mis horripilantes lacras? ?A qu¨¦ manquedades o carencias se refiere mi tormento de gala? He hecho tantos esfuerzos para no merecer sus recriminaciones... Ya no puede afirmar que discrimino al caballo.
PRINCESA: Debo reconocer que ha hecho algunos diminutos afanes para luchar contra su inconsciente y casi natural desprecio de los cuadr¨²pedos.
DUQUE: ?Algunos?... ?Diminutos!... ?Le parece poco que comparta mi cuarto de ba?o y mi dormitorio con mi caballo?
PRINCESA: Es el mejor amigo del hombre. ?D¨®nde, si no, en su dormitorio iba a alojarle por las noches? ?En un sucio establo sin alfombras persas ni s¨¢banas de Holanda?
DUQUE: Le he inscrito en nuestra universidad en el Yale School of Drama.
PRINCESA: No esperaba menos (rencorosa). Expl¨ªqueme porqu¨¦ raz¨®n se ha impedido a los caballos durante a?os que hicieran cursos de interpretaci¨®n teaatral. La culpa la tuvo la recua de rectores reaccionarios que se sucedieron en esta universidad con tanto descoco como incompetencia. Un caballo percher¨®n ?no puede ser un Hamlet tan apasionante como un dentista de Minnesota?
DUQUE (avergonzado): No, no. Que no he dicho nada de eso... Adem¨¢s, mi caballo... Valeroso se ha adaptado la mar de bien a los cursos del departamento.
PRINCESA: Y si no se hubiera adaptado no hubiera sido por culpa suya, sino por la opresi¨®n reaccionaria de siglos de incultura y privilegios. Se ha cometido el crimen de impedir a los caballos expresarse totalmente.
DUQUE (t¨ªmidamente): Los profesores dicen...
PRINCESA (autoritaria e ir¨®nica): Que digan misa, y en lat¨ªn, y con c¨¢lices de oro llenos de chocolate, y hostias y champ¨¢n.
DUQUE: No, pero si le aseguro que nadie le critica... Todos encomian su sentido del ritmo, sus pasos medidos, su ocupaci¨®n del espacio, sus relinchos...
PRINCESA: Un caballo, gracias a su espontaneidad y a su instinto, aporta a un recinto universitario gazmo?o y polvoriento una originalidad estimulante.
El duque, de pronto, se quita un zapato y, con ¨¦l en la mano, se pone a dar zapatazos sobre la mesa.
PRINCESA (horrorizada): ?Qu¨¦ hace, verdugo!
DUQUE: Una cucaracha... ?no la ve?... se va a colar en el vaso de zumo de tomate... Si no me la cargo, nos va a reventar el desayuno.
PRINCESA: No la mate, ?asesino!
DUQUE: Pero si no la... "suprimo" nos va a contaminar toda la comida con la inmundicia que lleva.
PRINCESA: Habla como los m¨¢s terribles y despiadados conquistadores del Nuevo Mundo, como el peor de los napoleones, como el m¨¢s cruel de los matarifes. ?Sanguinario!
DUQUE: Pero... s¨®lo es una cucaracha.
PRINCESA: Y una cucaracha ?no es un ser que tiene tanto derecho a la vida como el que m¨¢s?
DUQUE: Pero...
PRINCESA: Y no s¨®lo a la vida..., sino tambi¨¦n tiene derecho al respeto y a la consideraci¨®n, ?malnacido!
DUQUE (hip¨®crita): La verdad es que las cucarachas... siempre... me agradaron... me caen la mar de bien... siempre y cuando no caigan en una taza de arroz con leche.
Las cucarachas de Yale
PRINCESA: ?Ya veo! Para usted s¨®lo cuentan los privilegiados (gritando, casi hist¨¦rica). ?Por qu¨¦ usted puede comer exquisitos postres y no las cucarachas?DUQUE (fuera de s¨ª): ?No me va a pedir que comparta con esos repugnantes bicharracos mi postre!
PEINCESA (furiosa): Puesto que act¨²a de esta manera... me voy. ?Y no volver¨¦! Se acab¨® nuestra relaci¨®n. Le proh¨ªbo terminantemente que vuelva a llamarme por tel¨¦fono, monstruo degenerado. Hemos terminado. iAdi¨®s!
