La OCDE y el d¨®lar
EL RECIENTE informe de la OCDE sobre la situaci¨®n econ¨®mica mundial no brilla, precisamente, por su optimismo. Este organismo internacional prev¨¦ para el pr¨®ximo a?o un crecimiento econ¨®mico del 2,2% para los pa¨ªses que lo integran, y un crecimiento del 1,7% para 1989. Con tasas as¨ª es inevitable un aumento del paro, aunque, escaso consuelo, la inflaci¨®n permanecer¨¢ en los bajos niveles actuales.Estas perspectivas, ciertamente poco halag¨¹e?as, son en parte consecuencia de la ca¨ªda de las bolsas en octubre. La OCDE calcula que el derrumbe de las cotizaciones provocar¨¢ una p¨¦rdida de crecimiento del orden de medio punto en 1988 y otro medio en 1989: las familias norteamericanas, fuertemente endeudadas, reducir¨¢n su consumo como consecuencia de la p¨¦rdida patrimonial que acaban de sufrir. Esta reducci¨®n no se ver¨¢ compensada por un aumento de la producci¨®n en los pa¨ªses que tienen la posibilidad de relanzar sus econom¨ªas, y muy fundamentalmente Alemania Occidental. El temor alem¨¢n a un eventual aumento de las tensiones inflacionistas se ha convertido en una peligrosa obsesi¨®n que amenaza con sumir a toda Europa en el estancamiento econ¨®mico. En cierta medida, el aumento del consumo privado a lo largo de los meses centrales del a?o, probablemente alentado por el alza de las bolsas en casi todos los pa¨ªses industrializados, adelant¨® un crecimiento que, tras la ca¨ªda de las cotizaciones, vuelve a su tendencia inicial, aunque con algunos riesgos a?adidos. ?
Para la interpretaci¨®n de estas previsiones conviene tener en cuenta que datan de hace m¨¢s de un mes. Desde entonces han ocurrido dos hechos importantes. El primero ha sido el descenso de los precios del petr¨®leo, tras casi un a?o de estabilidad. La ca¨ªda, que se prev¨¦ continuada a lo largo de los pr¨®ximos meses, tendr¨¢ un efecto estimulante para las econom¨ªas occidentales. Sin embargo, este efecto favorable se ver¨¢ compensado por la reciente. ca¨ªda del d¨®lar, que ha arrastrado consigo las cotizaciones en la Bolsa de Tokio y que no presagia nada bueno. Tanto m¨¢s cuanto que este derrumbe del d¨®lar frente a las monedas occidentales y al yen tiene lugar unos d¨ªas despu¨¦s de que los siete grandes pa¨ªses industrializados hayan realizado una declaraci¨®n conjunta diciendo que el d¨®lar hab¨ªa alcanzado su cota m¨ªnima. Parece como si los mercados hubieran decidido que las declaraciones oficiales no valen nada si no van acompa?adas de signos que hagan cre¨ªble la determinaci¨®n de los Gobiernos de coordinar sus pol¨ªticas econ¨®micas. Eso es lo que no sucede: los responsables econ¨®micos de los principales pa¨ªses industrializados no se han reunido tras la crisis de las bolsas y la raz¨®n estriba en el temor de no llegar a acuerdos capaces de modificar en sentido positivo las expectativas actuales. El m¨¦todo escogido la semana pasada consisti¨® en hacer p¨²blico un comunicado simult¨¢neamente en las siete capitales implicadas: se trata de algo poco habitual, y los efectos han sido contraproducentes, a la vista de lo sucedido en los mercados de cambio.
Las previsiones de la OCDE indican que el d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente norteamericana disminuir¨¢ desde casi 180.000 millones de d¨®lares (en tasa anual) del segundo semestre de este a?o hasta algo menos de 110.000 en el segundo de 1989, mientras que en el mismo tiempo el excedente de Jap¨®n seguir¨¢ aumentando hasta 86.000 millones y el de Alemania Occidental bajar¨¢ ligeramente. Vivir durante dos a?os con desequilibrios de esta envergadura es peligroso si no hay una voluntad com¨²n de, al menos, limitar riesgos. De momento, los mercados perciben la falta de coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas de los grandes pa¨ªses occidentales y act¨²an en consecuencia. La conclusi¨®n que deber¨ªan extraer los Gobiernos es la de que los tipos de cambio reflejan desequilibrios m¨¢s profundos que hay que corregir con urgencia. Tras la aprobaci¨®n por el Senado norteamericano de la reducci¨®n del d¨¦ficit presupuestario, son Jap¨®n y Alemania Occidental quienes tienen la palabra.
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