DUQUE: Pero, ?qu¨¦ he hecho yo ahora?
PRINCESA: ?Y ni se da cuenta! ¨®igame: no podr¨ªa convivir con un ser como usted que cree hacer parte de una elite superior y sin barreras. Un d¨ªa llegar¨¢ en el cual las cucarachas de todos los pa¨ªses se unir¨¢n. Usted y los suyos no podr¨¢n pisotear eternamente e impunemente a las especies oprimidas. Nuestro noviazgo est¨¢ roto... Enviar¨¦ los anillos a su venerable padre y las fotos a su hermana.
DUQUE: No, por favor, mi princesita. Har¨¦ lo que me pida. No matar¨¦ ninguna cucaracha.
PRINCESA: No es suficiente.
DUQUE: Les abrir¨¦ las puertas de la despensa.
PRINCESA: No es bastante.
DUQUE: ?Qu¨¦ m¨¢s quiere?
PRINCESA: Que deje de tratarlas como seres inferiores.
DUQUE: Se lo prometo... se lo juro sobre el escudo de mis antepasados.
PRINCESA: ?Y qu¨¦ penitencia va a cumplir para que esta cucaracha le perdone su acto criminal? ?Nunca pens¨® que este animalito tiene dos ojos y una boca exactamente como usted?
DUQUE: Har¨¦ lo que me pida.
PRINCESA: C¨¢ntele La cucaracha.
DUQUE: (resignado): Voy.
PRINCESA: Pero con dulzura, con, emoci¨®n, con amor..., como la cantaba la incomparable Carmen Miranda.
El duque canta 'La cucaracha', la cucaracha...
TERCER CUADRO
DUQUE: ?Vida m¨ªa!
PRINCESA: ?Amor!
DUQUE: ?Pedazo de mis entra?as!
PRINCESA: Cada d¨ªa que pasa le quiero m¨¢s.
DUQUE: S¨ª... m¨¢s que ayer... pero menos que ma?ana. Prenda amada de mis gl¨¢ndulas olfativas.
Estornudo del duque a todo poder.
PRINCESA: ?Ha cogido un resfriado mi cupido boquirrubio?
DUQUE (a punto de estallar): No... son estas malditas... (rectificando a tiempo). Quiero decir que son deliciosas estas bienquistas cucarachas (aparte) ?de marras!
Nuevo estornudo del duque.
PRINCESA: Amor, ?quiere una pastilla valda?
DUQUE (sacado de tono y encrespado): Estas putas de cucarachas me sacan de mis casillas. Ahora se me meten por las narices tan campantes, como si fuera una galer¨ªa de su nido... con eso de que hay que respetar sus derechos, como usted pregona a trote y moche.
PRINCESA (did¨¢ctica): Mi querido duque, tantos siglos de privilegios y tantos siglos de menosprecio y pisoteo de las cucarachas indefensas le hacen perder el sentido y la perspectiva de la historia. Las cucarachas tienen todo el derecho a ocupar hoy, al fin, los espacios que ayer les vedaba una sociedad trasnochada y f¨®sil.
DUQUE: No podr¨¢ quejarse. Acabo de pedir al Departamento de Filosofia de Yale que las inscriba como alumnas de primer a?o en el curso de Metaf¨ªsica del profesor Cancrelats.
PRINCESA: La especulaci¨®n filos¨®fica no est¨¢ reservada a unas cuantas familias pudientes del este de los Estados Unidos. La filosof¨ªa, es decir, el amor a la sabidur¨ªa, tiene que democratizarse, abri¨¦ndose a todos, y muy en especial, duque, a las cucarachas.
Relincho del caballo 'Valeroso'.
PRINCESA: Un nuevo mundo amanece, radiante. Estamos en la aurora de una era esplendorosa en la cual ya no hay amos y esclavos, arist¨®cratas y campesinos, privilegiados estudiantes de Yale y deningrantes cucarachas.
DUQUE: Oh, s¨ª, amor m¨ªo (hip¨®crita). Qu¨¦ felices seremos en la nueva ¨¦poca deslumbrante con apuestos y listos caballos lav¨¢ndose los clientes en los cuartos de ba?o de sus jinetes entre coces y de amorosas cucarachas compartiendo armoniosamente nuestros manjares.
PRINCESA: Ser¨¢ el fin de siglos de oscuridad y caos.
DUQUE: Mi tormento adorado, ma?ana nos casaremos.
PRINCESA: S¨ª, mi tesoro extreme?o.
DUQUE: Para celebrar nuestra ¨²ltima noche de solteros le he tra¨ªdo un regalo, una fruta.
El duque saca una hermosa granada y un machete. Pone la granada sobre la mesa y... Gesto de horror de la princesa cuando el duque levanta el machete para cortar en dos la granada.
PRINCESA: ?Det¨¦ngase, Atila!
DUQUE: Pero... ?qu¨¦ he hecho ahora?
PRINCESA: La cabra tira al monte... Estaba dispuesto a machetear de arriba a abajo una pobre fruta... "viva".
DUQUE: ?"Viva"? ?Qu¨¦ quiere decir? ?Fresca?... No le iba a regalar una granada pocha...
PRINCESA: Esta granada est¨¢ en pleno crecimiento... Su pigmentaci¨®n se transmuta por horas. Su c¨®digo gen¨¦tico, como el de usted.
DUQUE: No me va a comparar con una granada... Y, ?por qu¨¦ no con un mel¨®n?
PRINCESA: No tiene respeto ninguno por la vida. S¨®lo sue?a con destruir, acuchillar, destrozar, pisotear, avasallar.... Una granada es un cuerpo redondo, gr¨¢cil, delicado, sutil..., que s¨®lo un "macho" recalcitrante, sin sensibilidad y sin buenos modales, como usted, puede amachetear en dos violando brutalmente su perfecci¨®n.
DUQUE (avergonzado y, sin sab¨¦r d¨®nde meterse): Yo tan s¨®lo quer¨ªa gozar de...
PRINCESA: ??Gozar!! As¨ª se han expresado siempre todos los machos sin sensibilidad al violentar el fr¨¢gil cuerpo que tienen entre sus piernas. ?Me repugna! ?Me da asco! Se acab¨® nuestro noviazgo. Vi¨¦ndole con ese horrible machete f¨¢lico en la mano he adivinado lo que quer¨ªa hacer conmigo la noche de bodas. ?Semental! (con energ¨ªa, heroica). Pero a m¨ª no me tocar¨¢.
DUQUE: Le ruego que...
PRINCESA: Aprovecharse de semejante manera de una d¨¦bil granada sin defensa... Llegar¨¢ el d¨ªa, esc¨²cheme bien, en que las granadas se volver¨¢n carn¨ªvoras y a los machos salvajes como usted les devorar¨¢n sus ¨®rganos sexuales.
DUQUE: Perd¨®neme, amor m¨ªo, mi princesa de cuento de hadas.
PRINCESA: Se acab¨®... Lo que ha hecho es irreparable.
DUQUE: Para merecer el perd¨®n estoy dispuesto a soportar el m¨¢s infame castigo. D¨ªctemelo usted misma, mi lucero del alba.
PRINICESA: Nada... Ya no es posible... No puede hacer nada que pueda redimir su crimen... (de pronto, tiene una idea). A menos que pida perd¨®n a la granada cant¨¢ndole Granada.
DUQUE: Ahora mismo.
PRINCESA: Pero, si quiere que me case con usted, c¨¢ntele a la granada Granada con sentimiento y coraz¨®n... con la voz melanc¨®lica y apasionada de Carlos Gardel.
El duque canta 'Granada' divinamente. Desde el horizonte avanzan hac¨ªa el duque unas escuadrillas de gigantescas y encantadoras cucarachas con cabezas de caballo coronadas por el birrete de graduados de Drama School. A lo lejos se oye un vibrante 'Magnificat'. El duque y la princesa se besan amorosamente.
Tel¨®n, en el momento m¨¢s tierno del 'happy-end'.
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